EN TORNO AL CONOCIMIENTO (LIBRO)
AUTOR: Gerardo Barbera
PRESENTACION
Estoy
convencido de que elaborar un texto de filosofía es una tarea muy
problemática, ya que es difícil hablar de “objetividad”, “datos ciertos”,
“hechos comprobables”. Por otra
parte, la Filosofía no se reduce a una
cuestión de “opinión personal”, como quien dice: “cada cual tiene su propia
filosofía”. Las cosas no son tan sencillas. Hacer filosofía no es tarea que se
resuelve en una conversación de borrachos, o basta leer una “Atalaya”, para ser
un filósofo, se necesitan años de camino
en esta disciplina, con actitud seria y comprometida, con mucho amor al
saber, con una vocación profunda de
encontrar la Verdad, o de acercarse lo más posible. Al respecto, Hessen presenta un comentario de Hegel muy interesante:
Hay una frase de Hegel que apunta al esclarecimiento de este hecho y
que aun hoy vale la pena tomar en consideración: “Esta ciencia tiene la mala
suerte de que aun aquellos mismos que nunca se han ocupado de ella se imaginan
y dicen comprender naturalmente los problemas que trata, y ser capaces,
ayudados de una cultura ordinaria, y en especial de los sentimientos
religiosos, de filosofar y juzgar en Filosofía. Se admite que, respecto de las
demás ciencias, sea preciso haberlas estudiado para conocerlas, y que sólo en
virtud de dicho conocimiento se esté facultado para formular un juicio sobre
ellas. Nadie duda que para hacer un par de zapatos es preciso haber aprendido y
ejercitado el oficio de zapatero, aun cuando cada uno de nosotros tengan la
medida de su zapato en su propio pies, y tenga manos, y con ellas la
habilitación natural para dicho oficio. Sólo para filosofar no se necesitará ni
estudio, ni aprendizaje, ni trabajo... (p.12)
¿La Verdad?, este es el problema
central del saber en general, particularmente, de la Filosofía, y la parte de la Filosofía que estudia este
aspecto del saber, “el conocimiento verdadero”, es la Epistemología, que
procura responder a la pregunta sobre el criterio del saber “científico”. Se
trata de fundamentar la posibilidad del conocimiento verdadero, o la
imposibilidad de éste.
No es una cuestión caprichosa, o una simple
creencia. La Filosofía cuando abarca el
tema del conocimiento, busca los
criterios por los cuales se afirma que un conocimiento particular es verdadero
o es falso, lo que en el fondo establece la postura gnoseológica en cuanto a la
posibilidad del conocimiento verdadero, y arroja cierta luz sobre la postura
fundamental de la propia existencia. En el problema de la Verdad se resuelve el
problema sobre el sentido de la vida, “ el hombre es un animal racional “.
En este trabajo, no se tiene la intención de
crear nuevas y originales formulaciones ante el problema fundamental del
conocimiento, ni siquiera el de exponer ideas “profundas”, con el lenguaje “más
preciso”, se pretende, simplemente, ofrecer un texto, como cualquier otro, sin
pretensiones de grandezas; pero con la
difícil misión de explicar, de la manera “más sencilla” posible, las diferentes
posturas epistemológicas, o las diferentes Teorías del Conocimiento que se han
presentado a lo largo de la historia de
la humanidad, por lo menos en Occidente, a bachilleres, estudiantes de
Educación, que tal vez, nunca han escuchado la palabra “Epistemología” y que
por primera vez en su vida asisten a una clase de Filosofía.
Por lo tanto, no se persigue la
creación de un “tratado completo” sobre Epistemología, ni presentar las tesis
más avanzadas y complejas sobre el tema, simplemente, se analizarán algunos
puntos centrales, que le permitan al
alumno que se inicia, la elaboración de un esquema que le facilite la
comprensión de la asignatura y su relación con todas las demás asignaturas del
pensum de estudio, de tal manera, que pueda integrar las variadas parcelas del
saber dentro de las diferentes corrientes epistemológicas. Y situarse, con
propiedad y madurez, ante las propuestas del mundo de la ciencia, y pueda
adquirir los fundamentos esenciales, que le ayuden a enfrentar los
interrogantes existenciales más profundos.
Por otra parte, se presenta un
material que inicia, un trampolín, que sólo tiene sentido en cuanto se
convierte en motivación hacia el campo
de la investigación. Sería negativo que este material se convirtiera en un
texto completo, suficiente, lo necesario para “pasar la materia”, o para dar
una clase.
El adquirir un esquema del conjunto de
las diferentes corrientes epistemológicas, no se puede lograr con la simple
lectura de un texto, esto es sólo el principio, se requiere de una fuerte dosis
de interés por los temas tratados, que impulse hacia la investigación; o mejor,
hacia el hábito de la investigación, una fiebre desenfrenada, que se convierta
en un problema existencial, que no deje jamás descansar el pensamiento en la
estructura fija de una determinada postura filosófica, sino que lleve a la
superación de cualquier dogmatismo, en un compromiso únicamente con la Verdad.
El peor alumno, es el conforme, el que
cree que todo acaba con el examen final, el que piensa que la única meta es
graduarse, y que ve en las diferentes asignaturas los obstáculos, que una vez
superados son historias.
El hombre es un ser insaciable de
conocimientos, necesita conocer. La búsqueda de la verdad no es un trabajo, es
una necesidad vital, imposible de postergar, no se puede ser neutro ante el
mundo que nos rodea. La vida del hombre es un interrogante perenne. No sé si el
hombre es un “espíritu encarnado”, un “cuerpo animado”. Lo menos que se puede afirmar del hombre es que
es una “materia que piensa”, y cuando este derecho de pensar le es arrebatado,
ya no queda hombre de quien hablar. De
tal manera, que el verdadero hombre es el eterno alumno en búsqueda de
la Verdad.
EL
PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO
El problema del conocimiento tiene su punto de partida, en el hecho
gnoseológico, que define el ser y el
límite del conocimiento del ser humano, y
que puede ser anunciado con la
siguiente afirmación: “ES IMPOSIBLE TOCAR LO QUE VEMOS “. Así de sencillo, si
se logra explicar el significado de esta frase, la mitad del camino estaría
recorrido, ya que todo lo que se presente después, serían las diferentes
respuestas al problema del conocimiento. Es decir, para comprender lo que se
estudia, hay que conocer la situación problemática, o el hecho que da origen al
problema que se pretende analizar. Y por
supuesto, hay que comprender la pregunta
que orienta y da sentido a todo el estudio.
La comprensión del problema es
fundamental en el camino del conocimiento. Por esta razón, los esquemas de
investigaciones actuales, tanto en los proyectos, como en las tesis, siempre se
comienza con el “Planteamiento del Problema”. Lo mismo se hará aquí,
plantearemos el problema con la siguiente pregunta: Si no podemos tocar lo que vemos, ¿qué valor
tiene nuestro conocimiento de la realidad?.
Trataremos de ir avanzando desde lo
más sencillo y general, a lo más complejo y particular. En primer lugar, todos
los seres vivos tienen una tarea que les unifica en un mismo movimiento
dialéctico en relación con el medio ambiente, que además, les identifica y define, precisamente como
seres vivos: sobrevivir. Lo que puede traducirse como “mantenerse vivos”. Todas las actividades de
los seres vivientes giran en torno al
objetivo de mantenerse vivos. La Vida es el valor fundamental, y la muerte la
desgracia más grande.
En el hombre, las actividades con
miras a mantenerse vivo están dirigidas por el sistema nervioso central,
principalmente por el cerebro. En tal sentido, Diane Papalia, ofrece un
comentario interesante:
“Un tema muy popular en las historias de ciencia-ficción es el
trasplante de cerebro de una persona al cuerpo de otra. La razón de que este
argumento resulte tan atractivo se halla en la pregunta: ‘¿Quién es esta
persona? ¿El cuerpo o el cerebro?’. La casi invariable conclusión es: el
cerebro gobierna el cuerpo. Lo podemos ver en nuestras vidas diarias. Por
ejemplo, este pequeño órgano arrugado es el que nos ha despertado esta mañana,
el que nos ha permitido reconocer dónde estábamos, el que nos hizo salir de la
cama, mover brazos y piernas, recordar que teníamos una clase y cómo llegar a
ella, entender las palabras que hemos estado escuchando y leyendo y formular
nuestros propios pensamientos originales enriquecidos en palabras. Este órgano
nos dice cuándo estamos contentos, tristes, asustados, enfurecidos o dominados
por cualquier otro sentimiento”.
(p. 16)
Tanto es así, que se puede decir,
que el cerebro necesita estar vivo, y controla a todo el
organismo para tal fin. No es que el cuerpo humano está vivo gracias a la
actividad ejercida por el cerebro, es todo lo contrario, es el cerebro quien se
mantiene vivo gracias a la actividad de todo el cuerpo humano.
El cerebro humano es el misterio más profundo
con que el hombre se ha encontrado, tal vez porque resume en sí mismo el
secreto del pensamiento y el encuentro entre el sujeto y el objeto, o quizás
porque entre sus neuronas se encuentra el secreto de la vida. Con razón, el
profesor Juan David García Bacca, en su libro, “Elementos de Filosofía”, nos habla del misterio del funcionamiento del
pensamiento:
“Durante siglos y siglos el hombre ha estado ‘viendo’, y con todo
hasta no hace mucho no ha sabido cómo está hecho el ojo; está el hombre
discurriendo con el entendimiento desde miles de años, y todavía no sabemos
seguramente cómo funciona ese aparato que es el pensamiento” (p.33)
La relación con el medio ambiente es
la actividad fundamental por medio de la cual todos los seres vivos logran mantenerse con vida sobre este planeta. Barragán
Linares, plantea la relación con el
medio ambiente, como algo que va más allá de lo racional, como algo que define
la existencia en todas sus dimensiones:
“Cuando hablamos de nuestra actividad cognoscitiva estamos
implicando no sólo nuestro modo de vivir sino, ante todo, la manera como nos
relacionamos con el mundo que nos rodea” (p.13)
Es el medio ambiente la fuente de toda “la comida”, así de sencillo. Y esto es
lo que el cerebro humano le exige al cuerpo, para esto lo controla y lo dirige,
para relacionarse con el medio ambiente. Desde este punto de vista puede
interpretarse toda la estructura y la actividad del cuerpo humano.
¿Qué son los sentidos? : son
receptores de estímulos a través de los
cuales la persona, encerrado en su intimidad, se relaciona con el medio ambiente, sin salir
de sí. O tal vez, como lo señalaba el viejo espiritismo, el alma encerrada en
el cuerpo veía las imágenes de la realidad en el cerebro, como lo afirma, Allan
Kardec, en su obra "el libro de los Mediums”:
Llegadas las imágenes del cerebro por los ojos, dejan en él una
impresión, que hace que se recuerde un cuadro como si se tuviese delante, pero
esto sólo es cuestión de memoria, porque no se le ve; pues en cierto estado de
emancipación, el alma ve en el cerebro y encuentra en él estas imágenes...”
(p.45)
De tal manera que no vemos con los ojos, ni
oímos con los oídos, ni sentimos con el tacto, ni saboreamos con el gusto, ni
olfateamos con la nariz; todas estas actividades las realiza el cerebro. En
cierto sentido, es el cerebro quien ve, oye, siente, saborea y huele, todo esto
a través de los sentidos. En su obra, “ La esencia de la naturaleza humana”,
hablando del sentido de la vista,
Cosgrove Markp, afirma:
Las células de alguna manera,
combinan su información para proyectar imágenes en la corteza visual. De modo
que el cerebro podría compararse con una pantalla de televisión en este caso,
donde las últimas células de la corteza visual muestran lo que el ojo ha visto,
con pequeños cambios producidos por la interferencia y ampliación procedentes
de la memoria y de las zonas del cerebro que concentran la atención (p. 31)
Una lesión en el sistema nervioso central hace inútil a cualquiera de
los sentidos; es decir, el órgano de la vista puede estar en perfectas
condiciones, pero una lesión cerebral nos puede dejar ciego.
Se podría objetar, que de nada sirve
un cerebro en perfectas condiciones si el pobre hombre perdió los ojos en un
accidente, esto sólo significa que el cerebro no puede ver porque le dañaron el
órgano que utilizaba.
Es como decía un coronel a la tropa con motivo
de un accidente en donde resultó un soldado muerto: ”No es el fusil el que
mata, es el hombre”. El fusil sin el hombre, es sólo un pedazo de metal.
El cerebro es el “dónde” se toma conciencia de
la realidad. La toma de conciencia, que es el verdadero ver, es un proceso que
se da en la intimidad de la persona, La profesora Papalia, en su libro,
“Psicología”, recuerda el proceso de la percepción visual:
El maravilloso órgano conocido como ojo humano es una esfera que
contiene diversas estructuras. Veámoslas repitiendo el camino que sigue la luz
cuando entra en el ojo.
Primero, la luz pasa a través de la córnea, el tejido transparente
que se encuentra delante del ojo. La
córnea está constituida por el mismo material que la esclerótica, la parte
blanca exterior del globo ocular, pero es transparente debido a la forma en que
están ordenadas las moléculas cornéales. La esclerótica, “la piel” del ojo,
contiene receptores para presión, temperatura y dolor.
La luz entra después en la cámara anterior del ojo, situada
inmediatamente detrás de la córnea y delante del cristalino. Esta cámara está
llena de un fluido llamado humor acuoso; que ayuda a alimentar la córnea y que
continuamente es secretado, liberado y repuesto.
Tras haber pasado por la cámara anterior, la luz entra en la cámara
que hay justamente detrás de ésta a través de una pequeña oquedad llamada
pupila, que parece un pequeño círculo negro. En condiciones de oscuridad la
pupila se dilata, para que entre más luz y se contrae cuando la luz es intensa.
El tamaño de la pupila es controlado por el iris, la parte coloreada
del ojo, un conjunto de músculos pigmentados que rodean la pupila. Una vez
aquí, la luz atraviesa el cristalino, una estructura redonda y elástica, que
enfoca la luz en una imagen proyectada a través del humor vítreo sobre la zona
fotosensible del ojo, la retina. El humor vítreo es un fluido claro que no se recicla como el humor acuoso, pero
permanece en el ojo durante toda la vida. El cristalino enfoca sobre la retina
de la misma forma las imágenes cercanas como las lejanas, proceso conocido como
‘acomodación’.
La parte más importante y compleja del ojo es la retina, formadas
por neuronas, células gliales y fotorreceptores, llamados bastones y conos.
Cada retina contiene aproximadamente 120 millones de bastones y 6 millones de
conos. La luz pasa a través de todas las neuronas antes de llegar a los fotorreceptores, donde
se originan las respuestas visuales. Estas se transmiten luego a través de una
complicada red de nervios a las células ganglionares. Cada ojo tiene
aproximadamente un millón de células ganglionares que llevan toda nuestra
información visual al cerebro. Los axones de estas células convergen en un punto
de la retina, conocido como disco óptico, y mandan impulsos al cerebro,
donde los mensajes enviados a través de
las células ganglionares son decodificados para saber qué es lo que vemos. (p. 78)
Por otra parte, es la persona quien
utiliza los pies para caminar, las manos para agarrar. No se ama, ni se odia
con el corazón, sino con el cerebro. En fin, todas las actividades del ser
humano son controladas por el Sistema Nervioso Central con el único fin de
mantenerse vivo. Pero el cerebro no mantiene contacto directo con el medio
ambiente, sino a través del cuerpo y de los sentidos, tiene que codificar e
interpretar las sensaciones que recibe del medio ambiente. Se puede decir que
el cerebro es un ciego y el cuerpo le hace de perro guía. Como lo da a entender
las profesoras Maritza Carpio y Nidia
Isturiz en su obra, “¡Mira! ¡Escucha! Y Contáctate con la P.N.L :
Cada uno de nosotros crea una representación, mapa o modelo, del
mundo en que vivimos. Este modelo, mapa o representación nos sirve para generar
conductas. No operamos directamente en el mundo en que vivimos sino que creamos
modelos o mapas del mundo... (p.34)
En todo acto de conocimiento siempre
están presentes, por lo menos, dos elementos: El Sujeto, quien realiza el acto
de conocer. Y el Objeto, lo conocido. Hartmann, plantea la misma situación:
En todo conocimiento se halla frente a frente un cognoscente y un
conocido, un sujeto y un objeto del conocimiento. La relación existente entre
ambos miembros es insuprimible y ostenta el carácter de mutua separación originaria, o trascendencia.
(p. 34)
Hessen Juan, plantea la misma
situación, como esencial al acto del conocimiento:
En el conocimiento se hallan frente a frente la conciencia y el
objeto. El conocimiento se presenta como una relación entre estos dos miembros,
que permanecen en ella eternamente separados el uno del otro. El dualismo del
sujeto y objeto pertenece a la esencia del conocimiento. (p.11)
Como resultado de esta relación de
conocimiento, dentro del sujeto se forma una “imagen”, una reproducción mental
del objeto. En definitiva, el cerebro humano recibe estímulos del mundo externo
y elabora su propia imagen. Tal cual como lo afirma Huber
Carlos, en su libro “Crítica del saber”:
Con frecuencia el conocimiento se explica en este modo: tenemos en
nuestra mente una especie de imagen de las cosas. La cosa real está fuera de
nuestra mente, pero en nuestra mente hay una imagen de ella que hace sus veces
y es como su representación (p. 75)
Y como no se puede meter los objetos dentro
del cerebro, y quedar vivos para narrar la experiencia, resulta ser que la
mente humana siempre ve la imagen que ha formado y no al objeto directamente,
de tal manera que no podemos tocar lo que vemos, ya que siempre vemos solamente
la imagen interna, mientras que el objeto permanece fuera de la mente. Se
podrá, en tal caso, tocar al objeto del cual provienen los estímulos, eso nadie
lo duda; lo que no podemos tocar es lo que vemos, la imagen interna. La
profesora Maritza Carpio opina al respecto:
Los ojos son controlados de manera que cada uno envía información a
ambos hemisferios. La mitad izquierda del espacio visual es contemplada por el
hemisferio derecho y la mitad derecha es percibida por el hemisferio izquierdo
(p.37)
Por cuestión de “hábito de vida”, o a
fuerza de costumbre, siempre hemos identificado lo que vemos (la imagen), con
el objeto, ya que no se “experimenta” separación alguna, por el contrario, se
siente que no hay separación, y que
ambos son una misma cosa. Cuando veo una camisa, creo fielmente que estoy
viendo al objeto camisa tal cual es y punto; es decir, que estoy viendo la
camisa, y no una imagen de la camisa. Si
damos algunos pasos, y agarramos la camisa y se muestra a los demás, diciendo:
“esta es una camisa”. Estaríamos agarrando a un objeto que produce estímulos
con los cuales la mente elabora una representación o imagen, que es la que se
ve, y más nada.
¿Por qué siempre se ha pensado que
vemos al objeto y no a una imagen del mismo? Simple: porque no experimentamos
la elaboración de la imagen. Aunque en realidad no sea así, siempre la imagen
aparece de forma automática con el objeto, no sentimos el proceso de formación
de la imagen. Este hábito de identificar el objeto con la imagen es lo que se
llamó, durante los primeros siglos de la filosofía griega, “Conocimiento
Vulgar”, propio de la gente inculta, carente de sabiduría, que se conformaba
con lo que aparece, con la apariencia, y nada más. ¡Un conocimiento útil para
la supervivencia biológica. No será prudente
estar preguntándonos si la imagen de serpiente corresponde al objeto que
se mueve hacia nosotros, o esperar a que nos muerda para comprobar la
identidad!.
Ahora bien, en el proceso del
conocimiento, la mente humana es como un hombre que está sentado frente a un espejo y de espalda a una gran
ventana. La mente está condenada a ver
lo que ocurre del otro lado de la ventana mirando la imagen en el
espejo, no se puede hacer otra cosa. Si la imagen es igual al objeto, el conocimiento
es verdadero. Si la imagen no es igual al objeto, el conocimiento no es
verdadero. El profesor Teodoro Lascaris, plantea la situación de la siguiente
manera:
La Teoría del Conocimiento o EPISTEMOLOGIA se pregunta sobre el
conocimiento en general: ¿corresponde el pensamiento con la realidad o nos
engaña en sus datos? ¿Será o no una creación de la mente? (p.31)
¿Cómo puedo estar seguro de que la imagen es
igual al objeto?, o si se quiere, ¿Cuál es el criterio para afirmar que un
conocimiento es verdadero?, ¿Se puede establecer algún criterio para saber si
un conocimiento es verdadero?, ¿Cómo encontrar un puente entre la imagen y el
objeto?. Huber Carlos hace el mismo interrogante:
La Teoría del Conocimiento se ocupará de las relaciones entre los
neomas y los objetos. Esta relación entre el neoma y los objetos reales será de
correspondencia (verdad) o de discrepancia (falsedad) (p.33)
No es el momento de buscar respuestas a estos
interrogantes, lo importante es captar con toda la energía posible la
intensidad de las preguntas y de los interrogantes que nacen del hecho de que “ES IMPOSIBLE TOCAR LO QUE VEMOS”. ,
problema que generalmente ha sido llamado “problema del puente”, como lo indica
Verneaux, en su “Epistemología General”:
Pasar del pensamiento al ser, y especialmente demostrar la
existencia del mundo material. Este problema se ha llamado “Problema del
puente” (p.21)
A lo largo de la historia de la
humanidad se ha tratado de construir tres grandes puentes entre el mundo y la
conciencia:
La Fe: El Conocimiento Mítico.
La Razón Lógica: El Conocimiento
Filosófico
El Método Experimental: El
Conocimiento Científico
TIPOS
DE CONOCIMIENTOS
I
EL CONOCIMIENTO MITICO
La mentalidad mítica tiene como
particularidad el querer dar explicaciones de los hechos naturales a través de
causas sobrenaturales. El mundo natural es el de los objetos, el de la
naturaleza material, el de los fenómenos naturales, la realidad social, la
vivienda, el trabajo, etc. Cuando ocurre un hecho cuya causa no es evidente en
el mundo natural, y se recurre como explicación a una causa que esté más allá
del mundo natural, en una realidad
sobrenatural, se establece un conocimiento mítico. Como la causa del hecho
natural se encuentra en lo sobrenatural, entonces, no se puede ver, por lo
tanto se cree en su existencia. La Fe se convierte en el criterio del
conocimiento verdadero. En tal sentido, Barragán, afirma
Si echamos una mirada a lo que ha sido el desarrollo del pensamiento
humano nos encontramos con muchos intentos de explicación de fenómenos de la
naturaleza y del hombre que corresponden a nuestra sociedad precientífica. En
ellos, en efecto, encontramos
conocimientos que se estructuran sobre la base de poderes o fuerzas
sobrenaturales que en muchos casos son productos de su imaginación. (p.8)
Supongamos al hombre primitivo
tratando de explicar un fenómeno natural llamado “trueno”. De pronto, todo el
ambiente cambia, como por arte de magia, así de repente, sin motivo alguno,
como anunciando la llegada de algo o de alguien poderoso capaz de cambiar el
mundo. El sol desaparece, todo se ve cada vez más oscuro. Los animales se
alborotan, unas nubes negras aparecen y cubren el cielo, unas lágrimas
comienzan a caer. El viento se hace cada vez más salvaje, como si fuese un
ejército de espíritus locos, mientras que el pánico crece entre los ancianos de
la tribu. La lluvia se hace intensa y todos corren hacia la cueva a refugiarse
temerosos alrededor de una fogata improvisada. Una luz recorre el infinito y se
escucha un grito espantoso: ¡BOOOM!.
¿Qué es esa voz que se escucha en
medio de la tormenta? ¿Por qué produce tanto terror?. Ese inmenso sonido que se
escucha proveniente del cielo tiene que ser de alguien poderoso que está más
allá de las nubes. Y en el cielo, sobre las nubes, solamente pueden existir
seres que estén hechos de aire, de un aire especial, algo así como un gran
espíritu, que no muere como los hombres, ni como los animales, ya que existe
desde tiempos inmemoriales.
Es ese espíritu quien produce la lluvia, la
tormenta, los rayos, y su voz se deja escuchar en el trueno porque está bravo.
Conclusión: Cuando truena es porque los dioses del aire y de la lluvia están bravos. En el “Mundo de
Sofía”, Joestin Gaarden, propone un ejemplo semejante:
Seguramente habrás oído hablar de ‘Tor’ y su martillo. Antes de que
el cristianismo llegara a Noruega, la gente creía que Tor viajaba por el cielo
en un carro tirado por dos machos cabríos. Cuando agitaba su martillo, había
truenos y rayos. Cuando hay rayos y
truenos, también suele llover. La lluvia tenía una importancia vital para los
agricultores en la época vikinga; por eso, Tor fue adorado como el dios de la
fertilidad. Es decir, la respuesta mítica a por qué llueve, era que Tor agitaba
su martillo. (p. 26)
En el ejemplo anterior ocurre un fenómeno
natural: La lluvia y los truenos. Las causas de estos fenómenos no se ven a
simple vista. Tuvieron que pasar siglos para que la humanidad descubriera la
electricidad y las verdaderas causas de las lluvias y de los truenos. Sin
embargo, desde que el hombre es hombre, es esencialmente un ser que interpreta
e interroga constantemente a la realidad, no puede quedarse sin respuestas
antes los fenómenos que le rodean, tiene
por necesidad que buscarle una explicación a su mundo.
La mente humana solamente puede
descansar cuando encuentra una respuesta, sin importar la naturaleza de la
misma. Por lo tanto, si no ve la causa del fenómeno, si no encuentra en la
naturaleza las respuestas a sus interrogantes, los busca en cualquier parte, en
otra “naturaleza”, lo importante es encontrar una respuesta, y si no es en lo
natural, entonces, en lo sobrenatural. Guillermo Fraile, lo señala en pocas
palabras:
El animismo, el fetichismo, el totemismo, la mitología, etc., son
formas primitivas de dar una respuesta a los fenómenos de la naturaleza,
buscando sus causas y su explicación. (p. 54)
En el caso que nos ocupa, la respuesta
a las causas de la lluvia y del trueno fue encontrada en seres que vivían más
allá de las nubes, y que no morían porque estaban hechos de un “aire
misterioso”, que les daba poderes extraordinarios: los dioses de la lluvia y del trueno.
La furia de estos dioses
sobrenaturales era la causa y la razón de las lluvias y de los truenos. En
definitiva, un hecho natural como la lluvia y los truenos son explicados a
través de causas sobrenaturales, como la furia de los dioses, por lo tanto se
trata de un conocimiento fruto de la mentalidad mítica. El profesor Lascaris
señala acertadamente:
Para los hombres y pueblos primitivos, la explicación de los
fenómenos celestes es de carácter mítico o astrológico. Los atribuyen a genios,
espíritus, almas, demonios, animales, monstruos, ángeles, etc., o a fuerzas
cósmicas que predeterminan los acontecimientos de los pueblos o los destinos de
los hombres. (p. 44)
¿La mentalidad mítica es cuestión del
pasado o permanece en la actualidad? Para responder a esta pregunta se
utilizará un ejemplo de la vida diaria, que puede pasar en cualquier hogar
venezolano, durante cualquier fin de semana: Supongamos a dos amigas, Luisa y
Ana, quienes se encontraron un sábado a tempranas horas de la mañana, después
de cinco años sin verse.
Para celebrar el encuentro, lo más
indicado que pensaron fue en comprarse “unas cuantas cervezas”, las horas
fueron pasando entre narraciones y tragos, cuántas cosas tenían que contarse,
pero como todo tiene su final, la caja de cerveza se terminó. Pero eso no era
ninguna dificultad, todo en esta vida tiene remedio, y así fue como apareció “
la botella del despecho”, nueva y sin destapar. Y la charla siguió en el clima
de fiesta, hasta que la “rasca” pasó de la etapa del mono (cuando los bebedores
están alegres y payasos), a la etapa del tigre (cuando los bebedores entran en
furia y todo es motivo de pelea).
Cuando “la botella del despecho” estaba
a punto de morir, la conversación pasó de ser amena a amenazante, y surgieron
las “punticas”: “recuerdas el novio que me...”, “tu siempre me has
envidiado...”, “todavía me debes unos reales...”. Y las cosas pasaron de las
palabras a la “jaladera de mechas”,
patadas, golpes y rasguños surgió de amontones, hasta que llegaron los
salvadores y separaron a las dos grandes amigas.
Ahora bien, en el ejemplo expuesto el
hecho natural es la pelea, se trata de buscar una explicación a este fenómeno,
¿por qué pelearon?.
María, hermana de una de las
protagonistas, opinó lo siguiente: “pelearon porque estaban borrachas”. Aquí
nos encontramos frente a un fenómeno natural: La pelea. Y una
respuesta encontrada dentro del mundo natural; es decir, una causa natural,
tal vez, la más natural y evidente: “estaban borrachas”. Esta causa resulta
evidente y natural porque se puede “ver”. Por lo tanto, la respuesta de María
no constituye un conocimiento mítico, ya que no recurrió al mundo de lo
sobrenatural para encontrar respuesta al fenómeno de la pelea.
Al día siguiente ocurrió un hecho algo
misteriosos: la señora Rosa, madre de una de las protagonistas, encontró en el
porche de la casa un crucifijo de color negro,
cuya figura estaba invertida, con la cabeza hacia abajo y los pies hacia
arriba. Además, el misterioso crucifijo
estaba atado con una cinta tricolor (amarillo, azul, y rojo). Y alumbrado con
siete velas negras.
Ante al fenómeno natural, la pelea, la
señora Rosa, después de ver “el trabajo de brujería”, estaba convencida de que
las muchachas pelearon porque le montaron un trabajo de brujería, y que seguro
eso era obra de alguna vecina envidiosa, ya que su hija y su amiga eran buenas
muchachas y estaban estudiando. La
señora Rosa frente a un fenómeno natural buscó las causas en el mundo de lo
sobrenatural, la brujería. Ella no vio a los espíritus malignos provocando la
pelea de las muchachas, simplemente vio “un trabajo montado”.
Objetivamente hablando, un conjunto de
objetos, pero para ella era símbolo de otra realidad que estaba más allá de
este mundo natural, y que pertenecía al mundo de los espíritus. De tal manera,
que la respuesta de la señora Rosa obedecía a una mentalidad mítica.
Sería cuestión de preguntarse sobre
quién tenía la razón, ¿María...?, ¿La señora Rosa?...¿?...¿Pelearon porque
estaban borrachas?, ¿Pelearon porque le montaron un “trabajo de brujería?” ¿Con
quién estamos de acuerdo, María o Rosa?. ¿Cuál es la explicación más lógica?.
Evidentemente, si aplicamos una
encuesta, lo más lógico es pensar como María: “estaban borrachas”. Ahora bien,
hagamos otro tipo de encuesta, en un ambiente académico, como la universidad,
es difícil que alguien admita públicamente, menos durante una clase, que cree
en brujerías o en algo parecido. Dentro de la universidad, todos somos una
especie de científicos que creemos sólo en aquello que se puede comprobar a
través de la misma ciencia, lo demás entra dentro del mundo de la superstición
y del atraso.
Sin embrago, sería bueno saber,
cuántos alumnos serían capaces de agarrar el extraño crucifijo y colocarlo de
adorno en el “copete de la cama”, o cuántas madres, agarrarían ese crucifijo y
se lo regalarían a sus hijos como regalo de cumpleaños. Si la respuesta es
“Nadie”; es decir, nadie tomaría ese crucifijo como adorno personal, ni
guardaría las velas negras para ser utilizadas cuando falle la electricidad...,
entonces, en el fondo, pensamos como la señora Rosa, o por lo menos, no
descartamos esa posibilidad. Esto es lo que deseamos afirmar con aquello: “de que
vuelan, vuelan...”. Lo cual es un indicio de que poseemos, aunque sea por ahí
escondido, cierta mentalidad mítica, que nos lleva a buscar soluciones
sobrenaturales a los fenómenos naturales.
¿Cuáles podrían ser algunas de las
características del conocimiento mítico?
La señora Rosa, fiel a las costumbres
de las madres latinoamericanas, ha lavado la ropa de sus hijos, de los menores
y de los mayores, de los varones y de las hembras, gracias a que desde hace
varios años sus hijos le regalaron una
lavadora automática, que funciona
a la perfección. Pero como dice el dicho: “Cuando el pobre lava,
llueve...”. Dicho y hecho. No había terminado de tender la ropa, cuando de
pronto comenzó a caer una llovizna. Solución: muy fácil. Buscó en su cocina un
cuchillo y una “cuchara”, se dirigió
hasta el centro del patio, y colocó los cubiertos en forma de cruz. Y como por
arte de magia, la llovizna cesó.
En el ejemplo anterior, el fenómeno
natural es la aparición y desaparición de la llovizna. La explicación: colocación
del cuchillo y de la cuchara en forma de cruz. La llovizna dejó de caer, por
los poderes sobrenaturales que tiene la cruz. Evidentemente estamos frente a un
conocimiento mítico, fruto de una mentalidad mítica.
De este ejemplo se podría señalar algunas
características del conocimiento mítico, marcando con una “X” la alternativa
que crea correcta:
(
) Sabiduría ( )
Ignorancia
(
) Verdad (
) Mentira
(
) Avance (
) Atraso
(
) Real (
) Imaginario
(
) Historia (
) Leyenda
(
) Ciencia (
) otra cosa
Y muchos otros pares de
características...
Lo importante no es agotar el tema,
sino aproximarse a los elementos esenciales
del conocimiento mítico en general. Por ahora, es recomendable precisar un
poco la definición de conocimiento mítico, en cuanto es el resultado de buscar explicaciones
sobrenaturales a los fenómenos naturales, con el cuadro anterior, se podría
continuar la definición ampliándola con las características: “ignorancia,
mentira, atraso, leyenda, imaginaria, y no es científico. Claro está, estas
características resultarían evidentes si tomamos el ejemplo de la señora Rosa
para defenderse de la llovizna. Pero analicemos otro caso.
Resulta que en el catecismo católico
lo primero que se enseña es lo siguiente: “Dios es el creador del Universo”
En la afirmación del catecismo
católico, se puede observar que aparece un fenómeno natural: el Universo. Frente a este fenómeno surge la pregunta: ¿De
dónde viene el Universo, cómo se originó?. Surge la respuesta: Dios ha creado
el Universo. La repuesta es buscada fuera del mundo natural, ya que Dios es
Espíritu, y pertenece al orden de lo sobrenatural.
De tal manera, que la afirmación del catecismo
católica es fruto de una mentalidad mítica. Este es el motivo por el cual en
muchos textos de filosofía a la mentalidad mítica también se le llama “religiosa”. Porque en el
fondo, visto desde las características del conocimiento humano, la mayoría de
las grandes religiones dan explicaciones
desde lo sobrenatural, explican la realidad inmanente (el mundo de lo
material), a través de lo transcendente (lo que está más allá y no responde a
las mismas leyes, ni a las mismas condiciones de existencia).
Resulta que la religión solamente es
posible gracias a es capacidad, o mentalidad mítica, que le permite al hombre
mirar hacia el Absoluto. La condición humana que hace posible el hecho
religioso es la mentalidad mítica. Ahora bien, volvamos a la tabla anterior que
permitió establecer algunas características del conocimiento mítico, utilizando
la afirmación del catecismo católico: “Dios
es el creador del Universo”.
(
) Sabiduría (
) Ignorancia
(
) Verdad (
) Mentira
(
) Avance (
) Atraso
(
) Real (
) Imaginario
(
) Historia (
) Leyenda
(
) Ciencia (
) Otra cosa
Se supone que ahora la cosa no es tan
sencilla, no se parece al caso de la señora Rosa y sus cuchillos. Sin embargo,
la afirmación del catecismo católico busca respuestas sobrenaturales a los
hechos naturales; es decir, se da gracias a la mentalidad mítica presente en el
hombre. Si el hombre no tuviese, de forma natural, la capacidad de “mirar al
cielo en busca de respuestas”, la Fe religiosa no tendría puerta de entrada.
Colin Wilson, plantea el mismo criterio:
Ahora bien, el impulso religioso se basa en la sensación de que hay
un significado oculto en el mundo. Los animales consideran el universo como
algo muy natural; pero la inteligencia lleva aparejada una sensación de
misterio y busca respuestas donde la estupidez ni tan sólo es capaz de percibir
interrogantes. Las montañas o los árboles gigantescos se convierten en dioses;
los relámpagos y los truenos, también; y lo mismo el sol, la
luna y las estrellas. (p. 226).
¿Entonces, si los dos ejemplos
anteriores responden a una misma fuente: la mentalidad mítica. Significa
que tienen las mismas características?
En cuanto a que ambos son frutos de una mentalidad mítica, tienen las mismas
características: “explicación del mundo natural
a través de causas sobrenaturales”.
En cuanto a su contenido específico,
lo que afirma en concreto, o lo que niega, cada caso es único y exige una
postura de fe (la fe es el criterio de verdad propio de la mentalidad mítica,
no es fruto del razonamiento lógico, ni de la comprobación científica). Sin
embargo, desde la generalidad del conocimiento mítico existen posturas
diferentes.
Frente al hecho de la presencia de la
mentalidad mítica en el hombre existen dos posturas diferentes: la
“antimítica”, y la “promítica”.
Aquellos que defienden la posición antimítica,
sostienen que en el orden del conocimiento y su validez, es igual colocar los
cuchillos en cruz para detener la lluvia, que
afirmar la existencia de un Dios creador. De tal manera, que en ambos
casos se dan las siguientes características: ignorancia, atraso, mentira,
leyenda, imaginación, y nada que ver con el conocimiento científico.
Desde esta posición, la mentalidad
mítica es valorada como una enfermedad de la humanidad, un mal hábito heredado
de las civilizaciones antiguas y que debe ser superado, el verdadero hombre
siguiendo el impulso vital de la evolución superará este estado de conocimiento a través de la verdadera
ciencia.
Desde el punto de vista de la
realidad, se piensa que toda referencia a lo sobrenatural es mera fantasía.
Solamente existe el universo material. Por lo tanto, todo aquello que parece a
primera vista como algo inmaterial, como la inteligencia, la conciencia, el
alma, el espíritu... o es negado, o se concibe como proveniente de la materia,
y por lo tanto materia al fin, aunque por lo pronto, su sutileza no permita
definirla a través del método científico.
Si no existe una realidad
sobrenatural, que justifique la
presencia de la mentalidad mítica, se concluye que la misma es un
producto de “enfermedades o problemas de la mente humana”. Probablemente, lo
mítico proviene del miedo a lo desconocido, del miedo a la muerte, a la
soledad. O quizás el hombre débil en su
afán de sobrevivir ante la presencia del hombre fuerte, se inventó toda la
fantasía mítica para dominar y mantener en segundo plano al guerrero natural. O
tal vez, para poder soportar la vida en una sociedad injusta que le explota, se
inventó un “más allá”, en donde todo sea
felicidad, y el explotador apoya lo mítico para que todo siga igual.
También puede ser que el hombre al descubrirse
mortal, débil, sometido a las leyes naturales, se inventó un dios, que en el
fondo sería una especie de superhombre, o un hombre con características
elevadas al infinito, el hombre formó a dios a su imagen y semejanza, y no al
contrario.
La otra posición es la que sostiene la
validez de la mentalidad mítica, como un elemento esencial que define al hombre como tal. Tal cual como
lo señala en su obra “El mensaje oculto
de la Esfinge”, Colin Wilson:
Hay otra fuerza que distingue a los seres humanos de los animales:
La religión.
Por alguna razón extraña que nadie ha podido explicar, el hombre ha
sido siempre un animal religioso. Los escépticos del siglo XVIII trataron de
explicarlo de forma convincente diciendo que era una mera superstición: el
hombre temía a las fuerzas naturales, así que personalizó a los truenos y
relámpagos como dioses y a ellos elevó sus rezos. Pero esto no explica por qué
nuestros antepasados durante la glaciación del Riss, hace más de 200.000 años,
quisieron hacer esferas perfectamente redondas, cuando no había ninguna
aplicación práctica obvia para ellas. Al parecer, la única explicación posible
es que son objetos religiosos, una especie de disco solar. Y el ‘Homo erectus’
–o quienquiera que la hiciese— sin duda no tenía ninguna necesidad de temerle
al sol. (p. 225).
Lo mítico sería el elemento humano que
permite que la persona se abra al mundo de la fe hacia una realidad
sobrenatural y hacia un Dios origen del Universo. La mentalidad mítica es una
capacidad positiva que permite al hombre buscar esperanzas más allá del mundo
material, de tal forma, que la persona pueda superar su nivel animal. El
profesor Lascaris en su libro “Los filósofos de las culturas y las sociedades
masivas” indica al respecto:
Ni la raza ni el contorno son causas de las civilizaciones.
Siguiendo una orientación mitológica, Toynbee señala que los grandes mitos
contienen la sabiduría de la humanidad, y estos prueban que las civilizaciones
nacen como respuestas a una incitación en una situación especialmente difícil
que lleva al hombre a realizar un esfuerzo sin precedentes. (p.15)
La mentalidad mítica aparece como una
capacidad innata, un vaso vacío, que la persona llenará a lo largo de su vida
con los distintos conocimientos míticos, y con los distintos credos religiosos.
Por lo tanto, la mentalidad mítica, en sí misma, no puede ser objeto de
valoraciones como verdadero o falso, ignorancia o sabiduría... es simplemente
un hecho dado y más nada. Lo que sí cae dentro del mundo de las valoraciones
son los distintos conocimientos míticos en concretos, como colocar los
cuchillos en cruz, o afirmar la existencia de un Dios creador.
Los dioses siempre han estado
presentes en la historia de la humanidad.
En “Las filosofías de las culturas y las sociedades masivas”, el
profesor, Lascaris indica enfáticamente:
Pudiera llamarse a la prehistoria la ‘Edad de la guerra de los
dioses”. En la Iliada quedan bien dibujados dichos rasgos, aún siendo la época de Homero altamente civilizada. Son
los dioses los que combaten, y por ello los hombres. Los hombres están unidos
por el lazo del servicio a su propio dios.
Al librar batalla un pueblo con otro, los dioses del vencido son
convertidos en demonios malignos por el vencedor. El rey que para proteger sus
fronteras derrota a los pueblos vecinos y los somete a su vasallaje o los
esclaviza está justamente legitimado por la protección divina dispensada.
Asrhadon, relata:
‘Cual león me enfureció, y mi ánimo se enardeció. Para ejercer la
real soberanía en mi casa y desempeñar mi sacerdocio, alcé mis manos hacia los
dioses Asur, Sin, Samas y ellos escucharon con favor mis palabras. En su eterna
gracia me enviaron el animador oráculo: ‘Marcha, no te desanimes, vamos a tu
lado y destruiremos tus enemigos... (p. 30)
Toca a cada lector profundizar en el tema, de
tal manera que pueda ser libre y madurar su postura ante la presencia de la
mentalidad mítica en el hombre.
MENTALIDAD
FILOSOFICA
En la Cultura Occidental, la filosofía
griega nace como la necesidad y la capacidad
de explicarse el mundo y la vida a través del razonamiento lógico. El
criterio para determinar la validez del conocimiento se encuentra en las leyes
de la Lógica. El profesor Lascaris lo expresa de forma convincente:
Como es conocido, fueron los antiguos griegos de la Jonia, en las
cortes del Asia Menor, en la ciudad de Mileto, los primeros en buscar
explicaciones racionales, humanas y sensatas a los acontecimientos del cielo y
de la Tierra, originando así la Filosofía Occidental, en los siglos VII y
VI Acc. (p. 44)
La filosofía también se entiende como
la capacidad especial que tiene el hombre para buscar una visión explicativa
del mundo que le rodea con el fin de dar un sentido, o una razón de ser, a su
propia existencia. Se convierte en una visión del mundo y del Universo como un
todo integrado, es como tratar de encontrar el hilo conductor, o la clave de interpretación
de todo cuanto existe y desde esta visión universal, interpretar la esencia
misma del ser humano.
Y en este sentido, desde el comienzo de la
historia de la humanidad, todas las culturas poseen un “sistema de pensamiento
totalizador” de la realidad, de la sociedad y del hombre. Todas las culturas
han tenido, tienen, y tendrán una visión filosófica de la realidad. Aunque en
la mayoría de los casos, esta visión explicativa de la realidad no era fruto de
una mentalidad filosófica “pura”, sino más bien, era el resultado de una mezcla
de religión y filosofía. En su obra, “Introducción a la Filosofía”, Wahl Jean
comenta:
Es esencialmente una busca, una persecución del conocimiento, pero
de un conocimiento que no es forzoso reducir a la comprensión intelectual. La
meta de la filosofía pudiera ser algo más parecido a lo que ha llamado
Alexander ‘co-presencia con las cosas’, Whitehead ´prehensión’ y Heidegger ‘ser
en el mundo’. (p. 35)
Como punto de partida del análisis de
la mentalidad filosófica que nació en Grecia y que marcó el rumbo del
pensamiento de la historia de la Cultura Occidental, se tomará en cuenta el
momento en que apareció la filosofía como fruto únicamente del razonamiento
lógico, como fruto del pensar racional del hombre. Y en este sentido, se ha
considerado que el “padre” de la filosofía a Tales de Mileto. Maritain Jacques afirma:
Grecia es el único pueblo del mundo antiguo donde la sabiduría
humana haya encontrado su camino y donde, por efecto de un feliz equilibrio de
las facultades del alma, y de un largo esfuerzo por conquistar la medida y la
disciplina del espíritu, la razón humana haya llegado a la edad de la fuerza y
la madurez. Sólo en Grecia llega la filosofía a poseer existencia autónoma,
distinguiéndose explícitamente de la religión (p. 31)
Tales de Mileto fue un personaje que
vivió en la antigua Grecia, aproximadamente hacia el año 580 a. C. Fue
considerado, en su época, como uno de
“los sietes sabios” del mundo.
Para captar mejor el nacimiento de la
filosofía occidental, se hace necesario, tratar de imaginar cómo era el mundo
de aquella época, es como colocarnos las “sandalias” de Tales de Mileto, tratar
de buscar lo que él buscó, tener sus mismos problemas, entender ese problema,
saber cuál era la inquietud fundamental de su vida, para así entrar en la
profundidad de su pensamiento. Es el
mismo criterio que expresa Joestin
Gaarden:
Debido a que esos filósofos vivieron en otros tiempos, y quizás en
una cultura totalmente diferente a la nuestra, resulta a menudo práctico
averiguar cuál fue el proyecto de cada uno. Con ello quiero decir que debemos
intentar captar qué es lo que ese filósofo tiene tanto interés en resolver. Un
filósofo puede interesarse por el origen de las plantas y de los animales. Otro
puede querer averiguar si existe un dios o si el ser humano tiene un alma
inmortal.
Cuando logremos extraer cuál es el proyecto de un determinado
filósofo, resultará más fácil seguir su manera de pensar. (p. 36)
En aquella época un “sabio” era muy
distinto a lo que en la actualidad entendemos por “sabio”. Los sabios de la
antigüedad no tenían nada de académico, no se pasaban el día con un libro entre
las manos, tal vez hasta existieron mucho que no sabían leer. Las bibliotecas
no eran nada comunes (Los libros se hacía a mano limpia, imaginemos lo que
costaría en tiempo hacer una Biblia). Menos podemos pensar que en aquellos
tiempos existían laboratorios, o instrumentos de observación. Los sabios se
enfrentaban al mundo con las “manos peladas”. El aspecto en que se parecían a
los sabios actuales era en el deseo de saber, de enfrentar lo desconocido, de
buscar el secreto eterno del Universo.
Tales de Mileto sentía entre sus venas
la más profunda admiración ante el mundo que le rodeaba, especialmente por el
espectáculo del cielo estrellado, era un astrólogo enamorado del cosmos. Se
cuenta de él que cierto día por estar
mirando a las estrellas cayó en un hueco, y una señora le gritó: “eso te pasa
por estar mirando hacia arriba sin fijarte donde pisas”. Sin embargo, por estar
mirando a las estrellas pudo predecir el
tiempo de una gran cosecha de aceitunas, alquiló todos los depósitos que pudo,
y luego los arrendó a los productores, logrando hacer una gran fortuna. Lo
importante es que mostró en su vida el ingrediente esencial de todos los
filósofos: capacidad de admiración frente al Universo.
La admiración filosófica, en Tales de
Mileto, no consistía en una contemplación pasiva, como quien dice: “ ¡Qué
hermoso amanecer! “. Se trataba de algo que estaba más allá del simple disfrute de las bellezas
naturales. Era una admiración especial, que comprometía toda la vida del
filósofo, algo que lo empujaba a buscar lo que todos los seres tenían en común,
algo así como la “semilla” misma del Universo, el elemento que unificaba todo
cuanto existía, esa masa con que estaba hecho el universo.
Y de esta admiración surgió la
pregunta que ha condicionado la historia filosófica de la Cultura Occidental:
¿Cuál es el argé?, si se prefiere, ¿Cuál es el elemento originario?. O tal vez,
como realmente Tales de Mileto se hizo
la pregunta: “¿De qué están hechas las cosas?. Así de sencillo. Guillermo
Fraile lo expresa refiriéndose a Tales
de Mileto y de los primeros filósofos griegos:
La gran aventura de Tales y de los primeros filósofos griegos
consistió en esa admiración por elementos naturales y fuerzas cósmicas, el
agua, aire, fuego, frío, calor, condensación y dilatación, etc. Es decir, que,
al buscar el primer principio, el 'arché' de
las cosas, buscaban una realidad ontológica, pero no fuera del Universo.
( p.141)
Lo importante ahora es captar la
profundidad de la pregunta y no pensar en las posibles respuestas. ¿De qué
estamos hechos nosotros?, ¿El perro?, ¿El maíz?, ¿El sol?, ¿Las piedras?. ¿Todo
está hecho de un mismo elemento?, ¿De varios?. Sigamos con Tales de Mileto.
Cuando Tales de Mileto se preguntaba
por las cosas, se refería justamente a todo aquello que componía su medio
ambiente: las personas, los animales, las plantas, los minerales, la tierra, el
mar, los ríos, las estrellas, el aire, las nubes, la comida, los insectos...,
la pregunta iba dirigida al mundo natural, a la naturaleza, lo que llamamos, el
mundo físico. Por lo tanto, ese elemento tenía que pertenecer al mundo físico.
Sería un error pensar que por la mente
de Tales de Mileto existían términos como: Átomo, molécula, energía,
electrones, protones, carbono, células; etc. El elemento que él buscaba tenía
que ser algo tan natural como su medio ambiente, un elemento que se pudiese
observar a simple vista, tocar , contemplar, así era todo el Universo.
La filosofía comenzó con la búsqueda de un
tesoro que estaba escondido ahí mismo, “entre los matorrales”. Ese elemento
estaba ahí mismo, pero no se podía ver a simple vista, esto era precisamente lo
que causaba admiración, y este es precisamente la tarea del filósofo: buscar lo
que está ahí, pero que no se puede ver a simple vista. De ese hecho surge el
“Búho” como símbolo del filósofo, él ve en la oscuridad aquello que está
oculto.
Nos acercaremos al camino que Tales de
Mileto recorrió en búsqueda de su elemento primario. Escogeremos algunas
“cosas” del mundo natural: El hombre, una planta, un perro, una piedra, el
agua.
Analizando cada uno de estas “cosas”,
Tales de Mileto trataba de encontrar el elemento común a todas ellas. La tarea
verdaderamente filosófica le empujaba a buscar más allá de la diferencia entre
estas cosas, buscaba lo oculto. Y comenzó la reflexión acerca del mundo que le
rodeaba. ¿Las plantas?. Si a un árbol se le deja encerrado en una habitación durante
treinta días, ¿qué encontraremos? : un árbol seco, convirtiéndose en polvo,
dejando de ser lo que era. ¿El hombre?. Si lo encerramos en una prisión y no le
damos agua, y lo buscamos después de dos semanas, seguramente estará muerto,
secándose poco a poco, dejando de ser lo que era. Lo mismo ocurre con un
animal. Todos los seres vivos están “llenos de agua”, sin la cual dejan de ser
lo que son. Las nubes son frutos del agua evaporada.
El agua, agua es. Y si a los minerales los
sometemos a altas temperaturas, se derriten, lo que viene a demostrar que en el
fondo son líquidos enfriados. De pronto, lo que estaba oculto a la vista se
vuelve claro, el elemento originario aparece: El agua. Maritain lo expresa sin
rodeos:
De ahí que Tales, por ejemplo (624-546) inspirándose en los antiguos
mitos que hacían provenir todas las cosas de las aguas primitivas, y fijándose
además, en que las plantas y animales se nutren de humedad y que todo germen
viviente es húmedo, declara que el agua es la sustancia única y que
permanece idéntica bajo todas las
transformaciones de los cuerpos. (p. 34 )
El haber encontrado en el “agua” el
elemento del cual están hechas todas las cosas, se debió a un proceso de
razonamiento lógico de lo que observó en el mundo natural. No llegó a esa
conclusión basándose en lo escrito en algún libro sagrado, ni llevó a todas
esas cosas a un laboratorio para
comprobar su conclusión. Y si alguien le hubiese pedido que le
demostrara la veracidad de su conclusión, le bastaría con razonar lógicamente
los hechos: Sin el agua todo muere, y el agua está en todas las cosas.
Lo importante no es la respuesta en
sí, sino el modo en que la encontró, sirviéndose del razonamiento lógico. De
hecho, los filósofos posteriores siguieron haciéndose la misma pregunta acerca
del elemento originario de todas las cosas.
Guillermo Fraile sostiene la misma idea:
Las especulaciones de los
primeros filósofos griegos se iniciaron
en torno al hecho de las mutaciones. Les
impresionan los cambios cíclicos de las cosas, la regularidad de los
movimientos celestes, el orden y la belleza del cosmos, los fenómenos
atmosféricos, la generación y la corrupción de los seres. Pero contra lo que
hubiera podido esperarse en la aurora de
la filosofía, su actitud no es de realismo ingenuo y directo, más que las cosas
particulares les preocupaba la ‘naturaleza’. No se preguntaban simplemente ‘qué
son las cosas’, sino que tratan de penetrar más adelante, inquiriendo de qué
está hechas las cosas, cómo se hacen, y cuál es el primer principio de dónde
todos provienen. Esto equivale a contraponer el ‘ser’ y el ‘aparecer’, las
esencias’ a los ‘fenómenos’, lo cual les lleva a preguntarse si por debajo de
las apariencias sensibles existe alguna realidad estable, algún principio permanente a través de las mutaciones
incesantes de las cosas. (p. 138)
Y con razonamientos similares o
distintos a los de Tales de Mileto, llegaron a conclusiones muy diferentes:
Aire, Tierra, Fuego. Y la que fue más famosa, la combinación de todos los
elementos primarios. De ahí nos llega la tradición de los cuatros elementos:
Tierra, Aire, Fuego, Agua. Refiriéndose a Empédocles, Joestin Gaarden refuerza
la misma idea:
Empédocles pensaba que la
naturaleza tiene en total cuatro elementos o raíces, como él los llama. Llamó a
esas cuatros raíces tierra, aire, fuego y agua. Todos los cambios en la
naturaleza se deben a que esos cuatro elementos se mezclan y se vuelven a
separar (p. 44)
La mentalidad filosófica fue calando
en la Cultura Occidental, hasta convertirse en la manera casi exclusiva de
hacer “ciencia”, y de construir desde su lógica racional toda una visión del
hombre: animal racional. La razón era el elemento esencial del ser humano.
Desde esta visión se organizó todo el Universo, cuya característica principal
era el “orden natural”, un orden lógico. La sociedad estaba organizada según la
lógica, en donde los más racionales, los más sabios, deberían gobernar. Si
existía algún desorden social, se debía a la falta de sabiduría de sus
gobernantes. Y el hombre ideal era el que se dedicaba a la “ciencia”, a la
sabiduría. Así estaban las cosas hasta que...
MENTALIDAD
CIENTIFICA
Para comprender de la manera más adecuada el significado y
alcance de la mentalidad científica, lo más conveniente sería ubicarla en el momento histórico de su
nacimiento. Y para poder asistir al
momento de este parto, se hace necesario reconstruir su período de gestación,
apreciar el cómo la mentalidad científica resultó del derrumbe de todo un universo
creado por la fuerza del razonamiento lógico. Reconstruiremos el mundo de la
Edad Media, fruto de la mentalidad filosófica, para luego derrumbarlo, y dar
paso al Renacimiento, época en la que aparece el “Método Científico”.
Si en este momento nos preguntan,
¿cómo es el Universo?, Podríamos responder que es “infinito”. Pero que, sin
embargo, la Tierra está en el Sistema Solar. El cual está en la Vía Láctea, que
la Tierra gira alrededor del Sol, que las estrellas son inmensas, y que se
encuentran a “años luz” de distancia; etc. Nosotros tenemos una visión general
del Universo, que es fruto de la cultura actual.
De la misma manera, cada época
histórica ha construido su visión general del Universo. ¿Cuál era la
cosmovisión que existía durante la Edad Media?. Para responder trataremos de aplicar la lógica simple. No se
trata de la asignatura filosófica llamada “Lógica”, sino de la lógica
cotidiana, la que utilizamos todos los días, esa lógica propia de las personas
sencillas, de los niños. Eso es lo que haremos, reconstruiremos el universo de
la Edad Media como si fuésemos niños de primaria.
¿Por qué la gente pensaba que la
Tierra era plana? Simplemente porque así se ve, así se experimenta en la vida
de todos los días. Aquel que no esté loco, puede ver que la Tierra es plana. Y
si se ve que es plana; entonces, es plana y punto. Sería como preguntar, ¿por
qué las nubes están arriba?, porque sí, siempre la vemos arriba; entonces están
arriba. Se parte del principio de que las cosas son como se ven, como las
vivimos todos los días.
¿Por qué la gente no aceptaba que la
Tierra era esférica? La gente no vivía esa realidad, no veía que la Tierra
fuese esférica, todos sentían que la Tierra era plana, al igual que nosotros.
Pero sobretodo, nadie podía explicar, el hecho de que si la Tierra fuese
esférica, por qué los que están en la parte de abajo no se caen.
Este fue el argumento lógico más fuerte por el
cual no se aceptaba que la Tierra fuese esférica. Y miren que el argumento es
fuerte, no es tan sencillo explicar las razones por las cuales los que están
abajo no se caen, pasaron varios siglos hasta que apareció Newton con su teoría
de la atracción de los cuerpos y de la gravedad, para entender que no se caían
porque el planeta los atraía hacia su centro, y los mantenía “pegados” a su
superficie.
Y con todo lo que dijo Newton, las
cosas no quedaron bien explicadas, porque suponiendo que sea verdad; entonces,
¿por qué no lo sentimos?. Si a una persona le dan unos zapatos capaces de hacerlo caminar por el techo, aunque él esté
pegado al techo, él sería consciente de esa experiencia, y sabría que está
“cabeza para abajo”.
Y aunque la Tierra nos mantenga
pegados a su superficie, nunca se experimenta que al amanecer estemos cabeza
para arriba; al medio día, haciendo un ángulo de 90°; y que en la noche estemos
cabeza para abajo. Siempre sentimos que nuestra posición es la misma. Por lo tanto, eso de que la Tierra era
esférica, sonaba a cuentos infantiles,
no tenía ningún sentido, contradecía a la lógica de la vida, se presentaba como
algo irracional. La Tierra tenía que ser plana, eso era lo más lógico.
Las cosas no terminan aquí, los nuevos
científicos andaban con el cuento de que la Tierra se movía, ¡ Ya era el colmo de la locura!. En los días
normales, nunca se ha sentido que la Tierra se mueva. Es más, los científicos
esos, daban a entender, que las estrellas y el sol estaban relativamente
quietos, y que era la Tierra la que se movía. Ya no había duda, o estaban
locos, o poseídos por algún demonio. Bastaba con asomarse y mirar al cielo,
durante las noches y ver como todas las estrellas recorrían el cielo, y ver
durante el día, la forma en que el sol caminaba por el infinito. O ellos
estaban locos, o las personas normales estaban ciegas.
Además, suponiendo que la Tierra se
moviese alrededor del Sol a una velocidad increíble, tendríamos que sentir ese
movimiento, hasta el extremo de estar agarrados de los árboles para no salir
disparados, ya que sería como estar girando en las “sillas voladoras de los
parques”. Por otra parte, los científicos decían que la Tierra giraba sobre sí
mismo, ¡Lo que faltaba!. Si eso fuese cierto, tendríamos que estar saltando
constantemente para no caernos, sería como estar sobre una gran pelota a la que
hacen girar, para no caernos tendríamos que saltar al ritmo del movimiento,
como si fuésemos saltimbanquis profesionales.
Partiendo de la experiencia cotidiana,
de lo que realmente se sentía, de lo evidente, la lógica natural
decía que la Tierra no se movía, sino las estrellas y el sol. De hecho,
las única veces en que se puede sentir
el movimiento de la Tierra tanto el de “rotación”, como el de “traslación” es
durante aquellas madrugadas cuando se llega a
la casa con unas “cuantas copas demás”, cuando todo da vueltas.
¿Cómo está formado el cielo? ¿Cuál era
su forma? ¿Su tamaño? ¿Sus elementos?. Analicemos desde la lógica natural.
¿Dónde está el cielo? : ¡Arriba!. Y punto. Repito, hay que estar loco para no
darse cuenta de que el cielo está arriba. El que no quiera creer que salga y observe. Pero, ¿qué
es el cielo?. Veamos de la manera más sencilla. ¿Qué hay en el cielo? :
Estrellas. ¿Cómo son las estrellas? : son como diamantes que alumbran en el
cielo, del tamaño de una pelota, unas más grandes que otras, pero realmente son
cosas pequeñas. Así se ven, por lo tanto, así tenían que ser. ¿A qué distancia están? Ahí mismo, un poco
más arriba de la montaña más alta. Las cosas que están muy lejos no se pueden
ver, si vemos las estrellas es porque realmente no están muy lejos.
Si actualmente se pregunta de qué
tamaño son las estrellas, se respondería que son inmensas y que la mayoría de
ellas son hasta ciento y miles de veces más grandes que la Tierra, y aún
cientos de veces más grandes que el Sol. Sin embargo, es imposible que cualquier
estudiante durante las noches observe una estrella cualquiera y diga: “esa
estrella es sesenta veces más grande que la Tierra, puedo ver su tamaño”, “la
otra que está allá es cinco veces más grande que el sol”. Esa no es la
experiencia.
Nuestros niños piensan que las estrellas son
pequeñas, porque así las ven. Todavía en nuestro lenguaje cotidiano decimos que
“el sol salió”, y que “el sol se oculta”. Y en cuanto a las estrellas, solemos
expresar, “te regalaré una estrella”; es decir, un diamante que alumbra en el
cielo, no se piensa en una inmensa masa probablemente en constante explosión.
En cuanto a la distancia, las
estrellas están a “años luz”. ¿Qué es un año luz? Es la distancia que recorre
la luz durante un año. Nos podemos imaginar la distancia de un kilómetro, diez kilómetros; tal vez, mil kilómetros.
Pero, de dónde a dónde es un año luz, probablemente algún día la humanidad
utilice esa medida de distancia en sus vehículos,
pero hasta ahora solamente tenemos un concepto mental, pero no la experiencia.
De hecho nadie puede decir a simple vista: “aquella estrella está a cien años
luz”, “esa otra está solamente a cinco años luz, ¡qué cerquita!”. Las estrellas
se ven cerca, y si se ven cerca, están cerca, y punto.
Hasta el momento hemos visto como la
lógica natural habla de una Tierra
plana, que no se mueve, y de unas estrellas hermosas, que brillan como
diamante en el cielo, y que están un poco más arriba que las nubes.
La pregunta es, si las estrellas están
ahí arriba, iluminando el cielo, y son muy hermosas, ¿por qué no se caen?,
¿Cómo hacen para permanecer en el cielo?.
La única manera lógica de que un objeto
sólido, que está arriba, no se caiga, es que esté guindando. Así mismo, las
estrellas tenían que estar guindando, pegadas de algún techo, y si de paso, ese
techo se podía ver, entonces, no había ningún problema, las estrellas estarían
pegadas de un techo, del cielo, que resultaría ser una especie de cúpula.
En definitiva, tenemos una Tierra
plana, inmóvil, cubierta por un techo: el cielo en forma de cúpula, en el que
guindaban muchas estrellas, la Luna y el Sol. Más o menos, esta era la
concepción teórica del Universo que se tenía antes del Renacimiento. Guillermo
Fraile opina al respecto:
Anaxímenes (546 a. C.) pensaba que la Tierra era un disco plano,
rodeado de agua, que flota sobre la atmósfera. Los astros- Sol, luna,
planetas_ eran también discos planos,
que giran alrededor de la Tierra, y que se formaron de los vapores enrarecido e incendiados que
se exhalan de ésta. El sol se oculta por la noche detrás de las montañas del
norte. Las estrellas fijas están ‘sujetas con clavos ardientes en la bóveda cristalina’ del cielo, la cual gira en torno
a la Tierra, ‘como el sombrero alrededor de la cabeza’. (p.148)
A esta interpretación del Universo, se
le agregaron contenidos religiosos. A la cúpula se le llamó: cielo. Lugar en
donde estaban: Dios, los ángeles, los santos, etc. Debajo de la Tierra estaba
el infierno, en donde estaba el diablo, y sus demonios, al igual que las ánimas
condenadas.
Al combinar la visión “física” del
Universo, con la visión teológica del catolicismo, se obtuvo como resultado la
identidad de la Creación Universal, con el planeta Tierra, interpretación
acentuada durante la Edad Media, en
donde reinaba el orden y todo era perfecto. No existían problemas que la Lógica
no pudiese resolver, ya sea a través de la Filosofía o de la Teología, las dos
grandes fuentes del saber.
Vamos a establecer algunas
conclusiones:
¿Existe Dios? Claro, además es
evidente, hasta el punto que la fe es tan tangible como la razón. De hecho si
alguien, por casualidad, no creía en Dios, cosa absurda por supuesto. ¿Qué
habría que hacer para sacarlo de su error? Simple, llevarlo al campo y
enseñarle el cielo, si no estaba loco, tenía que ver el cielo que estaba ahí
mismo, arriba de nosotros. Si existe el cielo, existe Dios que mora en las
alturas, y está ahí pendiente de nosotros. De tal manera, que desde la lógica
natural, la inspirada por Dios, el ateísmo está fuera de lugar, mientras el
cielo esté arriba, es imposible el ateísmo. Existía toda una forma de ubicarse
propia de la época, una manera de existir, llámese paradigma de la época cambiante como diría Moreno Alejandro:
En el mundo cristiano en el que se movían participaba de un modo efectivo de la
incostestabilidad del Absoluto. El
argumento ontológico antes de ser aclarado por una lógica de conceptos, era,
por así decirlo, vivido en una posesión pacífica que reiteraba, mediante el
juego de una prescripción secular, la necesidad del ‘ser supremo’, ¿Cómo se iba a dudar en esas condiciones de una
verdad que se poseía y que hacía cuerpo
con la existencia?.
Por lo menos hasta finales del siglo XII, no se encuentran en los
textos sino un número insignificante de negadores de la existencia de Dios. (p.
99)
Y si existe Dios; entonces, existen
todos los elementos de la creación espiritual: seres celestiales, ángeles,
querubines, serafines, y todos los
santos que están en el cielo. Todos los seres espirituales son creados por
Dios, y conforman la muestra más perfecta de la creación.
Luego está la creación del mundo
natural, todo el mundo físico, los animales, las plantas..., y en el medio, un
ser natural y espiritual, hecho a imagen de Dios, espiritual, pero de barro,
natural, la combinación perfecta de ambos elementos.
La existencia del Universo y de sus
seres se explicó desde la concepción de un Dios creador.
En cuanto al sentido de la vida: ¿de
dónde venimos?: De Dios. ¿Para qué he venido al mundo? : Cumplir la voluntad de
Dios. ¿Hacia dónde vamos? Si cumples la voluntad de Dios, al cielo; si no
cumples, al infierno.
Con relación al campo del conocimiento, también todo cuadraba
perfectamente, la realidad celestial, espiritual, que estaba por encima de la realidad material --hasta desde el
punto de vista físico, el cielo está arriba--, era estudiada a través de la
Teología, y la realidad material, inferior a la celestial, era estudiada a
través de la Filosofía. Y de la misma manera, como la realidad material era
inferior a la espiritual, así mismo, la Filosofía era inferior a la Teología.
Es más, la Filosofía siempre fue considerada al servicio de la Teología, hasta
el punto que si por casualidad algún argumento filosófico iba en contra de
algún dogma teológico, el error estaba en la Filosofía, quien no aceptará esto,
lo convertían en “carne a la leña” por orgulloso y hereje.
Pero lo más importante y fundamental,
y que realmente moldeaba la forma de pensar del hombre de la Edad Media, estaba
en el hecho de identificar Universo =
Creación = Tierra. Esta
concepción antigua del Universo es fundamental y decisiva para comprender, sin
cometer ningún anacronismo, la forma de pensar y las diferentes filosofías de
la Edad Media, aún la misma Teología debe ser comprendida bajo estos parámetros
de pensamiento. Sólo así se puede interpretar el período de la Edad Media
dentro de su propio paradigma como paso a la Modernidad, como lo afirma Moreno:
El modo de conocer propio de
la llamada ‘Cultura Occidental’, en cuyo seno ha nacido y vive nuestra ciencia, constituye una
episteme histórica que en sentido
general, puede llevar un nombre: ‘La
Modernidad’ Como época histórica los ‘tiempos modernos’ si inauguran en la
segunda mitad del siglo XV (para algunos con
la caída de Constantinopla, para otros con la invención de la imprenta y
para otros finalmente con el ‘descubrimiento de América’), pero la
modernidad como episteme y el ‘mundo de
vida’ moderno viene desarrollándose desde mucho antes, desde las profundidades
mismas de la Edad Media. Que la
modernidad tenga manifestaciones
adultas, plena, en la Ilustración y en
el capitalismo de empresa durante el siglo XVIII, no significa que no se pueda
llamar ya con ese nombre ya desde sus inicios.
En este sentido se toma aquí el término, en cuanto a la
episteme correspondiente al mundo de
vida que se inaugura en el seno de la Edad Media, como práxis propia de un
grupo humano conocido con el nombre de burguesía, y que se extiende, como
matriz epistémica, hasta nuestros días, en las más variadas formas de vida y en sus múltiples discursos
(p.79)
Para nosotros el Universo es infinito.
Pero para la humanidad de aquella época, el planeta Tierra era todo cuanto
existía. Lo que para nosotros es el Espacio Infinito, formado por
constelaciones, sistemas planetarios, y un número infinito de estrellas, en la
Edad Media se concebía simplemente como el techo de la Tierra, las lámparas que
Dios había colocado para adornar la noche, siendo la más hermosa la Luna. Y
para alumbrar el día, Dios había colocado una gran lámpara: El Sol.
De ahí que el hombre sea el centro de la
creación, y la historia de la humanidad, es la historia del Universo. El hombre
es la criatura más querida que Dios había hecho a su imagen, por eso Dios se
hace hombre: Jesucristo...
Y cuando todo marchaba de lo más
feliz... apareció el Renacimiento con sus inventos y descubrimientos que
pusieron a temblar todo el edificio de la Edad Media. De pronto, el mundo
descubre una sucursal en la que nunca había pensado: América. Se demuestra que
la Tierra no es plana, sino redonda. Aparece la imprenta y la lectura comienza
a ser más popular. Los nuevos científicos, con su nuevo método echan por tierra
muchas de las afirmaciones de la cosmología aristotélica, pero la gota que
derramó el vaso, la última picada de abeja, el golpe a la mandíbula, lo dio el
“odioso” Galileo, y su idea absurda de que la Tierra se movía. Resulta
interesante la manera en que el profesor Lascaris describe la situación:
En la Edad Media occidental el mundo se redujo a las tierras
conocidas que eran porciones limitadas de nuestro globo. Europa, Africa del
Norte, y parte del Asia Occidental.
El primero en dar a conocer
el extremo asiático fue el viajero veneciano Marco Polo y sus relatos. El mundo
medieval creyó que la Tierra era plana y los océanos terminaban en profundos
abismos, llenos de desolación y
monstruos terribles. Al entender la Tierra como redonda, Cristóbal Colón, pero
de un tamaño mucho menor del que tiene, creyó llegar al Extremo Asiático o las
Indias, a los remotos Cipangos y Catay. Murió sin saber que había llegado a un
continente ignoto, que él había confundido con las India, por lo que le llamaba
las Indias.
Magallanes y Elcano demostraron la redondez de la Tierra al
circunnavegarla.
Durante mucho tiempo se ha creído que tenía la Tierra forma de
esfera, hoy día se sabe gracias a los adelantos espaciales que presenta una
forma irregular, semejante a una pera, es decir, más achatada por su parte
inferior.
La supeditación de la Cosmología a la Teología a lo largo de muchos
siglos fue funesta para el avance científico. Negaba la teología católica la
redondez de la Tierra, recordando en la Biblia el pasaje del profeta Josué que
detuvo el sol durante una batalla, para que el triunfo de los hebreos fuera completo,
y negaba también que no fuera la Tierra el centro del Universo. Explicaba el Cosmos como
complementario de la Tierra, epicentro del mismo, del hombre y de la humanidad,
basándose en un egoísmo céntrico, hecho y estructurado “del hombre” “para el Hombre”.
(p. 45)
La Teología era la ciencia por
excelencia, la que nunca se equivocaba porque encontraba sus fundamentos en la
Biblia, que es la Palabra de Dios, y ahí no puede haber error, las demás
ciencias, que tienen origen humano son imperfectas por naturaleza, ya que la
razón del hombre es limitada, imperfecta, por lo tanto, cuando hay discrepancia
entre una afirmación de las ciencias humanas y una afirmación de Teología, la ciencia divina, seguramente que
el error está en la ciencias humanas, con más razón, si estas estaban en contra
de algún texto bíblico, como fue el caso de Galileo.
Resulta que en el libro de “Josué”,
cuando los hombres de Israel atacaban las murallas de Jericó, de pronto,
comenzó a oscurecer, esto no convenía a los soldados israelíes, quienes por ser
visitantes, no conocían bien el terreno, y necesitaban de la luz del día para
ganar la batalla. Josué, viendo la situación, dirigió una oración a Dios
pidiendo que el sol se detuviera.
Veamos bien lo que dice la Biblia. Si la Tierra
se movía, lo más seguro era que Josué hubiese pedido que la Tierra se
detuviera, pero como pidió que el sol se detuviera, entonces era el sol quien se movía. Esto era palabra de Dios. Por
lo tanto Galileo estaba equivocado, y su teoría contradecía un texto bíblico,
se trataba de una herejía, por lo tanto había que condenarlo, Y de hecho, se
salvó de milagro de la hoguera. En su
libro, “ Introducción al filosofar y
filosofía griega”, Lascaris describe algunos elementos del proceso contra
Galileo:
Ante el tribunal de la Inquisición de la Ciudad de Florencia está
sentado un anciano de rostro apacible, mirada serena y barba canosa, bien
cuidada. Sus ojos, cansados de tanto mirar a las estrellas, tiene una profunda
penetración; están habituados a escudriñar el firmamento y a sondear las
almas... en investigaciones incansables descubrió las leyes de la gravedad y de
la inercia, ideó el péndulo y el termómetro y perfeccionó el telescopio.
Era, por lo tanto, un hombre que estaba acostumbrado a ver más lejos
que los demás. Y sin embargo, allí estaba, sentado en el banquillo, acusado de
hereje, por enseñar públicamente el sistema de Copérnico, que en contraposición
a Claudio Ptolomeo, sostenía el movimiento rotatorio y traslaticio de la Tierra
alrededor del sol.
--¡vaya una teoría más absurda!—comentaban los sabios del siglo
XVII—como si no se apreciase a simple vista que la Tierra está quieta y es el
Sol quien sale todas las mañanas por Oriente, entre nacarados rosicleres de
aurora, y se oculta todas las tardes sonrojado de arreboles, por la herida
sangrante de Occidente.
Poca confianza se puede tener en un mundo poblado por hombres que se
niegan a abrir sus ojos a la verdad. Como si la verdad no vista fuese menos
evidente, o como si negarse a aceptar la verdad
fuese suficiente para desentenderse
de las responsabilidades y obligaciones que se derivan de los hechos
ciertos, de la presencia ante nosotros de las ineludibles verdades eternas.
Cuán grande debió ser la desesperación de Galileo ante sus jueces. Nadie le
creía, pero él tenía en sus manos el tesoro supremo de la verdad. Un tesoro de
valor incalculable” (p.46)
Aunque este argumento es el más
generalizado, las cosas realmente no fueron tan sencillas, no se trató de
“textos bíblicos”. El problema con Galileo no fue solamente por la Teoría del
movimiento de la Tierra, por lo menos eso no era lo más importante. Lo
imperdonable de Galileo fue la utilización de ese “aparatico embrujado” llamado
telescopio y sus consecuencias. Era tanto el terror, que los teólogos se
negaban a tocar ese aparato, mucho menos mirar a través del telescopio, estaban
convencidos, o por lo menos, así lo hacían saber, que aquel que mirase a través
del telescopio quedaba bajo la influencia del demonio. ¿Por qué?.
Con el telescopio, Galileo descubrió,
entre otras cosas, que la luna estaba inmensamente más cerca que el sol, que
las estrellas estaban aún más lejos, que las estrellas no estaban pegadas a
ningún techo, la luna tampoco; el sol, menos. ¿Qué significaba todo esto? El descubrimiento
más asombroso y aterrador de la historia de la humanidad y que dio el verdadero
tinte al Renacimiento: La cúpula no
existe, lo que se traduce, EL CIELO NO EXISTE, TODO HA SIDO UN ENGAÑO.
Si el cielo no existe, ¿dónde está
Dios, los ángeles, los santos...? Probablemente tampoco exista nada de eso. La
existencia de Dios entró en duda. Si Dios no existe, quiere decir que estamos
solos, y que la vida no tiene un sentido, ¿de dónde venimos?, ¿qué hacemos
aquí?, ¿para dónde vamos?, ¿todo termina con la muerte?, ¿da lo mismo hacer el
bien o el mal?.
Por otra parte, Galileo con su
endemoniado telescopio descubrió que los astros son esféricos, y que la Tierra
también es redonda, que no tiene nada de particular. Es decir, nuestro planeta
es una miserable piedra húmeda, insignificante en el conjunto del Universo, y
que navega desde ninguna parte hacia ningún lado. No somos toda la creación,
solamente una piedra perdida en el espacio. El golpe para la humanidad era
demasiado fuerte para asimilarlo en un solo trago. Por lo tanto, a Galileo no
habría que darle un premio “Nobel” de la ciencia, lo que realmente se merecía
un poseído como ese era un viaje sin regreso al mundo de las tinieblas. Y se
salvó de milagro. El aporte más importante de Galileo estuvo en su método de
investigación basado en la matemática.
En la obra “Metodología del
conocimiento científico” se remarca este aspecto de la vida de Galileo:
Uno de los logros más admirables de Galileo fue la introducción de
la matemática en la práctica de la investigación científica. El libro de la
naturaleza, considera Galileo, está escrito en el lenguaje de la matemática,
cuyas letras son los cuadrados, circunferencias
y otras figuras geométricas. Por ello puede ser objeto de la verdadera
ciencia. Todo lo que es susceptible a medición: la longitud, la superficie, el
volumen, la velocidad, el tiempo, etc., o sea, las llamadas propiedades
primarias de la materia (p. 74)
Por otra parte, en el mundo del saber,
la Filosofía era la reina, siempre y cuando estuviese en perfecta coherencia
con la Teología. Como la Teología se
vino al suelo, la Filosofía perdió su muleta y se cayó estrepitosamente, perdió
toda credibilidad. No se podía asegurar la veracidad de ningún conocimiento. La
ciencia necesitaba otra muleta que no fuese la Teología: EL METODO EXPERIMENTAL
El Método Científico surgió de las
cenizas de la Edad Media y de la
enfermedad que heredó el Renacimiento: LA DUDA
Todo aquel que se dedicara a la
ciencia tenía que vencer el monstruo de
la “duda”, tenía que encontrar resultados verdaderamente “universales”; es
decir, válidos para todos y sin ninguna
sombra de duda. ¿Cuál es la única ciencia en donde nadie duda de sus
resultados, independientemente de que sea árabe, o cristiano, chino, o
indígena, ateo, o creyente? La Matemática. 2+2= 4. Esto es verdad y punto.
Alirio Rosales, en “Apuntes Filosóficos, N° 9-10” subraya este mismo aspecto
Como modelo del conocimiento, la matemática ha inspirado a la
razón a extender el conocimiento sin
reconocer sus propios límites. Su certeza apodíctica y su poder deductivo han
sido atributo de conocimiento verdadero. (p.37)
El Método Científico tiene como
objetivo convertir los descubrimientos
de cualquier ciencia en particular, en resultados matemáticos, es decir exactos.
Para lo cual necesita de algunos pasos,
que han variado a lo largo de la historia, como pueden ser: Planteamiento del
problema, Observación, Hipótesis, Experimentación y Comprobación, elaboración
de resultados, Teorías, Leyes. Se nombran los más generales y conocidos. Pero
la esencia siempre es la misma, partiendo del estudio de un hecho particular,
conseguir resultados universales expresados en términos matemáticos, para
garantizar su validez. Ejemplo: Después de aplicar el Método Científico al fenómeno
de caída libre de los objetos, se llega a la conclusión de que la Fuerza con
que desarrolla ese objeto en su movimiento es directamente proporcional al
producto de su masa por la aceleración que presenta. F= m.a.
De tal manera, que un fenómeno físico puede
ser explicado a través de resultados matemáticos, y garantizar de esta forma su
validez y su universalidad.
Para que una ciencia tuviese el honor
de llamarse “Ciencia”, tenía que expresar sus resultados en términos
matemáticos. Y esto sólo era posible si aplicaba en sus estudios el Método
Científico. Y en esto consiste la mentalidad científica, en sostener, creer, y
pregonar, que solamente es verdadera Ciencia aquella que utiliza el Método
Científico, y cuyos resultados se expresan en términos matemáticos, y por lo
tanto, pueden ser cuantificados y medidos. Alejandro Moreno señala este elemento típico de la “mentalidad
científica”:
Todo científico piensa que su discurso sobre el mundo es verdadero,
en cuanta narra en lenguaje humano lo que acontece fuera del sujeto que lo
elabora. Se acepta que la realidad
exterior es multidimensional y por lo mismo cada discurso científico es
parcial, esto es, discurre sobre una o
pocas dimensiones. Se acepta, además, la posibilidad del error como producto de
las condiciones subjetivas de los individuos y de la imperfección de los
instrumentos. Los errores, sin embargo, son
superables, nunca quizás por completo, pero el esfuerzo conjunto de la
comunidad científica va elaborando un núcleo sólido de verdades modificables o
lo largo del tiempo que, de manera objetiva, reproducen, por lo menos
parcialmente, lo que existe en el mundo exterior (p122)
Lo que quiere decir, que al objeto de
estudio de una ciencia, que quiera ser
científica, se le tiene aplicar el Método Científico, en todos sus pasos,
esencialmente el de la comprobación experimental. Es decir, que el fenómeno
pueda ser repetido cuantas veces sea necesario, y sus resultados sean los
mismos, de tal manera que se establezca una teoría y de allí, gracias a las
muchas comprobaciones experimentales, encontrar la “Fórmula Matemática” que
determine y defina los resultados. De no ser así NO HAY CIENCIA.
El Método Científico se presenta como
el hallazgo que salvó a la humanidad de la “Duda del saber”. De esta manera, el
hombre dejó de ser esencialmente religioso y especial, casi divino, y se
convirtió en uno más del ecosistema terrenal, un animal superior, pero animal
en esencia. Colin Wilson indica esta transformación antropológica en el
paradigma moderno:
De manera intencional o no, Darwin había provocado el cambio intelectual más grande de la raza
humana. El hombre siempre había partido de la base de que él era el centro del
universo y de que habría sido creado por los dioses. Escudriñaban los cielos
giratorios en busca de alguna señal del designio divino y escudriñaban la
naturaleza en busca de oscuros jeroglíficos que revelaran la voluntad de los
dioses. Ahora Darwin le estaba diciendo que los jeroglíficos eran una ilusión
óptica. El mundo era meramente lo que parecía ser. Consistía en cosas y no en
significados ocultos. A partir de ahora, el hombre tenía que aceptar que estaba
solo. (p. 183)
PROBLEMAS
EN TORNO AL CONOCIMIENTO
I. LA POSIBLIDAD DEL CONOCIMIENTO VERDADERO
Para introducirnos en el problema que se plantea, tendremos que describir los
tres elementos esenciales que se dan en cualquier acto de conocimiento, a
saber: sujeto (quien conoce), el objeto (lo conocido), la “imagen” (“neoma”, o
representación mental del objeto).
Nadie niega la posibilidad del
conocimiento, en cuanto que éste se manifiesta
como una relación entre el sujeto y su medio, en donde el sujeto es
consciente de esa relación, en cuanto
se da cuenta de que conoce. El conocimiento es un hecho cotidiano.
Pero, cuando se comienza a analizar el
acto de conocimiento con una actitud crítica, comienzan a surgir los problemas.
Dado que el hombre no puede meter el objeto dentro de su cerebro, sino que lo
conoce de manera indirecta a través de su representación mental, surge el
primer problema: ¿Es la imagen mental una copia fiel del objeto que está fuera
de la mente?, ¿Es sólo una mala copia? No lo sé. Veamos que dicen las
diferentes corrientes filosóficas al respecto.
EL DOGMATISMO
La postura de los llamados dogmáticos
es la más natural, en el sentido de que es la que la mayoría acepta, aún sin
jamás haberse planteado ningún problema acerca del conocimiento. Es la postura
de aquellos que no se enredan la vida, que asumen lo que tienen sin mayor
dificultad, ¿qué es lo que nos dice la experiencia diaria? : el conocimiento
verdadero es posible y punto. Eso es un hecho y por lo tanto no se somete a
discusión. Hessen define claramente lo
que se ha entendido a lo largo de la historia de la epistemología como dogmatismo:
Entendemos por dogmatismo aquella posición epistemológica para la
cual no existe todavía el problema del conocimiento. El dogmatismo da por
supuesta la posibilidad y la realidad del contacto entre el sujeto y el objeto.
Es para él comprensible de suyo que el sujeto, la conciencia cognoscente,
aprehende su objeto. Esta posición se sustenta en una confianza en la razón
humana, todavía no debilitada por ninguna duda. (p. 34)
Se supone que la mente humana es
capaz, de manera natural, de captar el objeto tal cual como es. No hay mayor
locura, y pérdida de tiempo, en imaginar la remota posibilidad de que las cosas
no sean tal cual como las vemos, sería el colmo de la estupidez, pensar que es
imposible observar directamente el objeto.
Y el premio Nobel de la irracionalidad
se lo llevaría aquellos que afirman que el hombre no puede mirar para afuera,
sino que siempre mira hacia adentro, cuando todos sabemos, gracias a la
experiencia y al sentido común, que es todo lo contrario, siempre miramos hacia
fuera para captar a los objetos, y lo que sería imposible, en tal caso es mirar
para adentro.
Así como el hombre tiene la capacidad
de caminar, de respirar, de comer, de reproducirse... de la misma manera tiene
la capacidad natural de captar el objeto en el acto del conocimiento, tal cual
como es en sí mismo. Hartmann Nicolai describe este aspecto del dogmatismo,
llamándolo “realismo ingenuo”:
Según el realismo ingenuo, el
hombre está rodeado de un mundo de realidad de cosas, en cuyo seno nació y en
el cual vive y muere, un mundo que, por lo tanto, existe independientemente de
él y se comporta indiferente con respecto a su existir y a su conocer. El
hombre conoce ese mundo por medio de los órganos de los sentidos; su reflexión
sobre él es una adaptación a él. Todo su aprender y querer entender las cosas y
acaecimiento cae bajo su punto de vista. El conocimiento tiene la tendencia a
ser una copia fiel de lo real. (p. 163)
Sería absurdo preguntarnos si realmente el
caminar es posible, o si realmente lo que comemos es comida, o si es cierto que
tenemos la capacidad de calmar la sed con agua, o si tenemos la capacidad de
reproducirnos, en ese mismo orden de ideas, no resulta menos absurdo,
preguntarse acerca de la posibilidad de
la mente humana de captar la imagen exacta del objeto. Si esto no fuese posible
seríamos “ciegos eternamente”, y como la
experiencia nos dice que no es así, entonces la representación mental
corresponde al objeto.
Desde el dogmatismo, la capacidad que
el sujeto tiene de captar fielmente al objeto no se cuestiona, y por lo tanto,
no es ningún problema. Alejandro Moreno, es claro al respecto, y extiende el
dogmatismo al mismo conocimiento científico:
Explícita e implícitamente nuestra ciencia se ha construido sobre el
supuesto, en último término aristotélico, de que entre la realidad exterior y
nuestro intelecto se da, más que una correspondencia, una equivalencia adecuada
que permite atribuirle objetividad a nuestro conocimiento. (p.26)
La cuestión del conocer, o de la ciencia, el
acto de buscar la verdad, tiene que ver es con la naturaleza del objeto
conocido. Si tenemos el don del conocimiento exacto del objeto, hay que
aprovecharlo al máximo, conociendo, de la manera más natural, todo lo que
podamos del Universo, se trata de averiguar, investigar, analizar todo cuanto
se pueda a favor de la humanidad, sin perder tiempo en otras cosas realmente
sin sentido.
La pregunta fundamental es: ¿Cómo es
la realidad?. No se trata de averiguar si es posible conocer el agua, o si la
representación mental del agua corresponde al agua que se ve en el exterior,
eso nos llevaría a morir de sed, de lo que se trata es de utilizar el agua lo
mejor que podamos.
EL ESCEPTICISMO
Los escépticos son aquellos que toman el
camino totalmente en sentido contrario al de los dogmáticos. Simplemente es
imposible que el sujeto pueda conocer el objeto tal cual como es, ya que para
eso tendría que meter al objeto del conocimiento dentro del cerebro, cosa que
no puede hacer, sin causarse la muerte. Hessen nos habla de Pirrón como el
fundador de esta filosofía:
El escepticismo se encuentra ante todo en la Antigüedad. Su fundador
es Pirrón de Elis (360-270). Según él, no se llega a un contacto del sujeto y
del objeto. A la consciencia cognocente le es imposible aprehender su objeto.
No hay conocimiento. (p.37)
La representación mental del objeto,
la imagen, no es, ni podrá ser jamás la
fotografía fiel y completa de la realidad objetiva. La razón de esta afirmación
es muy sencilla, la percepción es el acto
de recibir, en donde el sujeto es pasivo. Con lo que recibe, los
estímulos, se elabora una representación mental, que es aquello de lo que la
mente toma conciencia. Por lo tanto, no se ve
nunca al objeto, sino a su imagen interna, el cerebro no se asoma por los
ojos, sino que recibe y elabora una imagen. Verneaux, en su “Teoría del
Conocimiento”, presenta a la conciencia, como
“el teatro” en donde ocurre el conocimiento:
La conciencia es la condición
de todo conocimiento, es el teatro donde todo aparece. Es pues imposible saber
lo que son las cosas independientemente de su aparición en la conciencia. Fuera
de la conciencia no existe para nosotros. (p.74)
Partiendo del hecho de que el hombre solamente tiene conciencia
directa de la representación interna del objeto, quedaría establecido, que la
única posibilidad de que el objeto sea captado tal cual como es en la realidad
externa, dependerá de la “calidad” de los sentidos en captar fielmente al
objeto, de tal manera, que la fotografía final fuese exacta. ¿Pero qué dice la
experiencia?
Los escépticos también parten de la
experiencia que le brinda a diario la vida, pero fijan su atención en el
aspecto negativo, muchas veces los sentidos nos engañan, y esta experiencia es
suficiente para dudar eternamente de la “calidad” de los sentidos. De tal
manera, que lo “natural” no es la capacidad de conocer la verdad, sino la
capacidad de equivocarnos, gracias a la mala calidad, demostrada a lo largo de
la vida, de los sentidos. Los sentidos
son una especie de filtros, que no reproducen fielmente el objeto captado, por
el contrario, originan la producción de una imagen distorsionada.
Si el hombre tuviese la capacidad
natural de captar la realidad tal cual como es en sí, entonces todos tendríamos
la misma opinión, y todos veríamos la realidad de la misma manera, no tendría
porque existir diferencias en el campo del conocimiento, ya que el objeto es el
mismo para todos, y la capacidad natural de captarlo fielmente sería la misma
en todos los hombres, como son todas las otras capacidades naturales.
Por lo tanto, no se podría explicar, lo que sí
es natural, la gran inmensidad de diferencia en cuanto al conocimiento de la
realidad. No hay cosa en la vida, en la que el
hombre tenga tanta diferencia con sus semejantes, como en el campo del
conocer, de la ciencia, y de la sabiduría en general.
¿A qué se debe tanta diferencia?.
Sencillo, todos los hombres son diferentes, y las situaciones y condiciones del
conocimiento, también suelen presentarse diferentes.
El conocimiento, que comienza con el
acto de la percepción, depende en su primer momento de la “calidad” de los
sentidos; es decir, de la condición biológica en que se encuentran los órganos
receptores. Y como estas condiciones de los órganos receptores, suelen ser
diferentes en cada individuo, la percepciones serán diferentes.
Por otra parte, en el proceso del
conocimiento, no solamente influyen las diferencia en cuanto a la calidad de
los sentidos, además están presentes las condiciones en que se da el
conocimiento; que realmente son tantas, que se hace casi imposible
determinarlas: la salud del sujeto, la emotividad, la distancia entre el sujeto
y el objeto, el tamaño del objeto, el momento histórico, la cultura social, el
nivel cultural del sujeto, el tiempo dedicado; y así, una cadena interminable
de posibles condiciones. Y la diferencia en una condición, o en un conjunto de
ellas, puede determinar la diferencia que se dan en el acto de conocer un mismo
objeto entre dos o más sujetos.
Por lo tanto, es imposible ser objetivos,
ya que el conocimiento del objeto siempre estará condicionado, y se dará de
manera distorsionada. La imagen siempre será una mala copia, y esto es natural
en el hombre, y es todo con lo que cuenta, lo demás es ilusión. Huber comenta,
que en este sentido, no existe en el escepticismo una teoría del conocimiento,
sino la negación de cualquier teoría:
En cierto sentido el escepticismo no tiene ninguna tesis, sino que
niega todas las tesis. El escepticismo niega la posibilidad del saber humano y
afirma que no existe un conocimiento humano cierto. (p. 31)
¿Se trata de renunciar a cualquier
intento de alcanzar la sabiduría?
La verdadera sabiduría comienza por
dudar de la supuesta capacidad que tiene el hombre de alcanzar la verdad
absoluta de manera natural y espontánea.
El hombre sabio nunca se coloca como
meta alcanzar la verdad, ya que esto es imposible de hecho. Y este punto de
partida se convierte en una forma de vida que consiste en no aceptar jamás nada
como una verdad absoluta; cuando mucho, como una simple opinión, tan válida
como cualquier otra que pueda surgir.
Y según Hartman, esta tesis del
escepticismo tiene fundamentos lógicos en la naturaleza misma que le otorgan a
la conciencia humana:
El escepticismo antiguo nos proporcionó el desarrollo el desarrollo clásico de la aporía del
criterio. Sólo hay dos casos: un criterio puede estar solamente en l a
conciencia o fuera de ella. Si está en la conciencia, no puede indicar la
coincidencia con un objeto trascendental, sino a lo sumo con una estructura
inmanente; puede, asimismo, no estar en la conciencia. Pero si el criterio está
fuera de la conciencia, es tan transcendente a ésta como el objeto mismo y, por
consiguiente, será preciso que de algún modo pudiera alcanzarse conocerse, y,
de conocerse, necesitaría a su vez un criterio de verdad; por consiguiente, el
criterio no puede estar fuera de la conciencia. La consecuencia es: no puede
haber absolutamente ningún criterio de verdad. (p. 90)
No se trata de navegar según el viento
que sopla, o al ritmo de la canción de moda, ya que cualquier “viento” o
cualquier “moda”, siempre se presentan como verdades absolutas de turno, se
trata de vivir conscientes de que el
viento y la moda del día son simples opiniones.
Las opiniones que van surgiendo en la
vida, las verdades que se presentan son útiles para convivir, pero ninguna de
ellas vale la pena, como para dedicarles el sentido de la vida. Colin Wilson,
compara el conocimiento humano con el de los animales, por lo menos en cuanto
la posibilidad de obtener verdades objetivas:
Sin embargo, podemos imaginar algún ser diminuto y ciego, una
especie de gusano, que está convencido de que el mundo consiste en superficies
y que ni siquiera puede imaginar lo que
queremos decir cuando hablamos de altura. Por más que ofenda a la dignidad
humana, tenemos que reconocer que, en lo que se refiere al conocimiento, somos
unos seres ciegos, parecidos a gusanos... (p. 25)
Por una parte, se trata de rechazar
cualquier pretensión de verdad absoluta, no aceptar ningún dogma, ya que esto
contradice la misma naturaleza del conocimiento humano. El hombre más infeliz
sería aquel que dedica su vida a la defensa de las supuestas verdades
absolutas. Hay que vivir y aceptar lo
verdaderamente natural: Las opiniones. No despreciar la diversidad, sino
encontrar en ella el verdadero tesoro del conocimiento humano.
Se pasa del hecho de la imposibilidad
de obtener representaciones mentales fieles del objeto del conocimiento, a una
actitud de vida, que encuentra en esta misma imposibilidad el secreto de la
sabiduría. Si la verdad es imposible, entonces no puede convertirse en la meta
de la vida, solamente la duda, nunca superada, se convierte en punto de partida
y en lugar de llegada de todo el saber humano. Vernaux afirma, que en sus
orígenes, el escepticismo fue una forma de vida:
El escepticismo griego presenta cuatro formas principales. La forma
extrema, heroica, se encuentra en Pirrón, intentó vivir un escepticismo
absoluto. Su divisa era “no más”, o “no más bien”, en el sentido de no más sí
que no, “no más bien esto que lo otro”. No creer nada, abstenerse de juzgar,
desconfiar incluso de las impresiones sensibles, vivir en una incompleta
indiferencia, atanaxia o apatía, esta era la sabiduría de Pirrón. Su fin era, pues, “despojar al hombre”, es
decir, despojarse de su humanidad. (p.32)
El escéptico es aquel que vive
convencido de que la verdad no está hecha para el hombre y asume las
consecuencias de este hecho. Admiten su contradicción lógica: “Si no se puede
conocer la verdad, por lo menos esa afirmación es verdad, lo cual es una
contradicción”. Cierto, lo que demuestra no la existencia de la verdad, sino
que aún en la mente, en el mundo lógico, existen las contradicciones.
EL RELATIVISMO Y EL SUBJETIVISMO
Para aquellos que defienden esta
posición, el conocimiento verdadero es posible, de hecho se da, y eso se
experimenta en la vida diaria. No podríamos existir y sobrevivir si siempre
estamos dudando; menos se puede dudar de nuestra capacidad natural de conocer
al objeto tal cual como es.
El problema no se encuentra en la
capacidad individual que posee el hombre de conocer objetivamente el mundo que
le rodea, el problema consiste en poder comunicar su experiencia, y en saber
exactamente qué es lo que el otro conoce realmente.
Es decir, el hombre en particular
puede captar la verdad. Pero no se trata de una verdad válida para todos los
hombres, siempre será “su verdad”, dada las diferencias entre las personas, y
las diferentes condiciones en que se da el acto del conocimiento. Y lo que es
peor, es imposible convertir la propia representación mental en algo “objetivo”
para ser captado “objetivamente” por el otro, y si así fuese, no hubiese manera
de saber cómo fue captado mentalmente por el otro, ya que el otro tendría que
presentar objetivamente mi
“representación objetivada”, y así hasta el infinito, lo que demuestra
que la verdad que es captada individualmente es totalmente incomunicable.
En su “Historia de la Filosofía”, el profesor
Guillermo Fraile, aclara este aspecto del relativismo proclamado por
Protágoras:
Protágoras afirma que no habiendo nada estable y percibiendo cada
uno la realidad a su manera, no hay una “verdad” universal, sino tantas
verdades como individuos. Cada uno es la norma de su verdad. Todas las
apariencias son verdaderas. Lo que es verdad para uno no lo es para otro. Las
cosa ni son ni no son, puesto que están en perpetuo cambio. Solamente son
verdad en cuanto nos aparecen, y su verdad consiste en cómo nos aparecen. A su
obra “Sobre la Verdad” pertenecía la famosa frase: El hombre es la medida de
todas las cosas, de las que son en cuanto son y de las que no son en cuanto que
no son” (p.230)
Lo que quiere decir, que la opinión
personal no es necesariamente una ilusión, o una mentira, sino una verdad
personal, que nace y muere en cada sujeto. Así de simple. Es reconocer en la
opinión personal, no el aspecto de mentira, sino la calidad de verdad de su
proceso interno. La verdad es posible, pero siempre será individual
Si mi representación de la realidad es
distorsionada, ¿quién me lo asegura?, ¿cómo puede saber alguien si mi
representación es falsa? : Solamente alguien que pretenda tener la verdad
absoluta en cuanto a la naturaleza del conocimiento humano, lo que sería un
dogma. . En el texto “¡Mira! ¡Escucha! Y
Contáctate con la P.N.L.”, la profesora Maritza Carpio, hablando de la
naturaleza de la experiencia humana, comenta:
Nuestra experiencia del mundo varía como resultado del
funcionamiento de nuestro sistema nervioso, ya que éste sistemáticamente
distorsiona y borra trozos enteros del mundo real (p.76)
Lo coherente es dejar a cada cual con
su verdad. El conocimiento es un proceso personal y cada hombre es dueño de su
objetividad, nadie puede juzgar la validez de su conocimiento. Es totalmente
incoherente afirmar que no se puede conocer fielmente al objeto, y luego juzgar
“objetivamente” la validez del conocimiento de los demás. Si no se puede
afirmar nada verdadero de un objeto de conocimiento que es común a todos, menos
podríamos afirmar o negar en cuanto a la validez de la representación
mental individual de ese objeto.
Solamente la persona en solitario puede ser su propio juez, y si él está
convencido de que su conocimiento es verdadero, ¿quién lo puede contradecir?.
¿De dónde puede otra persona sacar razones para afirmar que el conocimiento de
un sujeto, por muy condicionado que se dé es falso? : De su opinión. Por lo
tanto, o es falsa su opinión, o es un dogmático.
El hombre puede, por lo menos, afirmar
con toda propiedad su propia verdad, o como dijo Protágoras: “El hombre es
medida de todas las cosas, de las que son, en cuanto son, y de las que no son,
en cuanto que no son”. La opinión personal no es la imposibilidad de alcanzar
el conocimiento verdadero, sino la afirmación de que cada cual es capaz de
alcanzar su propia verdad, hasta que se demuestre lo contrario. Y como los
demás no pueden penetrar mi mundo interno, ni yo, en el mundo de los demás,
resulta que mi conocimiento es verdadero por lo menos para mí, y así el de cada
cual.
En este sentido, se cumple aquello de
que: “Cada cabeza es un mundo”, pero de verdades. La profesora Maritza Carpio,
en la obra ya citada, nos habla acerca de la importancia y límites de los “modelos o mapas mentales” de cada
persona, como un ente aislado:
¿Cómo percibimos el mundo y las opciones que tenemos para vivir en
él? El mapa o modelo constituye el instrumento para encontrar más fácilmente el
camino por el mundo. Es creado por nosotros sobre la base de nuestras
experiencias. Por eso es que cada cual tiene un modelo diferente del mundo y
vive una realidad un tanto diferente. Los modelos creados por cada individuo
son diferentes y esto es consecuencia de varios limitantes, entre ellos los
sociales, individuales y neurológicos. (p. 75)
¿En qué consiste, entonces, el saber?
En el convivir social, se dan tantas
verdades como individuos. El verdadero sabio es aquel que logra convencer a los
demás de que su verdad es válida para todos. El conocimiento se convierte en el
arte de convencer.
En el fondo, los grandes sistemas
filosóficos y religiosos que defienden un conjunto de dogmas se han formado en
torno a las enseñanzas de grandes maestros, dueños absolutos de la Verdad. Los
grandes hombres de la humanidad han sabido transmitir sus verdades a los demás.
La verdad individual puede ser convertida en una verdad de muchos, y esa ha
sido la historia de la humanidad. La
verdad absoluta y universal no existe, lo que siempre ha ocurrido es que una
verdad individual fue aceptada por un grupo social, perteneciente a una cultura
determinada.
Lo que quiere decir, que aún las
grandes organizaciones religiosas, filosóficas, y científicas, que creen en su
verdad absoluta, deben tomar conciencia del hecho de que esa verdad de “ellos”,
no es más que la prolongación de una conciencia individual, o de una verdad
particular. O como afirma el profesor Alberto Rosales, en la Revista “Apuntes Filosóficos”:
Sobre la base del giro moderno hacia el hombre como sujeto, en el
siglo XVIII se produce un nuevo movimiento, que impera hasta nuestros días,
hacia ese sujeto en tanto ente meramente sensible. De acuerdo con él, se ha
descubierto que el sujeto humano está sometido al influjo de múltiples
condiciones: la educación, el tipo psíquico, la constitución corporal, el
pueblo o la raza, la cultura y la tradición, la época histórica, el
subconsciente, etc. Ese descubrimiento ha conducido frecuentemente a la tesis
de que el hombre todo, así pues su pensar y querer, está “determinado” por esas
condiciones. En lo que respecta al pensar, esa nueva tesis determinista
significa que lo pensado, el contenido de los conceptos y las enunciaciones es
un efecto de esas condiciones en tanto “causas eficientes”. Una vez que se ha
llegado a esa posición, no es raro inferir de la manera siguiente: si los
pensamientos de un ser humano están determinados por su cultura, ellos no
pueden ser verdaderos sino para él, y tal vez para quienes se encuentren en sus
mismas circunstancias (p.160)
La prueba mayor de este hecho, está
que entre los miembros de una misma organización existen diferentes
interpretaciones y vivencias de sus dogmas, lo cual reafirma, que la verdad
siempre es personal, aunque se pretenda lo contrario.
EL PRAGMATISMO
De principio afirman la posibilidad
del conocimiento como un hecho vital y cotidiano, no hace falta prestarle mayor
atención al problema de la relación entre la representación mental y el objeto,
por ser algo inútil, la propia pérdida de tiempo, y además, casi nunca se llega
a una conclusión convincente del todo, por lo tanto, lo mejor es obviar el problema y seguir con el
siguiente capítulo, así sin más.
Los problemas teóricos en torno al
conocimiento son para los ociosos, para aquellas personas que no tienen nada
importante que hacer, o que piensan encontrar el conocimiento verdadero dentro
de sus propias cabezas, lo que al final resulta como buscar en sus propios
sueños. David García Bacca haciendo
referencia al paradigma de dominación del Imperio Romano, afirma:
El romano que se vio simbolizado
en el águila, que no halló otro animal que mejor le sirviera de mascota, dijo
que el conocer tiene que ser y terminar en acción que capte, que se posesione
del objeto conocido.
Sólo cuando una idea se convierte así en acción, dé efectos reales,
será verdadera. (p.37)
De tal manera, que los sabios
y científicos viven soñando despiertos, considerando sus resultados como fruto de la verdadera
ciencia. Y eso es precisamente lo que hacen los filósofos: Jugar a las cartas
con sus ideas, la barajan de un lado para otro, sin grandes resultados. Además,
de qué vale escudriñar en un mundo de ideas, si el verdadero reto, y lo que
vale la pena, está del otro lado de la mente: la realidad objetiva.
Es ahí donde se puede encontrar el paraíso y todo cuanto la humanidad
necesita para ser feliz.
El origen del pragmatismo como un sistema
moderno del pensar filosófico nos lo presenta Hessen Juan (1925:44): “como
verdadero fundador del pragmatismo se considera al filósofo americano William
James (1842-1910) del cual procede también el nombre de “pragmatismo”.
El hombre es, sobretodo, un ser
práctico, llamado a la transformación del mundo, esa es su verdadera vocación,
y es realmente, la única tarea que vale la pena.
La misma reflexión teórica tiene que
dirigirse hacia lo externo, tiene que encontrar su finalidad en una acción
concreta, sino es inútil, o un conjunto de ideas muertas, abortadas y sin
vidas. Verneaux Roger hace referencia a
las ideas William James:
W.James, en su obra titulada “pragmatismo”, sólo considera
indudables los hechos de experiencia. Su teoría concierne a las ideas que
rebasan la experiencia inmediata. Su verdad, dice, consiste únicamente en su
valor práctico. Es verdadero lo que favorece la acción, lo que procura una
expansión de la personalidad. En una palabra, la verdad se define por el éxito.
(p.120)
De aquí se establece, que el criterio
de la verdad se encuentra en la utilidad del pensamiento, o del conocimiento.
Se considera como verdadero, aquel conocimiento que “sirve”, lo que no sirve,
ni siquiera importa si es verdadero o no.
Lo importante para el hombre de ciencia es la
producción de ideas útiles, que terminen en la producción de bienes sociales,
que generalmente, se convierten en “inventos” o en “técnicas”, en “cosas que
mejoran la vida”, de no ser así, no vale la pena preocuparse por conocer.
Barragán Linares refuerza estas ideas:
El pragmatismo afirma la posibilidad del conocimiento.
Mas el conocimiento queda
subordinado a la acción, la que se convierte en fundamento de la verdad y la
certeza.
El hombre antes de ser teórico, es un ser práctico, de ahí que todo
el valor del conocimiento sea sobre la base de la acción. (p.37)
De tal manera, que la realidad, el mundo, se
convierte en un reto constante para el
hombre de ciencia, quien descubre, en esa realidad, un universo infinito de
posibilidades, de potencialidades, que le llaman a la tarea de transformar ese
universo para el bien de toda la humanidad.
Entonces, para qué perder el tiempo
reflexionando sobre problemas que ni siquiera tienen la menor incidencia sobre
el mundo que nos rodea. ¿Qué le importa al Universo si coincide o no con
nuestras ideas? Según Hessen J. el
pragmatismo concibe al hombre como
esencialmente pragmático:
El pragmatismo modifica el concepto de verdad, porque parte de una
determinada concepción del ser humano. Según él, el hombre no es en primer
término un ser teórico o pensante, sino un ser práctico, un ser de voluntad y
de acción. El intelecto es dado al hombre, no para investigar y conocer la
verdad, sino para poder orientarse en la realidad. El conocimiento humano
recibe su sentido y su valor de su destino práctico. Su verdad consiste en la
congruencia de los pensamientos con los
fines prácticos del hombre, en que aquellos resulten útiles y provechosos para
la conducta práctica de éste. (p.44)
Cuando se observa a través del espejo
retrovisor en plena carretera, y se capta la cercanía de una gandola, no se
cuestiona la capacidad que tiene el cristal para captar la realidad exacta de
la fulana gandola. Lo que realmente importa del espejo retrovisor es su
utilidad, más que su fidelidad cognitiva. Si la imagen que captamos a través
del espejo retrovisor sirve para advertir la cercanía de un peligro, y la
necesidad de cambiar de rumbo, con eso basta y sobra, y es en esa utilidad que
nos salva de un accidente donde se encuentra la verdad.
Lo lógico sería luchar siempre por
encontrar lo útil, todo lo inútil es basura, un estorbo, sin importar si es
verdad o no en el mundo de las ideas.
II) EL ORIGEN O LA FUENTE DEL
CONOCIMIENTO VERDADERO
Cuando se comienza el tema acerca de
la fuente de la cual se origina el
conocimiento verdadero, se trata de considerar
todos aquellos elementos que nos permiten adquirir los conocimientos
verdaderos: ¿a través de qué?, ¿cuál es el vehículo?, o también, ¿cuáles
herramientas utilizamos?.
Se supone, que quienes se plantean el
problema del origen del conocimiento verdadero, ya han optado por la
posibilidad de que éste sea alcanzado, se trata de aclarar a través de qué, o
gracias a qué el hombre es capaz de adquirir el conocimiento verdadero.
En tal sentido, se han presentado a lo
largo de la historia, por lo menos tres corrientes filosóficas que centran su
posición, en cuanto al origen o fuente del conocimiento, polarizando una dimensión del proceso cognitivo: “El Racionalismo” que se centra solamente en
la razón; “El Empirismo”, se centra solamente en la experiencia; “El Criticismo”, que se centra en la relación
entre la experiencia y la razón.
EL
RACIONALISMO
Para el racionalismo, el conocimiento
verdadero, solamente puede tener su origen en la razón. Barragán nos comenta”:
Para el racionalismo, el conocimiento tiene su origen en la razón; la
experiencia no cuenta en la elaboración
de nuestros conocimientos”, esto se debe a dos principios fundamentales: 1. En
la razón podemos elaborar conocimientos
universales: los conceptos. De tal manera que
elaborar conceptos verdaderos sería el resultado de la ciencia. 2. La experiencia, solamente nos puede dar
conocimientos particulares, individuales, y eso no interesa a la verdadera
ciencia.
En la opinión de Wahl Jean, Parménides
podría ser considerado el fundador del racionalismo absoluto:
El primer gran dogmático de la razón fue Parménides. Según él, el
Ser y el pensamiento del Ser son lo mismos. Y todo lo que no es Ser es el
no-Ser, esto es, apariencia.
Según Parménides, decir y pensar son lo mismos y sólo podemos pensar
cosas existentes. De aquí que todo aquello que se pueda hablar, es. Con estas
palabras, echó Parménides los cimientos de todas las formas de racionalismo. La
verdad, el Ser, el pensamiento se concibe como idéntico y como completamente
afables. (p. 167)
El racionalismo parte, para llegar a
sus conclusiones, de la experiencia de vida, de lo que realmente nos ocurre a diario. La pregunta apunta hacia
el conocimiento verdadero, y no al conocimiento en general.
Se trata de fundamentar la Verdad,
basándose en una especie de división social; es decir, tal cual como son los
hombres, en lo que al saber se trata, así mismo es el conocimiento. Existe un
conocimiento “vulgar”, propios de los hombres vulgares, y existe un
conocimiento “verdadero o científico”, Propios de los hombres sabios, o de los
científicos.
Por lo tanto, en el racionalismo no
existe un desconocimiento absurdo del valor de la experiencia. Claro, que los
racionalistas admiten el poder de conocimiento que se posee a través de la
experiencia; pero, lo reducen a lo “vulgar”: lo útil para existir, un
conocimiento cotidiano, que en el campo del saber, se reduce a mera apariencia,
que nunca pasa de ser una ilusión sensible, propia de la animalidad del ser
humano, un engaño que el verdadero sabio debe superar a través de la razón, en
donde realmente se encuentra el conocimiento universal, las leyes de la
realidad objetiva, tal cual como es, y no
como creen los hombres incultos e iletrados, quienes no son capaces de ver más allá de sus
propias narices.
Hessen Juan
reafirma estas ideas, al opinar al respecto:
La posición epistemológica que ve en el pensamiento, en la razón, la
fuente principal del conocimiento humano, se llama racionalismo. Según él, un
conocimiento sólo merece, en realidad, este nombre cuando es lógicamente
necesario y universalmente válido. (p.57)
¿ Cuál es el argumento más fuerte que
tiene el racionalismo en contra del conocimiento sensible? . Sencillamente que
la experiencia siempre nos da un conocimiento particular, de algo concreto, un conocimiento que no se puede
generalizar, y que por lo tanto carece de valor científico. A través de los
sentidos no puedo captar el concepto general de “perro”. Solamente me dan la
imagen, y hasta medio difusa, de “canelo”, de “pulgoso”, etc. Pero a la ciencia
le interesa saber, ¿qué es un perro?.
El conocimiento verdadero por definición es
universalmente válido, por lo tanto, se trata de construir conceptos
universales, y esto no lo podemos encontrar a través de la experiencia
sensible, sino en la misma naturaleza de la razón humana, la única fuente que
nos permite la elaboración de conceptos.
Haciendo referencia a Leibnitz,
Barragán nos indica lo esencial del
racionalismo:
Leibnitz por medio del método matemático aspira llegar a las
verdades absolutas. Su deseo es que todo sea claro y demostrable por la razón.
Las verdades de razón presentan necesidad y se refieren a las esencias de las
cosas. Las conocemos con certeza y en forma a priori, tal como sucede con las
verdades lógicas y matemáticas, que se rigen por el principio de identidad y de
no-contradicción. Estas verdades nuca necesitan demostración. En cambio, las
verdades de hecho son contingentes, se conocen por la experiencia, hacen
referencia a la existencia de las cosas y requieren demostración para poder ser
reducidas al primer principio. (p.46)
¿Cómo es posible que la razón pueda
elaborar conceptos universales?. A este interrogante el racionalismo ha dado
dos respuestas: El Innatismo Absoluto, y
el Innatismo Formal.
En el Innatismo Absoluto, se sostiene
que el hombre al nacer, ya tiene en su mente todo los conceptos y todas las
ideas. El mundo objetivo, la realidad, solamente sería la ocasión, la
oportunidad, que el hombre tiene para recordar, o sacar a flote, las ideas que
él ya tiene.
Todo hombre nace con la idea, o el concepto de
“perro”. “Canelo” es solamente la ocasión, la experiencia particular que se
necesita para descubrir el concepto de perro que ya se trae al nacer y que es
común a todos los hombres, de ahí su carácter de universalidad.
¿Cómo llegan las ideas a nuestra razón
antes de nacer?
Solamente hay dos maneras: 1.
“Alguien” las colocó ahí, puede ser Dios, o algún otro ser. 2. Las adquirimos
antes, en otra vida, en otra parte. O tal vez se hayan heredado, al igual que
el color de la piel.
En el innatismo formal se admite que
los conocimientos concretos, las ideas y los conceptos que se dan en la razón
se aprenden en esta vida, pero nacemos con “capacidades formales”, propias de
la razón, que permiten captar los conceptos universales que se encuentran medio
escondidos en los datos de la experiencia sensible.
En el acto del conocimiento, a través
de los sentidos captamos una imagen vaga de los objetos, una masa sin forma
determinada. Pero el hombre nace con capacidades mentales que le ayudan a
descubrir la “esencia intelectual” que se oculta en esa masa, y le damos forma, un tamaño, lo ordenamos, lo
enumeramos, lo espaciamos, lo temporizamos; etc. Son características que los
objetos poseen, pero que no se dan a través de la experiencia sensible, sino
que las descubrimos, gracias a las “herramientas” conque nace la razón humana.
Aunque en la actualidad esa confianza en la
razón humana no es absoluta, se podría decir que la fe en la capacidad de “guía existencial”
de la razón lógica del hombre está en crisis, como lo afirma el profesor Angel Orcajo :
Efectivamente, uno de los hechos más importantes y traumáticos que
han ocurrido en esta transición a la Postmodernidad es que la razón subjetiva,
que al mismo tiempo había sido considerada como una razón universal y que había
llegado a ser entronizada como diosa dispensadora del bien y de la verdad,
ahora ha sido desalojada y expulsada. La razón, el alma de la modernidad, ahora
es tratada como intrusa y farsante. La racionalidad cartesiana es
desautorizada, sobre todo, en nombre de su invencible contaminación subjetiva y su parcialización.
La razón ha muerto. A partir de ese momento quedan a la deriva, en
consecuencia, todos los mundos normatizados por ella y que eran, prácticamente,
todos. ¡La gran desbandada! De pronto la imagen del mundo, sus representaciones
y valoraciones, comienzan a tambalearse, a diluirse, privados de los
fundamentos racionales que la sustentaba. El oscurecimiento de la razón
universal produce el oscurecimiento general. De ahora en adelante una razón
modal, individual, estética y circunstancial, tendrá que ocupar el espacio
reservado por siglos a la “razón sustancial”. Este es sólo tiempo de sospechas,
ya no será más tiempo de verdades. (p. 18)
EL
EMPIRISMO
Los empiristas
están plenamente convencidos de que el origen de todos los conocimientos
verdaderos se encuentra en la experiencia sensible. Y mantienen como dogma de
fe: ”El hombre al nacer es una tabula rasa, todos sus conocimientos son fruto
de la experiencia”. Al respecto Barragán
afirma:
El empirismo afirma que el origen de nuestros conocimientos no está
en la razón sino en la experiencia. Todo contenido del pensamiento
necesariamente ha tenido que pasar por los sentidos. Nuestra mente es un papel
en blanco y sólo al contacto de los sentidos con las cosas empieza a grabar
impresiones. (p.47)
La fuente del conocimiento verdadero
se encuentra en la experiencia, en el contacto que se tiene con el mundo a
través de los sentidos. Quienes piensan diferentes, se encuentra en un grave
error. No hay nada más infantil, y poco serio, que pensar que nacemos con
conocimientos ya elaborados.
Nuestra mente nace sin ningún
contenido, totalmente en cero. Todo lo que sabe el hombre le viene de la
experiencia, sin la cual, nunca podría existir el saber. Por lo tanto, todos
los conocimientos, de cualquier tipo y naturaleza, tienen su origen en la
experiencia. Cosgrove opina acerca de este aspecto del empirismo:
El empirismo enseñaba que uno podía conocer sólo aquello que
discernible a los sentidos físicos. En efecto, algunos empiristas creían que si
un concepto cualquiera no era accesible a los sentidos, no existía. En esta
teoría esto era una negación de la existencia de toda la realidad no física, y
se empezó a redefinir la realidad sólo mediante lo que podía medirse con los
sentidos físicos o instrumentos. (p45)
Si
trajésemos los conocimientos al nacer, todos pensaríamos de la misma
manera. Lo que demuestra, claramente, que no existen conocimientos innatos, la vida empieza en cero.
Todo el conjunto de ideas que poseemos
es aprendido, y esencialmente en contacto con el mundo, de donde viene la
“materia” del conocer mediante la percepción y la sensación, si no existe el
contacto, no hay conocimiento posible. Barragán hablando de la importancia que tiene la experiencia
para los empiristas, señala:
Supongamos que la mente es, como nosotros decimos, un papel en
blanco, vacío de caracteres, sin ideas. ¿Cómo se llena? ¿de dónde procede el
vasto acopio que la limita y activa la imaginación del hombre que ha grabado en
ella con una variedad casi infinita? A esto respondo con una palabra: de la
experiencia. En ella está fundado todo nuestro conocimiento y de ella se deriva
todo en último término. (p. 47)
Este conocimiento que se basa
exclusivamente en la experiencia tiene dos caras, por una parte, la percepción
y la sensación que se alcanza a través de los sentidos externos que nos ponen
en contacto con el mundo externo. Y la otra cara está compuesta por los
procesos internos, llevados a través de “los sentidos internos”, tales como la
pasión, la reflexión, la duda, el placer, etc.
Cuando el individuo trabaja el
conjunto de sensaciones que le vienen a través de los sentidos externos con las
sensaciones producidas por los sentidos internos, produce ideas simples, que
son las “unidades” de pensamiento y de cualquier aprendizaje. Luego, al
combinar las ideas simples entre sí, se producen las ideas complejas. El autor
del “El Mundo de Sofía”, Gaarder Joestin
habla del empirismo y la forma en que se concibe el proceso de la elaboración
de las ideas:
Antes de captar algo con los sentidos, la conciencia está vacía y
falta de contenido como la pizarra antes de entrar el profesor en clase. Locke
también comparará la conciencia con una habitación sin amueblar. Pero luego empezamos
a captar con los sentidos. Vemos el mundo a nuestro alrededor, saboreamos,
olemos y oímos. Y nadie lo hace con más intensidad que los niños pequeños. De
esta manera, surge lo que Locke llama “ideas simples de los sentidos”. Pero la
conciencia no sólo recibe esas impresiones externas de un modo pasivo. Algo
sucede también dentro de la conciencia. Las ideas simples de los sentidos son
elaboradas mediante el pensamiento, el razonamiento, la fe y la duda. Así surge
lo que Locke llama “ideas de reflexión”. Pues la conciencia no es siempre una
receptora pasiva. Ordena y elabora todas las sensaciones que entran poco a poco
en la conciencia. (p.317)
En el fondo, se toma como línea de
vida el dicho: “Como Santo Tomás, ver para creer”. No hay nada en la mente, que
antes no haya pasado por las manos. En el campo educativo, el aprendizaje se comprende como el arte de
proporcionar al alumno un conjunto de experiencias, previamente elaboradas,
como si se tratase de una carrera de obstáculos, a tal punto que la
inteligencia sería “la capacidad de solucionar problemas”, o de alcanzar los
“Objetivos” de los diferentes programas.
EL
CRITICISMO
Es la corriente filosófica que
pretende encontrar un punto de equilibrio entre el racionalismo y el empirismo,
rechazando el aspecto radical de ambas posturas que se descartan entre sí, y
valorando el aspecto que cada una sostiene de sí misma. Hessen comenta este
aspecto del criticismo:
El subjetivismo, el relativismo, el pragmatismo es, en el fondo, escepticismo.
La antítesis de éste es, como hemos visto, el dogmatismo. Pero hay una tercera
posición que resolvería la antítesis en una síntesis. Esta posición intermedia
entre el dogmatismo y el escepticismo se llama criticismo.
El criticismo comparte con el dogmatismo la fundamental confianza en
la razón humana. El criticismo está convencido de que es posible el
conocimiento, de que hay una verdad. Pero mientras esta confianza induce al
dogmatismo a aceptar despreocupadamente, por decirlo así, todas las afirmaciones
de la razón humana y a no reconocer límites al poder del conocimiento humano,
el criticismo, próximo en esto al escepticismo, une a la confianza en el
conocimiento humano, en general, la desconfianza hacia todo conocimiento determinado. El criticismo
examina todas las afirmaciones de la razón humana y no acepta nada
despreocupadamente. Dondequiera que
pregunta por el motivo y pide cuenta a la razón humana. Su conducta no
es dogmática ni escéptica, sino reflexiva y crítica. Es un término medio entre
la temeridad dogmática y la desesperación escéptica. (p. 47)
Sostiene que la razón es fuente del
conocimiento, pero la experiencia también, por lo tanto, la verdad se encuentra
en la combinación de ambos. Es imposible que el conocimiento pueda darse
solamente gracia a la razón sin la experiencia, o a la experiencia sin la
razón. La combinación de ambos elementos constituye la verdadera naturaleza del
conocimiento humano.
La combinación de la experiencia y de
la razón es necesaria para que los conocimientos particulares tengan las dos
características principales: En primer lugar, que se refieran a algo concreto, que posean un contenido material,
esto se da gracias a la experiencia. En segundo lugar, que tengan validez
universal, que no sea solamente un conocimiento que nace y mueren en el hecho
particular, tiene que ser válido para los demás, esto se logra aportando al
contenido material, que viene gracias a la experiencia, unas “formas” que posee
la razón, que le son innatas, y gracias a las cuales, puede, por una
parte, descubrir las “formas” que poseen
los objetos, y también, “dibujar” formalmente al objeto del conocimiento. El
profesor García Bacca nos aclara al
respecto:
Así como en el orden sensible vivimos en un mundo artificial que
nosotros nos hemos inventado, transformando mediante ciertas artes – de
carpintero, zapatero, arquitecto... - las cosas naturales que en su estado
natural no son de provecho, o de poco, parecidamente en el orden intelectual
vivimos en un mundo de ideas que nosotros nos hemos fabricado, y con las que
transformamos las cosas en sí mismas para que se nos presenten como mundo
inteligible para el hombre.
A ese conjunto de instrumentos del hombre por los que transforma las
cosas, las ordena para nosotros, las hace inteligibles para sí, se da el nombre
de “formas a priori”. Y el conjunto de tales artes cognoscitivas constituye la
Razón Pura, artífice superior al ordinario, transforma la materia sensible de
manera que nos resulte inteligibles (p. 26)
Todo hombre necesita el dato de la
experiencia, a tal punto, que se afirma la tesis empirista: “Nada hay en la
razón, que antes no haya pasado por las manos”. Una vez dado el momento de la
experiencia, lo que el sujeto adquiere es un dato informe, como una masa sin
forma, un material para trabajarlo, pero no un conocimiento ya acabado, de ser
así, el conocimiento humano sería igual al de una gallina, simplemente
condicionado completamente por los
sentidos.
Una vez que se tiene la “masa”
comienza el segundo paso: dar forma al dato recibido. De esto se encarga la
razón humana a través de sus atributos, que ha adquirido de forma innata, y que
le son propias de su naturaleza, y gracia a esas cualidades de la razón, se
alcanza el conocimiento humano.
Estas cualidades de la razón tienen
dos aspectos, por una parte, poseen una “luz” especial, gracias a la cual,
descubre la esencia en el objeto, aquello que lo hace igual a todos los objetos
de su naturaleza, como quien dice, en
las “margaritas” que se tienen en el jardín de la casa, la mente tiene
la capacidad de descubrir la “flor”, y “flor” es un concepto que está más allá
que la margarita de mi jardín, eso que hace que mi margarita sea una flor y no
una rosa, es la esencia que le da forma a mi margarita, y que la mente descubre,
gracias a sus cualidades innatas.
Por otra parte, la mente no sólo
descubre la esencia que esta en el objeto, sino que pinta ese dato, para
convertirlo en un conocimiento humano. Las cosas realmente y sinceramente
hablando no tienen tamaño, ¿grande?, ¿pequeño?, esto es relativo, por lo tanto
un invento de la mente, o una condición sin la cual no puede conocer ; es
decir, todo cuanto conocemos, tiene que darle un tamaño. Igual se puede decir
de la cantidad, los objetos no son seis, dos, cuatro, uno, es nuestra mente que
tiene que cuantificar lo que conoce. Así mismo con el orden, con la posición,
con el sentido del tiempo. Verneaux nos amplía este argumento del criticismo:
La forma consiste en un cierto número de leyes que dependen de la
naturaleza, de la constitución del sujeto. La forma es a priori, es decir,
independientemente de la experiencia. Rige la conciencia, pues es evidente que
no podemos conocer nada sino es según las leyes de nuestro espíritu. Poco
importa el detalle. Al nivel de la sensibilidad, hay dos “formas a priori”, el
espacio y el tiempo; al nivel del entendimiento hay “doce categorías”; al nivel
de la razón, tres ideas. La materia, el contenido del conocimiento es, por el
contrario, a posteriori y nos es dada a través de la experiencia sensible. Es
tan necesaria como la forma, pues sin ella el conocimiento sería vacío y no
tendríamos nada que conocer. Pero en definitiva gana el racionalismo, pues es
la forma la que constituye los objetos. La sensibilidad por sí sola, solamente
nos da impresiones subjetivas, sin orden, ni lazos, sin unidad. El espíritu es
el que organiza los datos brutos de la sensibilidad según sus propias leyes a
priori, construye con sus impresiones objetos definidos, situados en el espacio
y en el tiempo, relacionados los unos con los otros por leyes, y son a la vez
reales e inteligibles. (p.56)
El criticismo radical, representado
por Enmanuel Kant, afirma que tanto el Tiempo como el Espacio son condiciones
formales del conocimiento, que no existen en la realidad, sino en la mente. Lo
que pasa es que por naturaleza, solamente podemos conocer un objeto si lo
colocamos en un espacio determinado y lo temporizamos según un antes y un
después; a tal punto, que no podemos definir claramente lo que se entiende por
el Espacio y por el Tiempo, prueba de su no-existencia en el mundo exterior,
son condiciones que nuestra mente
utiliza para conocer el mundo externo.
Actualmente el criticismo es
manifestado por la corriente del “Desarrollo de la Inteligencia”, que afirma
que nadie nace inteligente ni bruto, sino que la inteligencia se puede
desarrollar si se ejercitan las cualidades “innatas” de la mente, que permiten
el conocimiento, tales como: La Observación, La Clasificación, La Comparación,
El Análisis, La Ordenación, etc.
III) LA ESENCIA
DEL CONOCIMIENTO
Hablar acerca de la esencia del
conocimiento, nos llevaría a plantearnos el problema concerniente a la relación que existe entre el sujeto y el
objeto, en cuanto que esta relación determina el criterio del valor del mismo
conocimiento, en cuanto especifica el “material” que compone el pensamiento
elaborado.
Las preguntas surgen, ¿cómo es posible
la relación entre el sujeto y el objeto?, ¿a cuenta de qué pueden
relacionarse?. ¿ Bajo qué condiciones se puede dar la relación entre el sujeto
y el objeto?, ¿ qué papel juega el sujeto, en su relación con el objeto?, ¿qué
papel juega el objeto...?
Las preguntas no pretenden apuntar
hacia el “cómo se da el conocimiento”, ya que esto, posiblemente, nos llevaría
a una especie de “teoría del aprendizaje”. Se trata de apuntar hacia las
condiciones bajo las cuales se produce la relación entre el sujeto y el objeto;
es decir, ¿gracias a qué...?.
En tal sentido, a lo largo de la
historia del pensamiento occidental se han propuesto algunas soluciones a la
problemática anterior, mencionaremos solamente tres: El Idealismo, El
Materialismo (Dialéctico), y el Fenomenalismo.
EL IDEALISMO
Es una posición extrema, que niega la
existencia de una realidad sólida, independiente de una “conciencia”, o de un
sujeto. Existe identidad perfecta entre lo pensado y la realidad. Si la
experiencia muestra diferencia entre las ideas y el mundo real, se trata de
ignorancia por parte de quien observa, detrás de las diferencias aparentes
entre el pensamiento y los objetos, el mundo es total y únicamente LOGICO.
Barragán reafirma esta postura
presentada por el idealismo:
La posición idealista es una toma de posición ante el problema del
conocimiento extrema al realismo. El idealismo pretende reducir al mundo a una
actividad del espíritu. (p. 65)
Todo cuanto existe obedece a las leyes
del pensamiento, a la Lógica. Las leyes del pensamiento lógico, son las leyes
de la realidad. A tal punto, que en el mundo racional, se encuentra la
verdadera realidad. Por lo tanto, no hace falta recurrir al mundo exterior para
encontrar la verdad, basta con analizar las leyes del pensamiento, es ahí, en
nuestra conciencia en donde encontraremos la verdadera sabiduría, “Conócete a
ti mismo”. Verneaux. nos describe la
posición radical del idealismo, tomando como ejemplo la filosofía kantiana :
La concepción idealista es la de Kant. Lo que es notable, en la
definición nominal que propone al empezar, es que no se hace ninguna mención a
las cosas, de lo real, del ser. Sino que
la verdad está concebida como una relación inmanente al espíritu, el acuerdo
del conocimiento con el objeto
representado. No haremos más que desarrollar la idea si decimos que la verdad
es idéntica a la “objetividad” del pensamiento. La objetividad a su vez se
reduce a la “validez universal” del juicio, entendiendo por ello que se impone
a la razón, común a todos los hombres. Y se llega, por lo tanto, a esta
definición: La verdad es el acuerdo del juicio con las leyes inmanentes de la
razón, o, más simplemente, el acuerdo
del pensamiento consigo mismo. (p118).
¿Qué hay en nuestras mentes?, ¿Qué
producen nuestros pensamientos?: Ideas. Por lo tanto, el camino de la verdad se
recorre al estudiar el mundo de las ideas. No sólo en cuanto a la búsqueda de
la verdad, sino, en cuanto a la existencia de todo cuanto existe: Primero son
las ideas y luego el mundo de los objetos. Es algo así como las teorías que
están de modas: “Piensa y se te dará”, “Si piensas que eres feliz, lo serás”,
“Visualiza, y ya verás...”.
Son las ideas las que mueven el mundo.
Cierta vez, un filósofo llamado Hegel, cuando dictaba una conferencia, alguien
le hizo la observación de que la realidad era siempre muy diferente al mundo de
las ideas, a lo que Hegel respondió: “Si la realidad contradice a las ideas,
peor para la realidad”. En la revista “Apuntes Filosóficos N° 1”, el profesor
Reyes (1992) presenta la esencia misma
del idealismo:
Filosofía idealista: Partirá siempre de lo interior, de lo
suprasensible (aquello que no se da en los sentidos pero que sin embargo
existe: el yo, la libertad, etc.) Para ella todo reside en el pensamiento y el
espíritu mismo es todo su contenido. Se toma por objeto la idea misma; con ella
se piensa llegar a lo determinado. (p. 97)
Hegel llegó al extremo de creer, que
lo único existente era la “Consciencia Absoluta”, y que todo cuanto existía en
el mundo material, incluyendo al hombre, se transformaba poco a poco en parte
de esa “Consciencia Absoluta”.
MATERIALISMO
(DIALECTICO)
Se trata de una propuesta que afirma
la existencia del mundo exterior, totalmente independiente del sujeto, o de
cualquier consciencia. Pero, no se trata de una realidad fija e inmóvil, el
mundo está en constante movimiento, y este movimiento produce un constante
cambio del mundo exterior, en donde todos los objetos se encuentran
relacionados.
Desde esta visión de la realidad, se
entiende que todo cuanto existe es materia en constante movimiento y cambio. La
misma consciencia es fruto del cambio constante (evolución) de la materia, por
lo tanto, la conciencia es fruto de la materia, y no al revés como enseñaban
los idealistas. Henri Lefebvre nos
presenta la “razón dialéctica” como el método adecuado de análisis de la realidad
que se encuentra en constante movimiento gracias a las “contradicciones de la
materia”:
La otra actitud admite simultáneamente que el pensamiento humano
busca la verdad a través de las contradicciones y que las contradicciones
tienen un sentido objetivo, un fundamento en lo real. Se deja de considerar
absurda o aparente toda contradicción; se convierte, en cambio, el estudio de
las contradicciones y de su fundamento objetivo en una preocupación central. Se
estima que los métodos tradicionales del pensamiento reflexivo deben
desarrollarse en este sentido; al establecer, más enfáticamente que nunca. , la
verdad y la objetividad como metas de la razón, se define una razón más
profunda: La razón dialéctica. (p.26)
Sin embargo, la consciencia solamente puede
evolucionar en cuanto transforma el mundo externo (trabajo). Y para esto
necesitan ir descubriendo, a lo largo de la historia, las leyes del movimiento
de la materia; es decir, las leyes del materialismo dialéctico. Roger Garaudy presenta
una descripción profunda de la dialéctica, tal como es entendida por el
marxismo materialista:
La dialéctica empieza con es “desdoblamiento del uno” por el cual,
como ha mostrado Wallon, en el esplendor mismo del mito primitivo, el
pensamiento crea una primera escisión entre el mundo de la apariencia inmediata
y el de la realidad profunda concebida en forma de mito. Surge una segunda
contradicción cuando el pensamiento, renunciando a las ilusiones trascendentes
del mito, se reconoce como simple hipótesis, y, por consiguiente, acepta la
confrontación con la realidad sometiéndose al veredicto de la práctica: si el
modelo que ha construido no “se ajusta”, es decir, no da cuenta de los
fenómenos, y no nos da el poder sobre ellos, no nos permite manejarlos,
entonces hará falta o bien complicar el modelo o bien reemplazarlo procediendo
a una reorganización global de nuestro saber. Contradicción y totalidad son así
dos momentos inseparables de esa dialéctica del conocimiento que es, al mismo
tiempo, una dialéctica del trabajo. (p.57)
Las leyes del materialismo dialéctico cobran valor universal, nada
escapa de su poder. Estas leyes son aplicables a los objetos que existen en el
planeta, a los que están en las galaxias, a los minerales, a los vegetales, a
los animales y al hombre.
Aplicadas al hombre, que es sociedad
en sí, se convierte en “Materialismo Histórico”, que serían las leyes del
materialismo dialécticos aplicado a la historia de la humanidad. El
materialismo dialéctico aplicado a la “Vía Láctea”, se convertiría en
“Materialismo Galáctico”. Dentro del mundo de las “partículas sub-atómicas”, se
llamaría, “Materialismo Cuántico” y así, sucesivamente. Nada puede escapar a
las leyes de la materia.
FENOMENALISMO
No sé
cuál es la razón, por la cual en la historia del pensamiento occidental,
cada vez que aparecen dos filosofías que tratan un mismo tema desde puntos
opuestos, siempre aparece una posición “conciliadora”, o que pretende colocarse
en el centro, equilibrando la balanza
del saber. Este es el papel que pretende jugar el fenomenalismo: colocarse en
el centro entre el materialismo y el idealismo.
Según el fenomenalismo, es impropio
hablar de ideas independientes de los objetos. Por otra parte, el objeto como
ser en sí, independiente del sujeto, o de cualquiera persona, carece de interés
para el propio conocimiento.
En el campo del conocimiento resulta
imposible separar la conciencia del objeto conocido, no podemos tener ideas que
no representen a ningún objeto. Y todo objeto es conocido en cuanto es para una
conciencia, en tal sentido, “Fenómeno”, significa, “lo que aparece”. La
realidad es objeto del saber en cuanto aparece, en cuanto es para una
consciencia determinada. Hartmann (1921) opina acerca de la naturaleza del
fenómeno:
Todo fenómeno es accesible
sin distinción. En cada uno de ellos, su trabajo consiste en poner “entre
paréntesis” lo inesencial, subjetivo, casual, y en poner de manifiesto la “esencia” supraempírica de la
cosa. Al hacer resaltar los rasgos esenciales de la situación dada, el fenómeno
es elevado a la esfera “eidética”. (p. 204)
Siempre la consciencia será
intencionada; es decir, dirigida hacia un objeto, la consciencia vacía, sin un
objeto, no existe. Es imposible ser consciente de “nada”. De lo único que la
consciencia no es consciente es de sí misma. La conciencia siempre esta
dirigida hacia el exterior, a lo distinto, a lo otro. Edmundo Husserl (1989) en
la obra “Curso Fundamental de Filosofía”, aclara lo referente a la naturaleza
del fenómeno y de la conciencia intencionada:
Husserl define a la inversa la singularidad de los actos del pensar,
percibir, etc., desde el sentido de lo que contienen; es decir, desde lo
pensado y percibido, etc. Eso es lo que aparece originariamente, con
anterioridad a cualquier construcción teórica; en otras palabras, eso es el
“fenómeno”. A él se refieren los actos psíquicos, está en la presencia de algo
distinto de ellos mismos; es decir, que son intencionados. (p. 21)
Le es propio a la consciencia en su
naturaleza el conocimiento del objeto, la capacidad de descubrirlo, de robarle
la esencia, para formar la idea. Siempre la idea es de algo, por lo tanto, el
objeto es real. Siempre el objeto del conocimiento es el dado a una
consciencia; por lo tanto, la idea es real, en cuanto es referida.
Verneaux. define la “fenomenología”
como el esfuerzo de captar la esencia del objeto determinado:
Entendemos por fenomenología del conocimiento, como comúnmente se
admite, no una descripción de los fenómenos tal como se presentan concretamente
a una conciencia individual, lo que constituiría una simple psicología de la
introspección, sino un esfuerzo para captar en los fenómenos concretos las
esencias. (p. 101)
El dualismo entre el sujeto y el
objeto es totalmente falso, ya que nunca puede existir el conocimiento
solamente referido al sujeto solamente, o al objeto solamente. La consciencia
siempre se presenta intencionada, no existe la consciencia vacía o la
consciencia de la consciencia. Por otra parte el único objeto que interesa al
conocimiento es el que “aparece ante un sujeto”. Una computadora en el
desierto, es tan sólo una piedra.
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