FILOSOFÍA DE LA ESPERANZA

 

 

FILOSOFÍA DE LA ESPERANZA

Autor: Dr. Gerardo Barbera[1]


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¡Dios, cómo pasa el tiempo, cómo pasa! Ya son más de veinte años. “¡profesor!, ¡profesor!, ¡profesor!”. A veces se me olvida mi nombre. Toda una vida enseñando Filosofía, ¡toda una vida! Y pensar que aún recuerdo los primeros días: el aula de clases, los estudiantes del primer semestre de Educación, cincuenta y cinco alumnos. Yo estaba lleno de esperanzas, soñando nuevos amaneceres, mis ojos brillaban. A todos mis amigos les hablaba siempre de lo mismo, de mis clases, de anécdotas, de la filosofía, de los anhelos que florecían en mi alma. ¡Era hermosa la vida!, ¡eran hermosas las mañanas!, ¡era hermosa la primavera! Ser educador es una aventura especial, una vocación espiritual.

 ¡Cuántas gotas de lluvia he visto caer!, ¡cuántas palabras!, ¡cuántos encuentros!, ¡cuántos exámenes corregidos!, ¡cuántos rostros!, ¡cuántas noches de silencio!, ¡cuántos sueños que se han ido! Se van las nubes, se va la tarde, ¡ahora son ancianos mis antiguos compañeros! Los otros, ya están cansados, ¡cuántas tardes de café! ¡Cuántas flores recogidas!, ¡cuántas lluvias sin sol!, ¡aquí no hay placas “en honor a...”, pero dejaron recuerdos!, ¡dejaron la vida, dejaron sus sueños!, ¡Dios, cómo pasa el tiempo, cómo pasa! Y los años se van y con ellos la vida. Sin embargo, más allá del cansancio nos quedan las manos plenas de ese amor que se ha compartido a lo largo del camino.

 Ya mi caminar es pausado. Estoy cansado, como si la existencia fuese una carga tan cotidiana. A veces, la ventana es tan oscura, que me acuesto para no pensar en nada, y así soñar que el tiempo no pasa y que todo es nuevo. ¡Dios, estoy tan cansado! ¡Pero lleno de esperanzas! Se van los amigos, llega el invierno. Se van las fuerzas, llegan anhelos, los sueños se hacen alumnos de rostros frescos. Y así como se fueron los viejos profesores, llegan otros de caras sonrientes, como llega la tarde despejada, tan tranquila, con ese sabor a hogar que me espera en los brazos de mi esposa. Dios me ha bendecido al darme una familia, y una vocación de servicio que da sentido espiritual al existir.

Mi esposa sabe que estoy cansado, que vivo de recuerdos y de nuevos sueños, y me escucha; yo hablo y hablo. Ella me escucha, llega la noche, estoy cansado, me besa: “Hasta mañana, deja de pelear, te vas a enfermar”. Llega la noche, cierro los ojos. La vida está ahí, en el hogar, en los hijos que ya viven lejos. Por muy cansado que haya sido la jornada, mi esposa siempre me espera. La vida es el encuentro, el amor. La filosofía es ese camino de encuentros, de amor, de alumnos que aprenden, de profesores que enseñan, de sueños, de esperanzas, de cansancio, de lejanía. La filosofía se hace desde la vida, desde el cansancio, desde lo aprendido, desde lo enseñado, desde los hijos, desde la esposa que duerme, desde los fracasos, desde la esperanza, desde el trajín de los días; pero, sobre todo, desde los sueños que Dios siembra en nuestras almas.

 Tengo el alma llena de alegrías y de cansancio. Todavía espero la luz del “horizonte”, “de un mañana mejor”, “de la educación liberadora”, “de la formación de la conciencia”, “del crecimiento personal”, “del ser, del hacer y del convivir”. Tengo más ilusiones que fracasos. La educación ha sido el camino, aunque a veces parezca que no le interesa a ningún gobierno. La vida, la educación trasciende lo formal, no se deja atrapar, ni vencer por los límites de ningún sistema de gobierno. Es Dios quien te llama a ser educador, se trata de una vocación espiritual, no de un trabajo cualquiera.

A veces, el saber se ha hecho discurso, “voten por mí”, “voten por mí”, “yo soy la salvación del oprimido”, “voten por mí”, “dejen de pensar”, “voten por mí”, “yo soy el gobernante elegido”.  Más allá de esa gente, la vida vale la pena. La conciencia y la alegría son elementos de la misma vida.

De tanto andar por estos pasillos, mi corazón se ha hecho humano. Soy la esperanza tranquila, la quietud cargado de años; soy el sol de primavera y el calor de las noches profundas; soy el esposo, el padre, el hijo. Un saludo amoroso y una palabra que ha dejado huellas. Quiero seguir el camino del encuentro, del enseñar sobre el sentido de la vida, sobre la vocación docente. Y sé que la Nada existe, la llaman muerte, soledad, hambre, tristezas, niños solos. Y la Nada es la muerte que se hace historia de vida en cada hombre y en cada mujer sin esperanzas, sin horizontes. El hambre del Otro cuestiona el sentido de la misma existencia, la soledad y la pobreza del niño cuestionan la fe educativa, la vida nos llama a entregarnos a favor de los que no tienen, a sembrar la esperanza el corazón de cada niño en cada escuela.

Mi experiencia docente ha sido un río de cascadas profundas y de formación de conciencia, un huracán de vida y de encuentros, de experiencias vitales. La educación no se parece a los dibujos de los libros, donde “Roque corre a su casa”, “mi papá fuma pipa”, “mi mamá me ama”. Aquí, en estos salones universitarios, aquí, en esta Facultad de Educación la vida parece un torbellino de saber, de afectividad, de sueños, de planes, de encuentros…, y siento miedo de que la Filosofía haya sido una película vieja, un cuento infantil para que todos creamos en las esperanzas y en los sueños que se forjaron en las lejanas noches de la infancia, ¿recuerdan?, aquellos días de cantos y juegos. La filosofía nace en el niño.

¿Y si la filosofía nos mantiene en la infancia eterna? ¿Y si todo es mentira?, “Tu casa se quema, corre Roque”. Por cierto, en la escuela de mi infancia nadie se llamaba Roque. Sin embargo, me acuerdo de “Roque”, de mi maestra, del patio de los recreos, de mi vieja escuela, de las calles polvorientas del barrio. Esos maestros llenaron mi corazón de sueños que se hicieron vida.

Ahora me encuentro pleno de años entregados a la enseñanza, en búsqueda de lo fundamental y de la trascendencia espiritual. He vivido muchos años sumergido entre la lógica racional y la aventura del encuentro, tan llena de corazones y de sentimientos. ¿Cómo me siento? como el mar de horizontes luminosos, viendo el nacer de nuevos barcos,  jóvenes enamorados besándose en la playa; me siento como un atardecer soleado de quien ha entregado la vida.

 Desde hace dos años tengo pesadillas, veo millones de hombres y mujeres cantando himnos revolucionarios. No puedo dormir, veo a esos hombres y mujeres desaparecer en un lago. Y en el borde del lago, antes de caer, dejan las flores de la esperanza. Esos muertos se van desnudos, con las manos vacías, con los ojos apagados gritando el nombre de los maestros que no tuvieron. Y despierto, me lleno de fuerzas para seguir formando a cada joven los secretos de una Filosofía de la Liberación, para que ya no existan muertos sin esperanzas. La filosofía de la Liberación es un canto de esperanza. Es un sueño que tiene que ser compartido para que se haga realidad.

 

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En la vida real dejaron de existir las hadas madrinas con sus alas transparentes. Sin embargo, aún tengo los viejos libros de cuentos infantiles. Leer se ha convertido en un reto caluroso, ¡por Dios, hoy, en el mundo de la INTERNET…a qué niño le gustaría escuchar sobre un mundo imaginario, justamente antes de dormir! En la era del nuevo milenio poco importa arrojar un libro a la papelera. Ninguna lectura parece interesar, las letras estorban, los libros son pesados, se caen lentamente de las manos. Son pesados y desaparecen en las horas nocturnas del actual relativismo pragmático. Sí, son esos intelectuales que duermen, comen y hacen el amor. Nada les importa, jamás leerán un libro de Filosofía. Y yo vivo con ellos, y sé que buscan el sentido, que desean saber, que buscan a tientas en la oscuridad…, y cuando se cansen de las cosas, recogerán los libros…, y serán como niños.

Los alumnos llegan aquí, quieren ser licenciados en Educación. Ahí están sentados, y me miran, como si yo fuese parte de su mundo, son ellos la esperanza de la vida. Me escuchan, y yo hablo con ellos. Sí, aquí en el salón, rodeado de tantos rostros que me miran; pero, me escuchan, y me lleno de alegría iluminado por  esa luz de la vocación docente. Me acuerdo de las maestras, de las que me enseñaron el  camino. A veces llego a mi casa, y hablo cosas y cosas. Mi esposa me escucha y no sé si siente alegría por mí; pero, me escucha de verdad. Ella sabe que no miento, que realmente quiero tener sueños, los mismos sueños de la infancia, cuando salíamos a correr por los patios de la escuela, ahí donde todavía juegan los niños.

Aquí en la tierra de Bolívar, los pobres de siempre se van de este mundo tan cansados y olvidados. Los líderes ofrecieron panteones a sus escoltas y les cumplieron, llenaron de gloria los hombros de algunos seguidores, y algunos de ellos murieron felices, y tal vez, se fueron al cielo. Mientras el pueblo se queda haciendo colas, largas colas mendigando un poco de harina de maíz. Y con ellos, en esas colas se encuentra el sentido de la vida. Ahí, entre esa gente surge la esperanza, sin revoluciones, sin imperios…, sólo esperanzas y sueños. Yo enseño para ellos y sus hijos, la Filosofía es el encuentro; el estar ahí, tan sólo eso, sosteniendo la mano de quien busca, del que aprende, de esos que ya no creen en nadie. ¿Saben? Ahí vale la pena hablar de esperanza, no de revoluciones que no llegan, ni  de los falsos sueños del imperio.

¿Saben lo que me dijo un profesor de Filosofía, de esos que pensaban liberar al pueblo, ustedes saben, “concientizándolos” con los viejos conceptos comunistas de Marx? “La existencia plena se realiza en el encuentro con el Otro, con el ser humilde que se muestra en los rostros oprimidos, ¡con el pueblo! Yo quisiera que el profesor Julián estuviese aquí conmigo. Julián se fue hace poco, ya hablaba solo, con la mirada perdida tratando de encontrar los rostros populares de los que tanto nos habló. ¡Ojalá estuvieses aquí, querido amigo! ¿Sabes? Aquí está el pueblo y yo estoy con ellos. Sí, aquí mismo, en la misma cola, tratando de encontrar un pote de leche en polvo, no es para mí, ni voy a revender, es para mi esposa, ella toma su café con leche cada mañana y cada noche.

Aquí estoy haciendo la cola, rodeado de esos rostros de los que nos hablaste profesor Julián, el rostro del pueblo está casi deforme, la revolución que no llega, les ha robado la sonrisa. La gente en la cola me asfixia, siento deseos de escapar de todos, es como si las personas me robaran el espacio vital; como si de pronto, una fiebre terrible me invadiese y siento un calor pegajoso que no puedo soportar. “Ese coleado sáquenlo, fuera, fuera”. Yo también grito, no sé lo que está pasando en la entrada del mercado, pero estoy indignado, cansado de todo y de todos. La Guardia Nacional dispersa a la multitud con bombas lacrimógenas. Todos corren hacia cualquier parte. La cola ha terminado por hoy, tengan la seguridad de que mañana volveré, trataré de llegar una hora más temprano. Juro que no me van a colear.

La Filosofía no es una esperanza enajenada, sin los pies en la tierra. La Filosofía es un canto de esperanza que está ahí en la mirada de la gente, en el caminar y sentir de los más necesitados.

 

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En la vida real es una tarea titánica enseñar Filosofía, es como hablar en idiomas desconocidos; sobre todo, en cuanto a la dimensión formativa que deben cumplir las reflexiones filosóficas en la vida concreta de alumnos y profesores de la universidad. De hecho, en la vida cotidiana las clases de Filosofía no son tomadas en cuenta como principios del pensamiento filosófico, y a veces, solamente hablamos de libros. La Filosofía que se queda en los libros…, poco importa, lo que forma es la Filosofía que une el libro con la vida.

Actualmente, ningún mar es profundo, parece que todos se conforman con poseer un inmenso, casi infinito océano de información pero, con dos centímetros de profundidad. Todos hablan y opinan de ciencia, política, religión, y filosofías. Repiten los titulares de los diarios, las investigaciones light de Wikipedia, los comentarios de Twitter, y así, se estructura un conocimiento “Epistémico hermenéutico sistémico ontológico y holístico” como tema de investigación de una tesis doctoral típica de estos académicos del nuevo milenio. En las llamadas ciencias sociales, se está perdiendo la dimensión antropológica en las investigaciones, y se está construyendo un edifico de naipes, a fuerza de repetición de lo ya escrito, gracias al corte y pega de internet.

Sin duda, los medios de comercialización muestran más interés  por los libros sobre los juegos de azar, la brujería, los chismes en los diarios, las mujeres en bikinis, el precio de las bebidas alcohólicas y el precio paralelo del dólar, que por las investigaciones sociales, filosóficas y matemáticas, entre otras. La educación se hace un reto, un nadar contra corriente, una tarea que a veces parece superar nuestras fuerzas vitales. Es aquí en este espacio y tiempo de la información que aturde, cuando cobra sentido la Filosofía de la Esperanza, ese llamado a detenernos a pensar sobre el sentido de la vida. El educador no se conformar por luchar unas cuantas monedas, busca el secreto de la vida en el Otro, en el que está a su lado, busca en cada niño, niña, en cada joven, en cada mujer y en cada hombre ese trozo de luz y de esperanza.

Para la cultura del Mercado, parece que la filosofía no vale la pena, no produce ganancias económicas, o tal vez, el pensamiento ha dejado de ser una mercancía. La formación filosófica es contraria a los intereses de una revolución que no llega: “el revolucionario es disciplinado y obedece”, cuando la revolución es dictadura…, el pensamiento estorba. Cuando la Filosofía no es ganancia…el Mercado…, simplemente la arroja.

En realidad, para poder gritar consignas delirantes, simplemente, hay que ser uno más, un bloque del edificio, una burbuja en el mar. La dictadura es la muerte del sujeto. El pensamiento está demás, estorba. Ahora, las lecturas se van hundiendo en el pasado de viejos y polvorientos libros amarillos, tan húmedos como la muerte, tan inútiles como la sombra de un cadáver, los dictadores solamente hablan del pasado y de un presente que nunca llega.

 El nuevo hombre de cualquier dictadura debe obedecer, seguir las órdenes de todos los líderes elegidos por los dioses. Todo reinado necesita vasallos; solamente el rey es sujeto, es el único con el derecho de expresar libremente lo que piensa, las otras fichas del ajedrez carecen de alma. Las dictaduras hacen del hombre un objeto, lo que se manipula, lo desechable, un animal de carga, sin voluntad y sin esperanzas existenciales. Las dictaduras son el reinado de los elegidos y la muerte de los que no tienen nombres, de los anónimos, de los que nunca existieron. La dictadura es contraria al hombre, a la vida y a la Filosofía de la Esperanza. La dictadura es la negación de la existencia de Dios Padre.

 A veces me invade la angustia al saber que la Filosofía se presenta como una asignatura “extraña”, sin sentido, como un registro histórico, sin forma, carente de razón; como una disciplina cuyo título no interesa a la mayoría. El mundo se ha convertido en la jungla de los sobrevivientes, seres desesperados por conseguir comida, vestidos, gasolina y licor. No resulta fácil hablar de esperanza, no es fácil la solidaridad…, sin embargo ese es el único camino de la vocación docente, ser los apóstoles de la Esperanza.

Las dictaduras atrofian el cerebro, y sus seguidores parecen aves sin nido, roedores hambrientos sin hermanos, sin familia, sin deseos, perdidos y con la espalda doblada bajo el peso del terror de saber que la vida no es más que un breve concepto. En la dictadura, todos se convierten en cobardes que esperan ser devorados por la violencia en un callejón sombrío, escuchando a lo lejos el lamento de las madres, mientras la vida se va con la última gota, con el último suspiro, por eso ya nada importa. La muerte está ahí, se puede sentir su humedad, está cerca, demasiado cerca, rozando la ventana, tratando de entrar, todo está oscuro allá afuera, todos los ruidos asustan. Se tiene miedo existencial de vivir. Y ahí estoy hablando de la Fe, del Amor, de vocación de servicio, de lecturas formadoras de conciencia. Aquí estamos haciendo la verdadera Patria, la que soñó Bolívar, Sucre y Miranda.

De hecho, durante millones de clases la experiencia ha sido más o menos la misma: los alumnos se sientan ahí, yo les hablo del mundo racional, de escritos líricos, de los griegos, latinoamericanos, de teoría del conocimiento, de filosofía de la educación, de ética, de valores, de fenomenología existencial, de la realidad de América Latina, de la educación liberadora, de la Pedagogía del Oprimido; Y ellos hablan de la vida, de sus inquietudes, de lo que han leído, de sus temores, del trabajo que pasan para llegar a clases. Yo les hablo de Esperanza, de que no aflojen la lucha, de que lean, de que se formen, y que vayan a esas escuelas a sembrar conciencia liberadora en las almas de esos niños.

Aquí, a veces se habla de deportes, de música, de poesía, de cine,  de política,  de los aciertos y fallas de la revolución que no llega. Todos vienen, se ven, nos vemos las caras y tomamos café. Llegamos a la casa, tan agotados, mirando la blancura del techo, tan agotados y dormimos; pero con el corazón lleno de vida, de poemas y de esperanza.

Ayer, durante la lluvia del anochecer enterramos al viejo profesor de Filosofía, todo era tan gris, pero con vida, con colores. Dos mujeres lloraban, fue un héroe, y lo llora la Patria. Sin duda, a los que vivieron para educar, y se fueron con el corazón sin semillas, tal vez allá en el cielo, les regalen flores. La muerte no se lo lleva todo. La tierra fría de la tumba se hace la morada pasajera y en altar eterno. El viejo amigo se fue creyendo en la lucha por la esperanza. ¡Qué equivocado estaban todos! Si la muerte muere no será en manos de ninguna revolución que no llega. El imperio son ellos; sí, los que viven del engaño. Ahí está el capitalismo suave o salvaje, dominante, fresco, con su rostro sonriente, y pleno de vitalidad. El capitalismo es el Mercado que ahoga y destruye conciencia. La miseria de los pobres coincide totalmente con el absurdo existencial.  La Filosofía la Liberación integral de los que nada tienen…, es el camino de la Esperanza.

La imagen en el espejo es muda, años tras años hablando de Dios, de la Vida, de Filosofía, mensajes que llegan a las conciencia de esos jóvenes, que me miran con asombro, se llenan de fe y de confianza. Sin embargo, tengo las medias rotas, la misma camisa de hace años. No tengo dinero, no tengo lujos, pero aquí estoy, y somos muchos los que luchamos días a día, en cada salón, hablando de lo hermoso que es dar la vida por el otro, por cada niño, niña, joven, hombre, mujer que nos llama.

¡Por Dios! Yo creo en lo que digo, soy un educador. Siempre estoy  tratando de encontrar algún mensaje educativo entre las frases perdidas de algún filósofo. Todos me miran, y escuchan. Un alumno mira el reloj, demasiado calor, yo miro el reloj, todos se van, y hablan de la clase. Me siento tranquilo. Saludo a Miguel, un profesor recién llegado, no tiene treinta años. Varios papeles rotos, hojas que ruedan al azar, el silencio después de la despedida: “¡Adiós, Profesor, feliz fin de semana! Soy un profesor, es una carga, no estoy solo, son tantos que estamos aquí dando clase, día a día, llueva, se cobre o no, siempre volvemos después del fin de semana.

 

 

 

 

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Por otra parte, en la Venezuela actual, se ha dado el caso de que si algún alumno o algún profesor universitario ha tenido contacto con textos filosóficos,  puede que se trate de filosofías promovidas desde la Nueva Era, o desde las religiones autóctonas, de esas que enfatizan la identidad legítima en contra de las religiones alienantes e imperialistas, tales como el cristianismo, que sigue siendo  “el opio del pueblo”; así pues, algunos grupos promueven la “santería” , una religión cuyo gran sacerdote siempre es el dictador político de turno.

 En lo esencial, desde la dimensión académica y formación filosófica y cultural se trata de textos sin profundidad, libros para el comercio, lecturas de fácil consumo, charlatanerías y sandeces tales como: “el color del aura”, “la astrología y la suerte”, “el poder mágico de los cristales”, “las esposas de Jesús”, “el milagro de los ángeles”, “las pirámides extraterrestres”, “el poder de los números”, “el poder infinito de la mente”, “cómo ganar amigos”, “los misterios del universo”, “los dioses locos”, “la mirada de Satanás”, “técnicas de adivinanzas”, “el éxito del nuevo milenio”, y todo lo que llame la atención de los compradores. Desde luego, este tipo de filosofía comercial nutre satisfactoriamente el intelecto de algunos elegidos por esos dioses del nuevo milenio; son las religiones fáciles, las que solamente cuestan dinero. Ahí la Filosofía se hace alienante, no hay compromiso con el Otro; se desvía lo esencial de la vocación docente.

 Por ahí siempre andan esos sabios, se visten de modo especial, medio hippie, medio poeta, o de filósofo moderno. Bueno, “son lo máximo” a nivel de cultura y sabiduría, son especiales, diferentes a los seres comunes, no sé cómo expresar ese aspecto angelical y extraño que les rodea. Lo cierto es que caminan muy despacio, de mirada dulce, de voz pausada, de palabras calculadas, parece que están dormidos, soñando, tocando flautas, guitarras, cantan himnos religiosos, gritos de protestas. En ellos no hay encuentro con el diferente, se hacen razas elegidas, la filosofía desaparece, los sueños propios se esfuman…, y el mundo se hace extraño, ya no hay encuentro con la gente. Así no hay Liberación, ni Filosofía de la Esperanza.

Por otra parte, hay toda una congregación de hombres y mujeres vestidos totalmente de blanco, de pureza, de santidad, hablan de la “mano de Orula”, del dinero que tuvieron que pagar por el “santo” o protector espiritual, parece ser que entre más costoso sea el santo protector, sería más poderoso. Ellos aseguran que esa es la verdadera religión del pueblo, y según sus ideas, esa santería no sería “un opio del pueblo”, sino la manifestación de poderes espirituales liberadores del malvado imperialismo.

Hay sabios de todas las edades, viejos, mediana edad, jóvenes, adolescentes, y todos son vegetarianos, seres muy espirituales, olorosos a varillitas mágicas, con pulseritas de metales preciosos; son los sabios enajenados por el consumo capitalista. En cambio, los que dicen ser revolucionarios andan de blanco, no se dejan tocar, olorosos a tabacos, expertos bailadores de tambores; van a los cementerios, extraen huesos de cualquier cadáver; anotan el nombre del difunto y luego colocan el hueso dentro de un busto hecho de yeso, que se asemeja a un hombre con sobrero: “Miguel González, yo te conjuro: En nombre de los Orichas baralode, baraadage, baraalana, y desde hoy serás mi ánima protectora” ¡Dios, quién sabe dónde iremos a llegar con estas religiones “liberadoras, revolucionarias y populares”!. Estas realidades oprimen, embrutecen, encierra a la gente entre el miedo y la ignorancia. Somos educadores, la vocación de servicio forma conciencia en cada ser personal, no demos la espalda, no confundamos, sembrar conciencia es un canto a la Esperanza.

 El esfuerzo de estos “elegidos” se centra en ser diferentes, y que se les adore por esta diferencia, se sienten infinitamente superiores a los hombres y mujeres comunes, como mi madre, mis hijos, mi esposa, mis hermanos, la mayoría de mis colegas, de mis amigos,   de mis vecinos; seres sin poderes especiales, como la mayoría que conformamos el resto de la humanidad. El mundo a veces confunde, demasiados mensajes, nada se queda quieto, pero debemos parar, detenernos un momento, buscar claridad entre las nubes; formarnos de verdad, dedicar tiempo a la lectura, trabajar sin descanso por el Pueblo, que siempre espera lo mejor de sus educadores formadores confiables y sinceros, llenos de amor y de esperanza.

Más allá de los discursos políticos, el capitalismo es el fondo cultural de cualquier forma de vida en la actualidad. Todos estamos sumergidos en las aguas del Mercado. El Mercado es lo vital, y su único valor es el dólar. Si no me creen, pregúntenle a la nobleza venezolana, vean las cuentas bancaria de todos esos millonarios, imperialistas o revolucionarios. Si piensan que exagero, vean las chequeras de algunos de esos héroes de la patria.

Allá ustedes si creen que aquí se está gestando una alternativa socialista del nuevo milenio más humana y diferente al capitalismo salvaje. Yo no me creo esa fábula. ¿Recuerdan las canciones revolucionarias? “La inocencia no mata al pueblo, pero tampoco lo salva, lo salvará su conciencia y en eso me apuesto el alma”. La educación liberadora es el camino de la verdadera revolución.

 El Mercado es como una sombra que carcome, siento que ese afán de tener y tener está dentro de mí, como un virus que me arrastra; siempre necesito algo, quiero comprar y comprar; y luego no encuentro un lugar donde guardar las cosas. El Mercado opaca el intelecto, la razón, la sensibilidad; nos hace inservibles, muñecos que envejecen tratando de tener vitalidad para consumir y consumir hasta el último suspiro. Según los principios de la sociedad capitalista actual,  si nos puedes comprar es mejor morir. La Filosofía de la Liberación es otra cosa, es luchar y comprometerse con la vida; trabajar por una humanidad cada día más feliz, menos violenta; simplemente…, más humana.

He aquí el sentido de la vida en la cultura de la globalización: comprar, ganar dólares, comprar. Si puedes comprar lo que quieras, entonces eres un hombre de éxito, una persona feliz; nada importaría ni la revolución, ni el imperialismo; el Mercado nos unifica; y, determina el ser de las cosas y de las personas. Hasta mi muerte será un proceso comercial: me venderán un velorio de lujo, funeraria costosa, ataúd de buena marca y el cementerio más exclusivo de la ciudad. A veces me pregunto, si no podré comprar un par de alas angelicales, una lira transparente y la salvación eterna. En el Mercado globalizante se puede comprar el dios hecho a mi imagen y semejanza. Yo confío en los alumnos, en esos nuevos educadores de estos tiempos difíciles; yo confío en cada joven que entra al salón de clases y se va con la inquietud de ser un educador y formador de las nuevas generaciones.

 

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En el nuevo milenio el conocimiento pretende ser reducido a  una cosa que se vende, un aparato, un montón de hojas y letras; sería una propiedad como cualquier otra. Aquí, en estos centros comerciales se compra y se venden conocimientos; aquí, encerrados en el mundo virtual, parece ser que todos saben de todo. Sin embargo, más allá de las leyes del mercado, el conocimiento no es una inversión perdida, bien sea que se compre o se venda como vulgar mercancía, siempre el conocer deja huellas. Leer dejará huellas en la mente. El conocimiento es una buena compra cuando existe el compromiso de formación desde la vocación docente. Yo tengo la casa llena de libros. La mayoría de esos libros los compré porque estaban baratos; tengo libros y revistas de temas inimaginables, y a veces los leo; pero, tengo libros de filosofía que son un tesoro, una fuente inagotable de formación de conciencia; y tengo libros latinoamericanos, de esa filosofía de la Liberación donde se habla del hombre y del sentido de la vida.

Lo escrito es vida de un autor de carne y hueso, de su época; por tanto, siempre posee algún nivel de validez en cuanto a sus reflexiones y propuestas. Aunque en esta cultura del comercio, da igual su contenido formativo, académico, científico, filosófico, teológico; lo que se valora es el objeto de consumo; es decir, el libro tiene que ser bonito y agradable, como cualquier florero destinado a ser un adorno arrojado al mundo de la hipocresía, la falsedad y lo exterior. Los educadores buscamos lo que vale para el espíritu, para la conciencia para la verdadera Liberación de cada hombre y de todos los pueblos del mundo.

Encerrados entre las leyes tiránicas de la cultura del Mercado, los escritores tienen que producir lo bonito, bueno y barato, de eso se trata la gran producción de los intelectuales que se dejan atrapar por las ilusiones y fantasías del nuevo milenio.

Ya no hay secretos, no hay sabiduría, no hay sectas de sabios, adivinos, satánicos y brujos; parece que el mundo entero se escondiese en lo más oscuro de una habitación privada; la conciencia se encierra a sí misma en el secreto de la intimidad frente a una pantalla virtual. Lo virtual se está haciendo reflejo de la conciencia. Lo virtual se hace intimidad dentro de mi alma. Y sin embargo, la lucha por la libertad de la conciencia sigue viva, no somos la otra orilla de la computadora; somos libertad espiritual y trascendente.

Aquí no hay revolución, ni alternativas. El viejo discurso de alternativas rusas murió sin haber vivido. El Mercado nos arropa desde afuera hacia lo más profundo. Todos estamos condenados a la enajenación desde lo virtual. Lo virtual es el sueño de los dioses hecho realidad, una fantasía que se puede tocar, sentir, besar, adorar, repetidas veces. Sin embargo, lo virtual no existe; entonces es perfecta, lo virtual gusta porque es intimidad desechable. Hay una dimensión de lo virtual que educa, que se hace útil e indispensable en todos los procesos educativos; pero, también lo virtual se puede convertir en enajenación real y destructora. Somos educadores, aprendamos y enseñemos a distinguir, a elegir con consciencia.

 En el fondo, la filosofía bonita se convierte en un plato de comida rápida, insípida, grasienta, a bajo precio, con aderezos exóticos. Se trata de una filosofía  para el descanso, para leer durante la vejez, mientras se disfruta de un vino francés a la orilla del mar azul y eterno, la filosofía del nuevo milenio se disfruta y se muestra en el modo de hablar y de vestir, esas lecturas de conjuros mágicos se consumen lentamente mientras nos convertimos en ángeles evolucionados y revolucionarios dolarizados. Nada más alejado de la realidad del compromiso desde una Filosofía de la Liberación y de la Esperanza.

¿Quién puede pensar en la filosofía de la liberación de los oprimidos? Para el Mercado, eso no existe. Y en todo caso, sería un fastidio. Según la cultura del tener y del poder, a la liberación se la tragó el Mercado. Según ellos,  los pobres quedaron abandonados en sus ranchos, en la selva, en los pueblos andinos. A los pobres los traicionó la revolución que nunca llega. Si quieren comer y vestirse que hagan colas, que compren las sobras y que se vistan de harapos. He aquí un fuerte reto real y cotidiano de la verdadera vocación docente, desde una Filosofía de la Esperanza.

En esta universidad muchos piensan que la filosofía es un plato exquisito, un lujo para los elegidos de siempre, los que nacieron para ser felices, como esos profesores universitarios, cuyos conocimientos están a la altura de los avatares milenarios y de los líderes eternos: Marx, Fidel, Lenin y Mao TseTung, entre otros. Así son realmente algunos de mis colegas, hombres y mujeres que ya no desean dar clases; nada de eso, ellos son especiales, desean dedicarse a la investigación, que la universidad les trate de modo especial, como se merecen: viajes al extranjeros, años sabáticos, permisos remunerados, oficinas personales, equipos de computación y todo lo necesario para investigar, investigar, investigar y al final, entregan la mismas tesis de siempre, o en el peor de los caso,  compran una tesis, publican el artículo ajeno; se compran el disimulado prestigio: un traje, una toga especial, condecoraciones, botones por todas partes y una mente en blanco. Aunque obtengan un triunfo aparente son la negación de la mayoría que trabaja día a día en la formación de los futuros educadores del país.

Se trata de una academia sin compromiso, de un ejercicio docente sin vida, solamente buscan dinero y aplausos, lo demás carece de sentido para ellos, si tienen que pisotear, lo hacen; si tienen que mentir; entonces, mienten. Una de esos personajes me juró porfiadamente que leyó la Crítica de la razón pura,  mientras esperaba la llegada de su padre en el aeropuerto de Maiquetía; otro profesor me recomendó, lo que a su juicio era el libro de metodología más fácil, el Discurso del Método, ahí, según él, se encontraban los pasos a seguir: planteamiento del problema, objetivos generales, objetivos específicos, justificación, límites, alcances, población, muestra, conclusiones y recomendaciones. Él me aseguró que conoció a René Descartes, quien era un profesor del doctorado en Maracaibo. A Dios gracias se trata de una ínfima minoría. La educación es compromiso real, es sacrificio. La filosofía y la Esperanza es un camino difícil de compromiso y de servicio desinteresado. La conciencia que se forja entre el compromiso y la lectura se inicia en la Esperanza y en la verdadera Liberación personal, comunitaria, social y de la nueva humanidad.

En el fondo se trata de profesores cuya formación ha sido ajena a los contenidos tradicionales de la Filosofía Occidental, en donde se enseñan asignaturas como: Lógica, Ontología, Metafísica Aristotélica, Ética, Moral, Antropología Filosófica, Teoría del Conocimiento, Filosofía de la Ciencia, Filosofía de la Educación, Epistemología, Historia de la Filosofía, y las diferentes corrientes del pensamiento filosófico de la cultura occidental, que son realmente las fuentes de nuestra academia, modo de ser y de pensar.

Estoy convencido que la cultura no es cuestión de “parecer”, “yo opino”, “me gusta”, “no me gusta”. Generalmente se trata de opiniones caprichosas, se parecen a esos peces del océano que son tan originales que se la pasan gritando: “no me gusta el agua salada”, “no me gustan la escamas”, “no pienso que sea justo esa ponedera de huevos”, “mejor es la vida de los halcones machos”. Se nace y se pertenece a una cultura determinada; y esa cultura conforma los elementos esenciales de nuestra realidad: lenguaje, modo de caminar, de comer, de estudiar, lo religioso. Para bien o para mal pertenecemos a lo que se llama la Cultura Occidental. La formación filosófica se da dentro de esa cultura, así de simple. La realidad latinoamericana da un matiz propio y original a la tarea filosófica; pero sin obviar sus raíces occidentales.

Ah, he aquí el problema, la lectura de la filosofía tradicional, de la cultura occidental no es sencilla, no son lecturas de fácil consumo, no se trata de libritos de bolsillos para leer mientras se comparte un café. Es decir, para adentrarse en la filosofía tradicional hay que ser serios, dedicarle la vida, pero de verdad, son horas y horas enteras de arduo trabajo intelectual.

La filosofía no se reduce al conjunto de libros esotéricos que tratan sobre cristales, adivinanzas, psicología de movimientos corporales. Claro, lo que ocurre es que a veces se leen los textos de la filosofía tradicional y no se entiende nada o tal vez, muy poco. Leer filosofía no una tarea agradable, como ir de compras, tomar cervezas y bailar. El estudio real de la filosofía es extremadamente exigente. ¿Quién puede afirmar que leer y comprender la Metafísica de Aristóteles sea una tarea fácil y divertida? ¿Cómo hacer dinámicas grupales para entender la ontología de Nicolai Hartmann?, ¿acaso son placenteras las lecturas de las obras de San Agustín, Santo Tomás, Hegel, Marx, Kant, Husserl, Heidegger y muchos otros autores?

¡Claro!, en la cultura del mercado y consumo masivo, sería demasiado difícil comercializar una película sobre la Metafísica de Aristóteles, el idealismo de Platón, o sobre la Crítica de la razón pura, escrita por Kant. De seguro, no bastaría con una campaña publicitaria señalando las ventajas en cuanto a la formación cultural que dejaría en el público general, los argumentos y las reflexiones filosóficas de los protagonistas; simplemente, porque las reflexiones verdaderas y la formación cultural no se venden, lo que se vende es lo bonito, bueno y barato. Por ejemplo, si la película se titulara “la homosexualidad salvaje de Platón y Aristóteles”, y se presentan escenas pornográficas sería todo un exitazo, pedirían a gritos una segunda parte; y se crearía toda una secuencia de películas sobre los filósofos griegos.

Asimismo, lo más rentable sería escribir historias ficticias “basadas en hechos reales”, se pueden hacer películas desde la fantasía y la imaginación sobre las aventuras de los caballeros templarios, las brujas de la Edad Media, el mago Merlín, y cualquier otro invento con ropaje de historia real. Tal vez, se estén realizando algunas películas: “Verdaderas enseñanzas de Jesús”, “el satanismo en la Iglesia católica”, “los oscuros secretos de los papas”, “el dios gato”, “la serpiente venida del cielo”, “el martillo de los dioses blancos”, “el cristal mágico del tigre tuerto”, “el astuto cocodrilo”; en definitiva, lo que se vende son las rarezas y supersticiones promovidas desde las mentes mercantiles de los gerentes de la Nueva Era, quienes disfrazan sus intereses de ganancias económicas, en una fachada mítica.

En consecuencia, la verdad epistémica, la verdad moral poco importan, no tendría ningún sentido plantearse la veracidad o la falsedad de los criterios epistémicos, o de los juicios morales. De hecho, ya poco interesaría el problema de la objetividad o subjetividad de los conocimientos científicos, carecería de sentido plantearse el problema de la trascendencia o de la inmanencia de los valores, daría lo mismo la universalidad de los valores o el relativismo personal de los valores. En el fondo, el problema de la existencia de Dios no tendría mayor importancia para ellos; Dios ha sido convertido en un bien de consumo, si te agrada, cómpralo, te vendemos el mejor de los dioses, uno que sea adaptado a tus caprichos; si no quieres a Dios Padre, Creador del Cielo y de la Tierra; no hay problemas, también se te puede vender una energía universal, natural, impersonal, que le ofrece esa luz brillante a tu mente, convirtiéndote en parte de la “fuerza” del universo, que te da poderes mágicos y especiales, para que puedas elevarte por encima del común de los mortales.

Así, pues, desde esta realidad mercantilista, según el límite de tu cuenta bancaria en dólares, así sería tu elevación espiritual: puedes comprar dioses imperialistas, extraterrestres, y también sus dioses mulatos, indígenas, malandros y todos dispuestos a venir del más allá a continuar con el proceso de liberación de cada fiel.

En fin, desde la cultura del Mercado, la meta consistiría en vender a como dé lugar, obtener el mayor nivel posible de ganancias económicas; por eso, la cantidad de dólares que se obtengan por la venta del libro, determina el nivel de sabiduría espiritual de los textos. No exagero, si el libro, la película, lo que sea, se vende; entonces, allí hay sabiduría especial, de la que gusta, de la enviada por seres divinos a través de sus elegidos. ¿No me creen? Veamos, ¿cuántos libros de ontología se venden?, ¿cuántos de historia de la Iglesia?, ¿de teología moral?, ¿de antropología filosófica? ¿Cuál escritor se ha hecho famoso escribiendo sobre tratados del dogma cristiano?

Está bien, cambiemos de temas. ¿Qué escritor se ha hecho famoso escribiendo sobre la historia del marxismo?, “la historia del mercado”, “la vida y obra de Cristóbal Colón”, “la física nuclear”, “los nuevos descubrimientos de la química”, “la literatura y la ecología”. Pareciera que el conocimiento científico, filosófico, teológico, literario, histórico, entre otros, están condenados a los basureros y a los rincones más amarillos y olvidados de las bibliotecas moribundas, que sobreviven como reliquias húmedas, como gusanos que huyen de la sequía. El saber se esfuma entre los discursos de vendedores del nuevo milenio.

Por otro lado, los autores de estos libros de fácil consumo se sienten elevados y sucesores de los grandes sabios de la humanidad. En serio, ellos se creen sabios, y si el libro escrito sobrepasa el millón de dólares en ganancias, estos autores se visten, caminan y hablan como seres del cielo, avatares, ángeles encarnados superiores al resto de los mortales. Y si el libro tiene que ver con “alternativas liberadoras”, igual, se creen salvadores de los pobres, a estos liberadores nada les cuesta vivir muy cómodos, como profesores de universidades importantes; ninguno de ellos, en la actualidad vive en barrios, o se encuentran organizando sindicatos de obreros o viven entre los campesinos de Cuba. Ellos son cómodos y “burguesitos” que escriben sobre la “miseria en América Latina”.

En realidad, estos “liberadores” escriben bien, con profundidad; pero, siguen repitiendo lo que oyeron, tocaron, sintieron desde hace muchos años; y muy pocos de ellos han tenido el valor de despertar, prefieren seguir viviendo tan cómodos y tan consumidores como cualquier otro intelectual burgués del “imperio”. Y los intelectuales de izquierda, que todavía no se han montado en el barco del placer consumista, andan vendiendo “alternativas” en Venezuela, Ecuador, Argentina a ver qué consiguen; aceptan lo que sea, desde un cursito de postgrado de 8.000 Bs (8 dólares), hasta un “centro de investigación contra la dominación y el coloniaje”, y adulan a sus líderes, a ver quién quita y les cambien de vida con algún carguito burocrático, y tal vez, hasta se ganen una visa yanqui, así son ellos. Y Dios quiera de verdad, que yo esté generalizando y exagerando.

En cuanto a la formación cultural en el Mercado del nuevo mileno, resulta que el misterio se vende, las leyendas se venden, los cuentos de hadas se venden, los secretos de las pirámides se venden, la historia de los extraterrestres que vienen de otras galaxias, que se presentaron como dioses se venden, los viajes al pasado y al futuro se venden, la magia se vende. Por supuesto, lo raro se vende. Cuando el Mercado es la fuente del saber se destruyen las bases mismas de la cultura de la humanidad, para que surja la anarquía humana y espiritual; entonces, todos tendrán que rendir culto al dios dólar, fuente espiritual de algunas sabidurías de estantes del nuevo milenio.

En lo esencial, una cuenta bancaria en dólares sería la garantía de la salvación eterna; si no posees dólares, miles de dólares, millones de dólares, entonces, tendrás que vivir en el infierno, rodeados de todos los empobrecidos y miserables; serás uno de ellos para toda la eternidad, bien seas revolucionario o demócrata; al final, te espera una larga cola, a ver si por casualidad sobra un paquete de harina de maíz, un pote de leche, un kilo de carne, un jabón para quitarse el olor a miseria y abandono.

 Así, pues, toda esa literatura del nuevo milenio que ataca lo más tradicional del pensamiento de la humanidad occidental, amenaza con destruir la conciencia personal y comunitaria, y nos está llevando lentamente a la anarquía del pensamiento: “todo vale”; al más profundo relativismo moral, a la esclavitud y a la dictadura de la mayoría sometida por focos muy personalizados y concretos de pequeños y grandes imperios o reinados personales y hereditarios. De corazón les digo a todo pulmón: Las promesas de cualquier religión o filosofía de estante es un fraude.

Sin saberlo, el nuevo milenio parece ser un remolino que nos devuelve al tiempo de las monarquías. Los actuales príncipes son tan caprichosos y destructivos como el Nerón de la antigua Roma, estamos en las manos seductoras de los amos del Mercado; ¿no lo creen?, ¿quién puede vivir sin un celular?, ¿para qué es el viagra?, simplemente para poder prolongar unos cuantos años la capacidad de sexualidad en la cama. De hecho, prolongar el placer sexual del existir, parece ser la verdadera propuesta de fundamento antropológico y del sentido de la vida de imperialistas y revolucionarios.

 Es decir, según la antropología del mercado, si la vida no es placer sexual; entonces, mejor sería morir que vivir una vejez inútil y vacía, tratando de no sufrir los dolores de un cuerpo que se hunde en el tormento infernal de las enfermedades y sus fármacos; entre más envejeces, más dolor, menos placer y más píldoras. De hecho, en una sociedad sin compromiso, sin esperanza…, la vejez es el infierno.

 

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El problema consiste en la esencia misma de la Filosofía de la Esperanza frente a la Filosofía de la Muerte de las falsas revoluciones y de la cultura del Mercado. La Filosofía molesta, cuestiona, exige, no es fácil, no se aprende el contenido de toda la Filosofía clásica en talleres, diplomados, seminarios, encuentros académicos; tampoco, se aprende filosofía leyendo uno que otro libro de Edgar Morin. Aprender los rudimentos propios de la filosofía lleva años de estudio formal, en universidades especializadas en el área filosófica, igual pasa con la medicina, la ingeniería, el derecho, y todas las áreas y carreras universitarias. De profesores formados en Filosofía ha existido y existen muchos ejemplos dignos en esta Facultad de Educación y de modo especial, en el Departamento de Filosofía; profesores realmente comprometidos, que publican y que enseñan. Estos ejemplos de vida entregada a la enseñanza de la Filosofía son personas sencillas, cuya presencia siempre ilumina, sus enseñanzas siempre han sido de aliento, desde la formación cultural adecuada que ha sido fuente de verdadera formación de los futuros educadores de los niños y jóvenes venezolanos.

 Algunas veces pienso, que ellos se sienten caminando por la vida, dedicados a la enseñanza de una asignatura que les ha dado sentido a la propia existencia. Es decir, predican. Entonces, en la misma conciencia cotidiana del profesor de Filosofía, comienzan a surgir la esperanza y liberación como fuentes de los contenidos filosóficos; el interés se hace vida, el compromiso crece en la intimidad como una luz que fortalece la identidad vital con la Filosofía del encuentro real y fraternal con el Otro.

En el vivir real y cotidiano de cada uno de estos profesores crece el acercamiento hacia la ontología, la ética, teoría del conocimiento, historia de la filosofía, metafísica, todo lo que aprendió en sus años de formación juvenil. A veces, cuando el cansancio invade las venas de estos profesores, comienzan a recordar viejas y lejanas anécdotas vividas en los tiempos de estudiantes,  o en sus primeros años de educadores, y las comparten con los profesores jóvenes, que nos miran como deslumbrados, entretenidos. Y de pronto, surge la energía académica y el deseo de producir y de enseñar como una necesidad existencial que da sentido trascendental a la vida misma. Y la filosofía comienza a volar como las gaviotas que aparecen tras los veleros que navegan hacia horizontes de esperanza. La Filosofía es vida y esperanza que se transmite de mano a mano, de corazón a corazón.

Sin embargo, en la actualidad existe el peligro de que la filosofía se haga “ciencia positiva” en manos de algunos sociólogos y psicólogos. En el universo académico, las llamadas ciencias sociales están despedazando a la filosofía. Parece una revancha de ultratumba del fallecido marxismo  ortodoxo, ya nadie es filósofo, todos son científicos sociales. Lo repito: científicos sociales. Para el Mercado las reflexiones de Noam Chomsky son científicas, valederas; por el contrario, la Ética de Spinoza sería un montón de palabras sin importancia.

Efectivamente, para los académicos del nuevo milenio, la debilidad de la filosofía consistiría en su aparente inutilidad, dado que no resuelve problemas inmediatos, no beneficia la situación económica de una persona. Entonces, parece que leer textos filosóficos sería una pérdida total de tiempo, ni siquiera nos liberaría de los fantasmas y demonios imaginarios. Además, los contenidos de los libros de filosofía no son de fácil lectura, da la impresión de que están escritos para una élite de seres extraterrestres, sin espacios, sin tiempos. Para el Mercado, y sus fundamentos pragmáticos y positivistas, la filosofía consistiría en tratados antiguos que no dicen nada y hablan de todo, ¿qué es el Ser?, y al final no hay respuesta, el Ser es el Ser, la Ontología estudia al Ser en cuanto Ser. Sin embargo, estos profesores de Filosofía, que veo en estos pasillos, son personajes sencillos, jóvenes y no tan jóvenes, profesores que llegan, profesores que se van…, todos ellos educadores por excelencia, formados adecuadamente para ser formadores; y son gente normal que han vivido a plenitud la Filosofía de la Esperanza y la han predicado.

Lo que realmente pasa, es que los contenidos de los análisis filosóficos poco tienen que ver con el arte de “ganar amigos”; entre otros lemas.  Es decir, para algunos científicos positivistas y pragmáticos, la filosofía se vive como lo más inútil, no sirve, no está en función de solucionar problemas, no produce ganancias económicas, no es divertida, no es un deporte, ni siquiera es una religión, no es un juego virtual, no es un contenido psicológico de autoayuda. Entonces, para ellos, la filosofía es valorada como una basura de hojas amarillentas.

El Mercado quiere una filosofía para el hombre del éxito. He aquí la palabra clave “éxito”. En efecto, “éxito, luego existo”. El mensaje se repite millones de veces a través de cualquier medio publicitario. Claro, las leyes de compra y venta establecen que solamente en el Mercado se encuentran los secretos del éxito. Por ello, quienes hacen colas para sobrevivir son la negación del sentido de la existencia, son unos “perdedores”; los perdedores de siempre, los que nacieron para perder, los que nunca han ganado nada, los que han sido burlados por los dictadores y traidores de siempre. Entonces, el Mercado determina el Ser en tanto Ser. Mercado y Pensamiento son una misma realidad. El Mercado es el “sacerdote” del nuevo milenio y de las nuevas revoluciones. El dólar es el néctar sagrado y adorado por todas las sectas del éxito.

 En cierto modo, siento que en la conciencia existencial de muchos alumnos y profesores, la filosofía es una alternativa de formación hacia una vocación de servicio y compromiso. Me consta que muchos profesores y alumnos que he conocido en estos largos años, se identifican con la Filosofía, la defenderían como una asignatura esencial en la formación de los futuros profesionales que necesita la Patria. Sin embargo, no hay tiempo para el descanso, para el descuido. Las leyes del Mercado y de los dictadores ha sido clara; la ecuación es sencilla: es útil, luego importa. Es decir, la Filosofía de la Liberación y de la Esperanza siempre es un peligro o un estorbo para la antropología del Mercado y para la antropología de los dictadores.

Las asignaturas filosóficas están dirigidas a responder interrogantes existenciales, tales como: ¿Cuál es el sentido de la vida?, ¿qué finalidad se persigue con el proceso educativo?, ¿qué persona se quiere formar?, ¿qué significa ser educador?, ¿vale la pena dedicar toda una vida al servicio de la educación?, ¿cómo soportar el peso de la rutina propia de la tarea educativa?, ¿cómo vivir sin ser apreciados profesionalmente por nuestros vecinos?, ¿ser educador es optar por una vocación de servicio social a favor de los más necesitados y desprotegidos de la sociedad?, ¿existe revolución  a favor de los más necesitados en Venezuela?, ¿estamos condenados a la vida de miseria?, ¿existe alguna esperanza ante esta situación difícil que estamos viviendo?, ¿hacia dónde vamos como sociedad?, ¿se trata de salvarse a sí a como dé lugar, sin importar la suerte de los demás?, ¿hasta cuándo nos seguirán hipnotizando con el retrato de un muerto?, ¿qué significa hacer filosofía desde una universidad venezolana?, ¿Y Dios?, ¿Dios ha muerto?

 La filosofía cuestiona y llega hasta los tuétanos de la propia existencia cotidiana, nos señala los misterios de la vida. La filosofía nos asusta, nos abre las puertas de lo desconocido y profundamente oscuro, nos muestra el rostro de la liberación, de la esperanza y también el rostro de la muerte. Ese es el verdadero motivo por el cual se le condena al olvido, al rincón de lo indeseable, a la papelera del baño. Cuando la filosofía cuestiona, se acerca a nuestra conciencia, no nos deja dormir tranquilos, nos va consumiendo y se comienza a evaporar todo signo de comodidad, y surge el educador que se compromete con una vida plena, para sí, para la comunidad, para sus alumnos, para su Pueblo, para la humanidad.

De no ser así, la vida se convierte en la feroz batalla contra el Otro, contra el enemigo. El rival, el diferente, el otro sería el obstáculo. Según la antropología de la muerte, en el nuevo milenio, nada debe cuestionar la lucha por el tener, solo importa lo útil, lo que produce placer, lo que ayuda a acumular cosas. Por eso, la filosofía de la Esperanza que cuestiona y concientiza se hace un estorbo para cualquier dictadura. La ideología que  impulsa a pisotear a todos los enemigos se hace  religión que esclaviza y lleva a la muerte.

¡Escucha educador, Que escuchen todos los hombres y mujeres de la  Tierra, el Señor es nuestro Dios, el Señor es el único Dios, ámenlo con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente, con todas las fuerzas!

 

 



[1]  Licenciado en Educación mención Filosofía (UCAB), Especialista en Educación Superior (UC), Magíster en Desarrollo Curricular (UC). Doctor en Educación (UC).  Obras publicadas: “Ética, locura y muerte”, “Ética, locura y muerte (segunda parte)”, “Reflexiones elementales en torno a la ética”, “En torno al conocimiento”, “trascendencia”. “La Filosofía de Cerca”, "Màs allá del ateísmo de Edfgar Morin".

 


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