ÉTICA, LOCURA Y MUERTE (PRIMERA PARTE--LIBRO)

 

 

ÉTICA, LOCURA Y MUERTE

(PRIMERA PARTE)

 

GERARDO BARBERA

 

 

 


PRESENTACION

 

Al inicio del tercer milenio, la reflexión filosófica tiende hacia el relativismo superficial generalizado. Parece ser que el mal llamado “humanismo” ha confundido al hombre, con el “capricho personal”. No es lo mismo colocar al hombre como razón de ser de las reflexiones filosóficas, que hacer filosofía desde la necedad o desde  el capricho a veces inconsciente  de algunos ignorantes profesionales del discurso.

 

La ignorancia se está convirtiendo en la mayor virtud de la mayoría de los autores que escriben en torno  la ética y  a la crisis de valores. Estas reflexiones suelen basarse en metafísicas muy raras, en mundo astrales, en mensajes de ángeles, en sueños revelados, en el súper poder de la mente, en las sensaciones especiales, en cursos de autoestima, en cursos de integración grupal, etc.

 

Por otra parte, algunos autores insisten en reducir la reflexión filosófica, desde la negación de la misma como un área fundamental del saber, al  campo de las ciencias sociales. Para ellos, la única reflexión válida se encuentra enmarcada desde la sociología. La filosofía no es una ciencia, por lo tanto no existe. La ética se convierte entonces en una disciplina de las ciencias sociales, es un problema de “cultura social”. La sociedad se convierte en el fundamento y en la fuente de los valores éticos. El relativismo del capricho personal se amplía y se convierte en un relativismo cultural.

 

De esta forma se vienen configurando en la sociedad las dos consecuencias lógicas del relativismo ético. Por una parte, el capricho personal, en nombre de una “libertad” basada en el “yo quiero” promueve la anarquía. Y el relativismo cultural nos lleva hacia los totalitarismos de izquierda o de derechas, en donde la moral se transmite desde el conductismo más grosero a favor de falsos nacionalismos, o de falsas revoluciones.

 

Anarquía y totalitarismos son consecuencias lógicas del relativismo ético, que siempre fundamentan el sentido de la vida desde la inmanencia como marco de referencia. Yo propongo la ética desde la transcendencia, como la vía posible de superación de la moralidad relativista y subjetiva. En este texto de bolsillo presento mis tres primeros ensayos teóricos de lo que entiendo por ética trascendental usando como trasfondo  la crítica de  algunas posturas relativistas y sus posibles consecuencias...

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

HABLANDO DE ETICA

 

“...predicar la moral es fácil, fundamentar la moral, difícil”

                      Arturo Schopenhauer

 

I

 

El   día amaneció sonriente y lleno de promesas; sin embargo, todo resultaba francamente predecible, sin ningún motivo de sorpresas, con esa carga de rutina cotidiana, tan esencial como vital. La rutina nos acompaña, llega a nosotros con los primeros rayos del sol; el mismo trabajo, los mismos compañeros, los mismos problemas, las mismas alegrías, las mismas noticias y los mismos personajes.

 

Realmente nada hacía suponer que lo dado, esa naturaleza ontológica  sería asaltada por la dimensión metafísica y transcendental de la existencia.

 

El día se tornó misterioso y  sorpresivo.  Todo gracias a un encuentro, si se quiere superficial, un diálogo que en el fondo no tenía nada de particular; de hecho, responsablemente debo afirmar, que en la dimensión de la realidad física, tan objetiva y material, no trajo, ni tenía porque causar consecuencia alguna, el universo quedó idéntico a sí mismo, inmutable, compacto en su eterno movimiento expansivo, sin sentido y sin justificación.

 

Pero, ocurrió una interpretación manifiesta de la transformación particularizada en mi ser consciente y dialéctico, un cambio tan real como cualquier consecuencia física sujeta a causas externas. Aunque, los movimientos de la conciencia suelen ser de otra naturaleza, y tal vez, de otro universo, que no se expande, sino que se contrae  hacia el encuentro con el en sí consciente de cada persona, o hacia el encuentro pleno con la propia identidad.

 

Lo humano parece escapar a cualquier fenomenología ontológica. No basta con describir al hombre. La persona no es un dato. La conciencia es lo distinto, se trata de la dimensión existencial. Y esa mañana fue metafísica, una experiencia que las “leyes científicas” no podrían reducir a categorías de “cálculos probabilísticos”, nunca se podría realizar un cuadro estadístico para explicar el encuentro de aquella mañana de verano, ni se podría justificarla desde las “leyes del éxito”, sencillamente se trató de un amanecer cotidiano, de un día más de trabajo superficial y misterioso.

 

A veces pienso que el término “universo” nos atrapó en lo ontológico, sin ventanas, con esa carga racional de totalidad, que niega consecuentemente cualquier insinuación de transcendencia, si  sólo existe el universo, no hay transcendencia, así  de simple, no puede existir la realidad metafísica y el universo material y solitario, ya que la conciencia, lo personal, lo particular es la negación de cualquier intento de “universo material” como lo único existente.

 

La conciencia personal es la negación de cualquier totalidad, de un universo entendido como la realidad material  que posee la totalidad de la existencia sin otra realidad. Al menos, que realmente la existencia se reduzca a el universo, entonces no existiría la conciencia personal, solamente la “energía universal”; es decir, el universo.

 

De tal manera, que lo ontológico y lo metafísico no caben dentro de un mismo universo,  de no ser así, la conciencia y lo ontológico serían dos maneras distintas de interpretación de un mismo y único universo. La conciencia transciende al universo.

 

Es decir, la separación del ser en sí y de lo metafísico es la prueba fenomenológica concreta del límite del para-sí para aprehender una realidad que se hace humana en cuanto transciende lo propio del universo.

 

La relación de conocimiento es dialéctica, en donde conciencia y universo se mantienen eternamente opuestos y distintos.

 

Tomar conciencia plena del ser de la realidad constituye la verdadera esencia de la dialéctica del ser personal, en donde evoluciona y se resuelve la dialéctica de la conciencia y de lo inconsciente; en donde lo consciente, en constante transcendencia de sí y del universo fundamenta la originalidad del “yo personal”, como la superación de lo inconsciente en la afirmación de la conciencia como existencia en sí misma, diferente y transcendental.

 

 La existencia personal manifiesta su ser inconsciente como posibilidad de permanencia en el universo, pero que  transciende lo ontológico como conciencia  personal y distinta al universo. Donde exista conciencia, existe el hombre. La persona es en sí lo “no-universo”; es decir, conciencia dialéctica y transcendental…

 

II

 

Una semana  antes de aquel   lunes superficial y misterioso, el Departamento de Filosofía de la Facultad de Ciencias de la Educación, de la Universidad de Carabobo, había ofertado a través de un “concurso de credenciales” tres cargos, uno para cada asignatura: Teoría del Conocimiento, Filosofía de la Educación y Ética del Docente. Los resultados ya habían sido publicados, y los días seguían su curso normal, como cualquier fenómeno del universo. Los tres profesores favorecidos ya habían recibido sus cargos correspondientes.

 

Pero llegó el lunes cotidiano, y de pronto, la figura de un profesor, un ser humano no esperado, una presencia que sin más entró a la oficina a presentarme en “mi propia cara” su reclamo, por la “injusticia” –que según él--, se había cometido en contra de su persona, debido a lo “amañado” del concurso, donde, supuestamente, se veía  mi mala intención y mis artes maquiavélicas en función de mis criterios “ilegales”, de los que él había sido víctima y exigía una explicación, o una rectificación justa. “¿Cómo podría ser posible que un profesor recién graduado fuese el ganador y no él?”

 

-- ¡Buenos días!, ¿es usted el profesor Barbera, el jefe del Departamento de Filosofía?

 

El tono era agresivo, una conciencia que se manifestaba dialécticamente cercana a la inconciencia inmanente, fijada en un instante  casi objetivo, alejada de su propia esencia transcendente. El profesor me miraba fijamente , como dando a entender que la visita no era muy amistosa.

 

Recuerdo que yo estaba leyendo y fichando algunos párrafos de la “Ética”, de Benito Espinoza, me encontraba meditando acerca de la ética y la geometría – para mí, Espinoza ha sido el filósofo que mejor ha interpretado el pensamiento cartesiano, tal vez, por la cercanía en el tiempo.

 

Cerré el libro lentamente, tardé segundos eternos en tomar conciencia de la visita,  por cierto, no anunciada, y mentiría si no confieso que tuve miedo e inseguridad ante la repentina presencia de una persona de mediana edad – más o menos cincuenta años--, corpulento, quien al terminar el saludo se encontraba inclinado hacia mí, con sus dos manos apoyadas sobre el otro extremo de mi escritorio.

 

--¡Buenos días!—respondí confundido y de manera mecánica--¡siéntese, por favor!—quedé en expectativa formal, sin ningún contenido.

--¡Gracias! Soy el profesor “X”--, después de la presentación, me miró como quien espera sorprender a un corrupto desprevenido, como diciéndome: “Tú crees que me iba a quedar quieto, ¡no señor!, aquí estoy para reclamar mis derechos, y de paso asesorado por la Comisión de Reclamos,  tú no sabes con quién te has metido, ¡prepárate corrupto!”.

 

Aclaro que estas son reflexiones posteriores a los acontecimientos en vivo, ese lunes ni pensar que tuve la  oportunidad de reflexionar. Insisto, era un día cotidiano, superficial y misterioso.

 

Después de esta presentación identifiqué al personaje. Se trataba de uno de los profesores participante en el concurso de credenciales que no había resultado favorecido. Se trataba de un “reclamo”. No era la primera vez. En los tres años que llevaba como jefe del Departamento de Filosofía me había enfrentado varias veces a situaciones semejantes. Insisto, era un lunes cotidiano, superficial y misterioso.

 

Recuerdo que en el primer concurso de credenciales que coordiné se presentó el caso del reclamo más sonado, y se dio en la asignatura Teoría del Conocimiento, en donde el reclamante era un “Monseñor”. En todos los pasillos de la Facultad el comentario era el mismo, “En el Departamento de Filosofía rasparon a un Monseñor, ¡qué bol-s tienen en ese Departamento! "Y el comentario parecía lógico. Si un Monseñor no era considerado con suficientes méritos académicos para ganar un concurso de credenciales en filosofía, ¿entonces…?, menos mal que al Monseñor en cuestión no se le ocurrió concursar en ética, sino imagínense el escándalo. En aquel caso, gracias a Dios, que el Monseñor no cumplía con los requisitos legales exigidos en el perfil del candidato…

 

En el fondo, más allá de lo cotidiano y de los personajes participantes, se ha tratado y se trata del concepto de filosofía, y en consecuencia, de quién está preparado para la docencia de la filosofía en la educación superior, criterios que le son propios señalar, en nuestro caso concreto al Departamento de Filosofía.

 

¿Quién debe enseñar filosofía en una universidad? ¿Qué se entiende por filosofía? Parece mentira, en el área filosófica todo el mundo se cree capaz, así de sencillo, por qué, no sé. No es común ver a un egresado en filosofía concursando para un cargo en matemática, estadística, biología, inglés…pero en nuestra Facultad el caso contrario es común… ¿por qué?...

 

En el caso que nos ocupa, ¿quién debe enseñar ética?, ¿qué entendemos por ética? Aclarar o tomar posición frente a estos interrogantes es el objetivo de este relato y de estas reflexiones, ¿qué es la ética?, ¿la ética se reduce a la conducta moral? Sánchez Adolfo (1969), en su clásico texto “Ética”, nos presenta el carácter reflexivo y filosófico de la ética:

 

Los hombres no sólo actúan moralmente (es decir, se enfrentan a ciertos problemas en sus relaciones mutuas, toman decisiones y realizan ciertos actos para resolverlos, y a la vez juzgan y valoran de un modo u otro, esas decisiones y esos actos), sino que también reflexionan sobre ese comportamiento práctico, y lo hacen objeto de su reflexión o de su pensamiento. Se pasa así del plano de la práctica moral al de la teoría de la moral; o también, de la moral efectiva, vivida, a la moral reflexiva. Cuando se da este paso, que coincide con los albores del pensamiento filosófico, estamos ya propiamente en la esfera de los problemas teóricos-morales, o éticos (p. 17)

 

¡Atención!, no es mi intención aclarar qué entiende la gente por ética, ni siquiera, qué se entiende desde el Departamento de Filosofía por ética. Asumo la responsabilidad de lo que escribo, ¿qué entiendo yo por ética?, lo narrado es simplemente un recurso, una forma de llamar la atención del lector.

 

Al entender que se trataba de, “un asunto cotidiano”, propio de un lunes cualquiera, cotidiano, superficial y misterioso, tomé conciencia de la situación, “¡cogimos alientos!”, como dice la copla de “Florentino y el Diablo”, y aunque me sentía incómodo, recobré un nivel adecuado de seguridad, ya que no tenía nada oscuro que ocultar.

 

--¡Siéntese, por favor, en qué puedo servirle!—respondí con cierta hipocresía. Yo no tenía ánimo de servirle en nada, menos durante un lunes en la mañana cotidiano, superficial y misterioso.

 

--“¡Quiero que me explique cómo es posible que yo, el profesor “X”, por si usted no lo sabía con tal grado de postgrado alcanzado, y con más de veinte años de experiencia como educador perdí en un concurso de credenciales! Y para colmo, el ganador fue el profesor “Y”, quien apenas tiene dos años de graduado. ¡Ah!, pero que estudió en la misma universidad que usted” –recuerdo que expuso una serie de informaciones referentes a su amplio currículo para justificar su justa reclamación, dando a entender que se trataba de un caso claro de “tráfico de influencia”.

 

El tono de la reclamación era fuerte, casi a gritos, lo que atrajo la atención y la presencia de algunos colegas del Departamento de Filosofía. Yo pensé que la presencia de estos profesores iba a intimidar al reclamante; pero él lo asumió como la presencia de los testigos que necesitaba para fundamentar su justo reclamo.

 

Le hice ver, que en su caso particular, el problema consistió en que estaba fuera de los límites de edad establecida como criterio de ingreso en un concurso de credenciales en el reglamento de la Universidad de Carabobo…

 

 El reclamante quedó mudo, “fuera de lugar”, yo no tenía la culpa de los criterios generales establecidos. No se trataba del acto de corrupción que él suponía, era cuestión de reglamentos…pero quise adornarme, hacerme el filósofo para darle una lección,  y confieso que metí la pata…juzguen ustedes…

 

--… y además, usted no es egresado en filosofía, ¿qué busca usted en el Departamento?, lo armé de nuevo, y la respuesta no se hizo esperar…

 

--¿Y usted cree que yo no sé filosofía?, vea mis calificaciones en el área. A mí siempre me ha gustado la filosofía, pregúnteme lo que usted quiera— Me puse a la defensiva y dado la presencia de algunos colegas, respondí…

 

--Dígame, ¿Qué es Ontología?—yo sabía que alguien que no sea egresado en filosofía no tendría la más mínima oportunidad frente a mi pregunta.

 

--A mí no me venga con palabras raras, pregúnteme sobre la “Metafísica de Conny Méndez”, y además, el concurso es de ética, tengo veinte años de servicios intachables en la enseñanza. Y yo sí tengo experiencia para ser profesor de ética, no ustedes que no saben nada de la vida…

 

No voy a seguir con los detalles de la narración ocurrida aquel lunes cotidiano, superficial y misterioso, de hecho, el desenlace fue legal, el reclamante no cumplía con la normativa exigida por la Universidad para los concursos de credenciales  y punto. Como resultado final, gané un enemigo más, ya que muy pocas personas aceptan perder un concurso de credenciales…

 

Pero las frases que hicieron de aquel lunes un día metafísico fueron  las siguientes: “Yo tengo mucha ética”, “veinte años de experiencia…” En estas frases quedó plasmado un concepto determinado de filosofía y de ética.

 

Según lo anterior, la ética sería algo que se tiene y que crece con los años de vida en la tarea educativa, y consecuentemente pasaría lo mismo con la filosofía en general, entre más viejo, más filósofo se debería ser. La filosofía “se hace en la vida”, “todo es filosofía”, “todos hacemos filosofía”.

 

La ética sería cuestión de experiencia vital acumulada, y se enseñaría con ejemplos de vida.  Según esta visión, lo más absurdo sería considerar la ética como una cuestión de reflexión filosófica.

 

 En el fondo, se trataría de una ética que podría ser impartida por cualquier educador con años de experiencia acumulados con una conducta irreprochable.

 

Así la filosofía sería una disciplina que podría ser enseñada por un educador que haya acumulado una experiencia significativa y que sea un ejemplo viviente del ejercicio docente. Ya que la filosofía sería una cuestión de vida, justificada en hechos concretos de la profesión docente.

 

 En el fondo, entre más se ha vivido más se sabe filosofía, ética, teoría del conocimiento, antropología filosófica, filosofía de la educación, ontología, metafísica occidental, lógica, filosofía de la ciencia  y todas las corrientes del pensamiento como el idealismo, positivismo, existencialismo, marxismo, pragmatismo, entre otros temas, “toda cabeza es un mundo”, “Todos tienen su propia  filosofía”.

 

Sería bueno considerar: “todos tiene su propia física”, y si esa afirmación sería el criterio para seleccionar a los profesores de Física en alguna universidad, o si aquellos de “cada cual tiene su propia psicología”, hace a cualquier educador candidato adecuado para ser profesor de “Teorías del aprendizaje” en el ámbito de la educación superior…

 

 

III

 

Después, alejado en el tiempo, he reflexionado sobre la seriedad de aquel reclamo, no por su contenido, ni siquiera por la persona que lo hizo. En este reclamo se encontraba el centro del problema propio de cualquier reflexión filosófica de la actualidad por el personaje y la generalidad de esta posible visión sobre la reflexión filosófica; es decir, muchos piensan que la filosofía y todas sus ramas, como la ética, es cuestión de “vida”, y no de “teorías vacías”, al punto de que la mayoría no entiende el motivo por el cual la ética es una asignatura filosófica y no por ejemplo, un área de las ciencias pedagógicas. En tal sentido, la profesora Ramos M  (2000), en su libro “Para educar en Valores”, presenta la ética como una reflexión esencialmente filosófica:

La ética en sentido académico es la filosofía moral, o disciplina filosófica que estudia las reglas morales y su fundamentación. Mientras que la moral tiende a ser particular, por la concreción de sus objetos, la ética tiende a ser universal por la abstracción de sus principios. La ética se ha convertido en una de las disciplinas filosóficas más fecundas y versátiles pues a través de ella se realiza el análisis y la fundamentación de los conceptos básicos para la interpretación de las costumbres y valores como la libertad, justicia, el bien o el buen vivir. (p. 93)

 

No obstante, según los ignorantes de la filosofía, la ética tendría que ser una asignatura concreta, del hacer, del ejemplo y nunca de la reflexión filosófica. La ética, y cuidado si no toda la filosofía no sería más que una ciencia social de la conducta, parte del universo, de lo dado, de lo medible, y no de la conciencia, como manifestación de la conciencia que  se transciende en lo personal, más allá de cualquier intento de reducir a su dimensión  ontológica a la ética y a la filosofía en general.

 

Entendí que aquel profesor había   dado en el centro de la reflexión filosófica actual, especialmente en el campo de la ética o de la enseñanza de valores, cuestión que está de moda.

 

   Opino que no hay nada peor para la reflexión filosófica que  “estar de moda”, ya que la bibliografía respondería a intereses económicos y no al avance de la conciencia reflexiva y filosófica.

 

Actualmente, nos encontramos con el hecho de que todo el mundo “sabe filosofía”.  Por su puesto, en nuestro caso todo el mundo  “sabe y tiene una ética”, y si se trata de un educador, pues ya es profesor de ética, gracias a los años de experiencia docente acumulados. Estoy de acuerdo con Barragán (1999) cuando expone una reflexión de  Hegel:

 

Hay una frase de Hegel que apunta al esclarecimiento de este hecho y que aun hoy vale la pena tomar en consideración: “Esta ciencia tiene la mala suerte de que aun aquellos mismos que nunca se han ocupado de ella se imaginan y dicen comprender naturalmente los problemas que trata, y ser capaces, ayudados de una cultura ordinaria, y en especial de los sentimientos religiosos, de filosofar y juzgar en Filosofía. Se admite que, respecto de las demás ciencias, sea preciso haberlas estudiado para conocerlas, y que sólo en virtud de dicho conocimiento se esté facultado para formular un juicio sobre ellas. Nadie duda que para hacer un par de zapatos es preciso haber aprendido y ejercitado el oficio de zapatero, aun cuando cada uno de nosotros tenga la medida de su zapato en sus propios pies, y tenga manos, y con ellas la habilitación natural para dicho oficio. Sólo para filosofar no se necesitará ni estudio, ni aprendizaje, ni trabajo... (p.12)

 

 

Pero centrándonos en el tema, qué  entiendo por ética, expondré una primera aproximación: “la ética es una disciplina filosófica que trata sobre la dimensión metafísica de la conciencia particular y dialéctica que se desarrolla en relación esencial con el otro,  desde un sentido transcendental de la existencia”, así de sencillo.

 

Esto significa, entre otras cosas, que la ética no es una ciencia científica y objetiva en lo absoluto.  Sea anatema todo aquel que piense que la ética es una “habilidad”, algo que se tiene. El hombre no tiene ética, es esencialmente ético. Max Scheler (1976) en su libro “El puesto del hombre en el cosmos”, nos presenta al hombre como un ser espiritualmente libre capaz de trascender el nivel animal de los impulsos y de las necesidades establecidas por el medio, lo cual considero como el fundamento antropológico de la estructura ética de  la persona:

 

Si colocamos en el ápice del concepto de espíritu una función particular del conocimiento, una clase de saber, que sólo el espíritu puede dar entonces la propiedad fundamental de un ser  “espiritual” es su independencia, libertad o autonomía existencial – o la del centro de su existencia – frente a los lazos y a la presión de lo orgánico, de la “vida”, de todo lo que pertenece a la “vida” y por ende también de la inteligencia impulsiva propia de ésta.  Semejante ser “espiritual” ya no está vinculado a sus impulsos, ni al mundo circundante, sino que es “libre frente al mundo circundante”, está abierto al mundo, según expresión que nos place usar (p. 55).

 

Sería un grave error pensar que le ética es una ciencia “sociológica”, “psicológica”, “pedagógica”, o de cualquier otra rama de la  ciencia, es simplemente y esencialmente un asunto de la filosofía. Cuando aseguro que es una disciplina filosófica, entiendo que se trata de una reflexión propia de la conciencia personal y dialéctica, enmarcada en fundamentos epistemológicos, ontológicos, antropológicos y metafísicos, de no ser así, simplemente no se podría hablar de una reflexión propiamente  ética.  Sánchez Adolfo (1969) es preciso cuando señala su opinión al respecto:

 

La ética no puede dejar de tener nunca como fondo la concepción filosófica del hombre que nos da una visión total de éste como ser social, histórico y creador. Toda una serie de conceptos que la ética maneja de un modo específico, como los de libertad, necesidad, valor, conciencia, socialidad, etc., presuponen un esclarecimiento filosófico previo. Asimismo, los problemas relacionados con el conocimiento moral, o con la forma, significación y validez de los juicios morales requieren que la ética recurra a disciplinas filosóficas especiales  como la lógica, la filosofía del lenguaje y la epistemología (p. 27)

 

 

De tal manera, que la  naturaleza de la ética define el perfil del profesor de la misma.  Solamente aquellos educadores que han sido formados desde la filosofía estarían “licenciados” adecuadamente para impartir clases de filosofía y en consecuencia de la ética.  De no ser así, lo más probable sea que las clases impartidas por docentes no formados en filosofía se conviertan, en nombre de la   ética en “reflexiones de vida”, pero que muy poco tendrían que ver   con el verdadero sentido de las reflexiones éticas.

 

Cuando el profesor no es egresado en filosofía, las clases de ética suelen convertirse en laboratorios psicológicos de integración grupal y de desarrollo de la autoestima, temas muy interesantes y necesarios, pero que tienen muy poco que ver con la formación ética transcendental.

 

En este sentido, entiendo por transcendental la realidad metafísica que no puede ser reducida a lo ontológico. Prefiero el término “ontológico”, al de “objetivo”, porque lo metafísico puede ser objetivo en cuanto a que no se reduce a la conciencia, o al ser percibido por la conciencia.

 

Entiendo que no he definido hasta el momento con suficiente claridad, mi definición de  la naturaleza de la conciencia personal y dialéctica, el “yo personal”, “la persona”, por el momento se entenderá como la conciencia en cuanto es capaz de ser ética.

 

Cuando el profesor no está formado en filosofía, muestra su incoherencia con la asignatura de la ética empezando con la bibliografía que suelen utilizar, basada en textos que más que formar en cuanto al contenido de la ética, procuran el éxito publicitario  y se centran en la necesidad de “venta” manipulando y maltratando  el nombre de la ética: “Ética y valores”, “Enseñanza de la ética”, “la ética para niños”, “la ética para maestros”, “la ética para vendedores”, “la ética para ser un triunfador”, “la ética para sentirse bien”, “la ética para lotería”, entre muchos otros títulos de la misma profundidad filosófica.

 

 

IV

 

Lo que está de moda no es la reflexión sobre las diferentes concepciones éticas, o de las diferentes opciones éticas, o sobre la fundamentación filosófica de los valores, o sobre la naturaleza de los valores.

 

No se trata de participar en foros o debates ideológicos sobre el tema de la ética: la ética marxista, la ética pragmática, la ética cristiana, la ética racional, la ética de la modernidad, la ética existencialista, la ética psicologista, como solía ocurrir en épocas anteriores, cuando la ética era objeto de reflexiones del más alto nivel académico, como una parte esencial del saber propio de la humanidad.

 

Al principio del siglo XX, por ejemplo, se produjo en el ámbito internacional un debate desde  las mismas bases de la reflexión filosófica sobre la ética – cuestión muchas veces ignorada por algunos profesores actuales de la ética del sentirse bien, “tú estás bien, yo estoy bien”.

 

Estas reflexiones filosóficas han servido de base para  posteriores estudios de las diferentes disciplinas del conocimiento de la humanidad.  La ética no era para ellos un problema filosófico superficial, sino el área del conocimiento desde donde se definía el verdadero sentido existencial  del pensamiento expuesto.  Pero lo que hay que resaltar, más allá del contenido es la seriedad y la profundidad de las opciones  filosóficas que fundamentaban las éticas propuestas.

 

Empezando el tercer milenio nos encontramos en una época en donde la ética está de moda. Y la esencia de la moda, su razón de ser en la sociedad actual –por lo menos en eso sí es coherente—consiste en su valor de venta. La moda produce rendimientos y ganancias económicas, he aquí su verdadero sentido. De no ser así, no tendría razón de existir, y por lo tanto pasaría de moda. No vale la pena producir lo que no se traduce en ganancias económicas. Lo demás poco importa, o se convierte, como los profesores del “éxito” afirman, en “pura teoría sin valor”.

 

Ahora bien, si se llegase a estas conclusiones, porque se es consciente de la filosofía pragmática que sostiene  la negación de la ética como  reflexión filosófica  y la conciben solamente como búsqueda de lo útil, yo estaría conforme, porque se trataría de una opción seria, sin importar mi posición personal frente a las propuestas pragmáticas. Pero si la negación de la ética como reflexión filosófica se hace desde la ignorancia…, no hay nada que decir, y mucho que lamentar.

 

La negación de la ética como reflexión filosófica solamente es válida desde la misma reflexión filosófica, y no desde la total ignorancia de lo que se afirma.

 

 ¿Por qué la ética está de moda? ¿Acaso porque se siente la necesidad antropológica de profundizar desde la filosofía sobre el sentido de la vida? ¿Se trata de proponer o defender algún sistema ideológico de pensamiento? ¿Por razones de interés filosófico? ¿Por necesidad de sabiduría?

 

Estoy convencido de que el lema “Crisis de valores” se ha puesto de moda, de ahí la ética como tema de moda  para  la venta de libros. No existe ninguna otra razón. La cultura del mercado y de la ganancia se ha convertido en la esencia del quehacer de la filosofía de los intelectuales ignorantes.

 

 

V

 

 

La  existencia de la llamada crisis de valores –la cual es discutible—ha resultado el lema ideal de la justificación, ya  que  desvía hacia la nada, hacia el mundo irreal, la atención de las verdaderas causas y de los verdaderos responsables de la marginalidad  de la mayoría y nos lleva a reflexionar sobre una  responsabilidad de la crisis de  valores en donde todos somos igualmente responsables,  lo que se traduce en que nadie es responsable.

 

Por qué mueren millones de niños, porque hay crisis de valores. De esta forma los intelectuales ignorantes  hacen, desde su ignorancia, por supuesto,  el juego ideológico de la complicidad del estado social de la humanidad actual, a pesar de sus credenciales curriculares. Los intelectuales ignorantes suelen ser los mejores “tontos útiles”, de los verdaderos y conscientes filósofos del pragmatismo del mercado, quienes sí saben lo que están haciendo.

 

Ningún proceso educativo es neutro desde el punto de vista ideológico. La ignorancia de estos profesores favorece el crecimiento de la marginalidad y de la miseria de la mayoría.

 

Como el problema consiste en la crisis de valores, la ética se convierte  en  el puente nunca cruzado, desde el cual se habla de valores y de la moral como problemas educativos desde una perspectiva totalmente conductista.

 

La consecuencia es lógica, si hay crisis de valores, la solución tiene que consistir en superar esa crisis de valores a través de la educación formal, de la escuela. Se trataría de educar en valores, a través de programas educativos, talleres, módulos, charlas. Creo que pasará todo el tercer milenio y ningún programa de educación en valores resolverá la problemática social de la marginalidad, ya que “el jarabe para la tos, no cura el cáncer pulmonar”.

 

 García Beatriz (1996) en su obra “Educación en Valores”, advierte sobre el contenido ideológico de la llamada “crisis de valores”:

 

Es necesario puntualizar dos ideas que se desprenden de este discurso: La crisis de valores se genera porque los venezolanos no asumen un comportamiento ético adecuado para alcanzar el bienestar social y el desarrollo de la nación. La escuela tiene la tarea de formar los ciudadanos para que transformen sus valores y asuman otros más cónsonos con el desarrollo. Cree que la  “crisis de valores” se genera por la “manera de ser” del venezolano, significa creer que el problema de la crisis de valores es un problema de los individuos, de los vacíos en su formación y cultura que les impide asumir los comportamientos adecuados en una sociedad que intenta alcanzar la modernidad. Por otra parte, dado que el problema de los valores es un problema del “comportamiento del venezolano”, el énfasis de la sociedad para resolver la situación se pone en que la escuela fortalezca su tarea de formación moral. En definitiva, es educación lo que se necesita para salir de la crisis de valores (P.9)

 

Aclaro que no es mi intención escribir, por ahora, acerca de  “la ética del oprimido”, “ética y liberación”, temas que para mí están pendientes, y cuya reflexión muy válida se ha quedado a mitad de camino. No quiero que ningún lector, de esos que juzgan la calidad de un escrito por “la bibliografía” que se expone, me encasille pensando, “ah, ya sé por donde viene éste con ese discurso trasnochado de la década de los sesentas del siglo pasado” Prometo no tocar el tema, para evitar que los intelectuales de la enseñanza de los valores adivinen, con esa profundidad tan de ellos, mi “discurso rancio”, no pienso darle el gusto, voy a insistir  en la cuestión de la llamada crisis de valores.

 

Si el tema de moda es la crisis de valores, la publicación de moda girará en torno a la educación en valores, ¿cómo surge la ética como tema de reflexión?, simple, por muy ignorantes que puedan ser en el tema, saben que al hablar de valores tienen que hablar de ética, aunque no sepan filosofía. Y como la idea es vender, escriben cualquier cosa, total, no hacen nada malo, por el contrario se supone que están formando los nuevos ciudadanos de la nueva humanidad.

 

 El resultado es fatal y en esos textos de educación en valores se encuentran las ensaladas más incoherentes de reflexiones éticas, filosóficas, de moral, de religión, de valores y de todo lo que se les pueda ocurrir, lo importante para ellos es que el libro quede bonito y tenga frases hermosas llenas de sabiduría. Y ¡claro!, que  ellos puedan ser reconocidos y premiados  como grandes autores de ética y se les pague por su trabajo.

 

Lo siento pero es así en la mayoría de los casos. Hay excepciones, por ejemplo, Fernando Savater. Yo no estoy de acuerdo para nada con sus postulados filosóficos, pero debo reconocer y quitarme el sombrero ante un autor que de verdad sabe filosofía y de la ética que propone y defiende. Yo personalmente lo admiro, como uno de los pocos autores de moda que realmente es un ejemplo del hacer filosófico. Pero repito, él es una excepción.

 

En mucho de esos textos de educación en valores, se comienza defendiendo la ética como una disciplina filosófica, y algunos hasta se atreven a presentar una teoría de los valores, pero unos cuantos párrafos más adelante, lo echan todo a perder. Resulta lógica esta ensalada, porque no saben de lo que hablan, pero saben que tienen que tocar el tema.

 

Les hace falta entender, que es precisamente la ética el fundamento de la teoría de los valores y de la moral que proponen como objeto de enseñanza. Pero alguien que piense que la ética filosófica es pura paja, nada coherente podrá afirmar acerca de la enseñanza de los valores.

 

Cuando este proceso no se entiende, nos podríamos encontrar con textos que supuestamente hablan de educación en valores, y nos presentan una serie de relatos muy bonitos, que en tal caso podrían servir para dinámicas grupales, pero no para una fundamentación filosófica de los valores que se pretenden transmitir.

 

 Un texto para la reflexión grupal sobre temas de vida, no es necesariamente una reflexión ética, menos, una educación en valores. Pero como lo bonito se vende, se le pone el nombre de moda de educación en valores a cualquier cosa. Lo que les falta a estos autores es precisamente ética profesional. En los profesores ignorantes de la filosofía y de la ética se explica desde la necesidad de supervivencia, algo tienen que hacer para vivir, y si tienen que mentir en el salón de clase, se hace y punto, ya sea de manera conciente o inconsciente.

 

 Pero desde el punto de vista de los autores de textos de enseñanza de los valores, desde una ignorancia de las reflexiones filosóficas  de la ética, la cuestión se reduce a la necesidad de reconocimiento y de ganancias económicas de la forma que sea. Y eso sencillamente deja mucho que desear. La verdadera educación en valores se fundamenta en esa “reflexión teórica y filosófica”, que a veces llaman “paja”. De no ser así, la educación en valores no sería más que condicionamiento inmoral.

 

Existe un camino que nos llevaría  hacia la reflexión ética: teoría del conocimiento, ontología, metafísica, antropología, historia de la filosofía, historia de la ética, moral, teoría de los valores, entre otros temas filosóficos  para poder comprender el mínimo de contenido que se pretende enseñar.

 

Si no se posee la formación filosófica mínima necesaria, lo escrito sería un montón de tonterías al servicio del crecimiento de la miseria y de la marginalidad,  y casi siempre en nombre de una supuesta educación en valores. García Beatriz (1996) insiste en el contenido ideológico y alienante de la supuesta crisis de valores y  de la educación de valores como la solución del problema:

 

Más que la proclamada crisis de valores, lo que estamos viviendo es la consecuencia de la frustración masiva que produce la imposibilidad de vivir de acuerdo con los valores que nos han impuesto o si se prefiere “enseñado” por todos los medios. El resultado de más de cincuenta años de modernización capitalista en Venezuela es la difusión de los valores propios del capitalismo consumista en todos los estratos sociales. Junto a una estructura de relaciones económicas que impide objetivamente a la mayoría de la población realizarlo en su vida cotidiana, mientras una pequeña élite los vive ostentosamente. (p. 11).

 

Una de las expresiones favoritas dentro del sistema educativo de los intelectuales ignorantes, consiste en afirmar que “la ética es un eje transversal”. Me gustaría saber si estos profesores están conscientes de la relatividad moral que proponen. Y si están conscientes de las consecuencias del relativismo ético y moral  que proponen con su “eje transversal”. Me imagino que no tienen, ni pueden tener la más mínima idea de la filosofía que transmiten.

 

Cuando hablan de que la ética es un  eje transversal, afirman, de manera enfática y muy repetida que la ética no se enseña, sino que está presente en todo acto educativo y que por lo tanto, los alumnos no necesitan aprender esa ética teórica, sino que la aprenden por osmosis, con el contacto con los educadores, como cada educador es un ejemplo de la ética profesional, en toda relación educativa  se enseña la ética.

 

De tal manera, que la esposa de un ingeniero, en pocos años de relación con su esposo aprendería ingeniería y hasta podría ser profesora en cualquier facultad de ingeniería del país.

 

Sin exagerar, se podría afirmar que  todo educador tiene una didáctica educativa propia, que la muestra en su acto educativo, para qué enseñar didáctica, si se puede aprender con la relación diaria.

 

La ética no es una conducta, aunque condicione el comportamiento humano, es una disciplina filosófica que fundamenta y da sentido al quehacer existencial del ser humano.

 

Nada existe más contradictorio que la ignorancia sobre una disciplina filosófica concreta como la ética, y que sea esta ignorancia la mayor virtud que muestra  un profesor de ética como  el fundamento de la enseñanza  en valores que transmite con orgullo. No hay derecho, nuestros alumnos merecen algo mejor. 

 

Hasta el momento he expuesto suficientes datos para señalar lo que entiendo por ética; sin embargo, confieso que no he fundamentado mi posición. No he hablado de lo que entiendo por “persona”, o conciencia dialéctica. ¿Qué es el hombre? ¿Qué entiendo cuando afirmo que el hombre es estructuralmente ético?

 

 Ya termina el lunes superficial y misterioso, mañana escribiré algunas líneas referentes a estos temas…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

 

GARCIA. B. “Educación en Valores”. Ed. Fe y Alegría. Caracas 1996.

RAMOS. M. “Para educar en valores”. Ed. UC. Valencia – Venezuela        2000.

SANCHEZ. A. “Ética”. Ed. Grijalbo. México 1969.

SCHELER. M. “El Puesto del Hombre en el cosmos” Ed. Lozada. Buenos Aires 1976.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LA ÉTICA DEL ALMA ENAJENADA

 

I

 

Las formas distintas de hacer filosofía en occidente se han reducido, en la mayoría de los casos, a un estilo diferente de expresión literaria, pero con la misma finalidad política al servicio de la clase dominante de turno. Tan sólo se han presentado como una especie de antropología de la desesperación, basada en los sentimientos, tal vez en el  “ hemisferio derecho”, pero siempre se han referido al mismo cerebro, con la única “diferencia”, de que pretenden ser posturas fundamentadas en la persona, como quien trata de establecer una identidad entre el humanismo y el relativismo ético.

 

 Michael de Montaigne, en pleno siglo XVII, establecía un pensamiento “humanista”, donde daba a entender  que el hombre en sí mismo, como un ente aislado era principio y fundamento de su hacer moral:

 

La holgura y la indigencia dependen, por tanto, del parecer de cada uno. Y al igual que la riqueza, la gloria y la salud tienen tanta belleza y procuran tanto placer como les otorga aquel que las posee. Cada cual está bien o mal según se sienta él. El destino no nos causa ni bien ni daño alguno;  sólo nos ofrece la materia y la semilla que nuestra alma, causa y dueña única de su condición feliz o desventurada y más poderosa que él, modela y aplica como le place. (p.36)

 

Como se puede observar, Montaigne centra la felicidad en la vivencia personal, es decir,  la felicidad es un problema que se resuelve en la subjetividad de cada cual. De tal manera, que el individuo, en sí mismo, interpretado como un “alma”, se convierte en  el único responsable de su destino. Quien vive en la miseria, no tiene que culpar a nadie, cada cual “se hace su vida”, el alma del hombre está por encima de cualquier límite material, por encima del hambre y la miseria. Se trata de una ética de la “disculpa” del amo.

 

Pero esta ética “humanista”, centrada en “el poder” de la mente, o del alma, según sea el caso, fundamenta “la disculpa del amo”, y “la culpa del marginal”.  Minchinton. J. (1999), en su libro de auto-ayuda, “Autoestima”, nos presenta una ética basada en una “felicidad” totalmente subjetivista, de tal forma que el destino es exclusivamente una tarea del individuo, cada cual es responsable de su propia historia y de su vida concreta, nadie es culpable de nada, por lo tanto lo más absurdo sería hablar de “injusticia social”, y en tal caso, cualquier situación de justicia sería “secundaria”:

 

Tu felicidad depende en gran medida de tu forma de ver las cosas. La felicidad es un estado de ánimo que nace en tu interior, y que por tanto, no depende necesariamente de acontecimientos externos favorables para producirse. Aunque pueda parecerte increíble, lo cierto es que ¡Tu felicidad puede incrementarse con un poco de práctica! Prueba a sentirte feliz deliberadamente durante cinco minutos al día. No trates de sentirte feliz por algo en concreto; limítate tan sólo a sentirte feliz. Para lograr acceder a ese estado, recuerda cómo te sentiste uno de los días más felices de tu vida e intenta reproducir ese sentimiento en el momento presente. Practicando con regularidad este ejercicio comprobarás que es posible sentirse feliz a voluntad y notarás día a día como tus momentos de felicidad van en aumento. La felicidad, al igual que sucede con la autoestima, es algo que depende de nosotros mismos. De ti depende ser feliz. (p24.

 

Michinton nos presenta una visión del sentido de la vida en una “felicidad sentida”, que se reduce a un estado emocional, a una forma de sentir, y que nos colocaría por encima de lo exterior. Los demás y  la vida social, con todo lo que implica, como la familia, el trabajo, la vivienda, la supervivencia, la vida política y todos los elementos y las dimensiones de la vida cotidiana, tal cual como se da en relación, podrían ser superado con “ejercicios de felicidad”.

 

 Todos los problemas sociales se resolverían con cursos de “Cómo sentir la felicidad y ser cada día más feliz”. Según esta posición, quien no se siente feliz es porque no quiere. Se repite la ética de la inocencia del amo y de la culpabilidad del marginal. Esta posición ética se fundamenta en un relativismo subjetivista en cuanto al mismo sentido de la existencia.

 

 Ya no existiría el sentido de la vida del “hombre”, sino el sentido de la vida de cada cual: El autor  del famoso libro “¿Quién se ha llevado mi queso?”, Spencer J. (1999), con la metáfora del “queso” propone que la vida tiene el sentido que cada cual le da, sin importar nada más, solamente la opinión y el deseo personal, y así, utilizando sus personajes propone:

 

Para las personitas, encontrar queso era dar con la manera de obtener lo que creían que necesitaban para ser felices. Cada una tenía, según fueran sus gustos, su propia idea de lo que significaba el queso. Para algunos, encontrar quesos era poseer cosas materiales. Para otros, disfrutar de buena salud o alcanzar la paz interior. Para Kof, el queso significaba simplemente sentirse a salvo, tener algún día una estupenda familia y una confortable casa... ( p.34)

 

Ya no se trata del relativismo ético antiguo que se basaba en un relativismo gnoseológico. De lo que se trata aquí es del capricho de cada cual. Es decir, cada persona tiene el “permiso” de hacer lo que quiera con su vida, sin importarle absolutamente nada. De lo que tiene que estar seguro es de hacer su propia voluntad.

 

No pretendo  cuestionar el relativismo ético, sino   el hecho de que se llega a él sin ningún fundamento filosófico. Simplemente proponen como fundamento del sentido de la vida la propia voluntad, mi capricho, simple y llanamente porque es lo que me gusta y punto. No existe otro fundamento. Y así como me puede gustar la danza, me puede gustar consumir droga. Y si el gusto personal es el criterio..., ¿qué ética se está proponiendo...?

 

En el fondo, se propone una literatura ideológicamente peligrosa, venenosa, que ha pretendido vivir en las sombras, y de las sombras que la razón no ha podido iluminar. Más que filosofía adversa, o diferente, se ha tratado de un complemento, para los más sensibles, para lo menos "racionales” que prefieren un estilo más sentimental o "existencial”, pero que siempre deje intacto la   estructura política de nuestra cultura occidental.

 

No deja de ser curioso, que ninguna revolución, ninguna guerra, hayan logrado cambios realmente esenciales en el sistema social de justicia, que siempre ha otorgado privilegios para unos pocos a cambio de la miseria de la mayoría. Llámense esclavos, plebeyos, villanos, proletariados, obreros, buhoneros..., el pobre siempre ha sido marginal; y el hombre poderoso, de la raza pura y dominante, siempre ha sido el amo.

 

Las revoluciones que han sido inspiradas en filosofías nuevas, siempre han producido los mismos privilegios a las mismas personas y las mismas miserias a los miserables de siempre. En esto consiste la contradicción esencial de las filosofías distintas o las siempre llamadas “nuevas eras”.

 

 

 

II

 

Platón con su sistema filosófico ha sido el testimonio más fiel y sistematizado de una concepción antropológica, en donde el hombre se presenta como la simple suma de dos elementos distintos entre sí desde la misma esencialidad, como lo son el cuerpo y el alma, que jamás son concebidas como  unidad, sino, como dos elementos de naturalezas totalmente distintas, resultando, al igual que la antropología de la racionalidad, una ética de la diferencia, donde por supuesto, el de “alma más elevada” sería la del amo.

 

El hombre es presentado como una dualidad fatal e irreconciliable, en donde la esencia, la naturaleza, el ser en sí del hombre sería el “alma”, de naturaleza metafísica y totalmente distinta a la del cuerpo material. No se trata de una esencia antropológica natural: la razón. El alma sería de naturaleza metafísica, de otro mundo, que tan sólo viaja encerrada en un cuerpo.

 

El ser ético correspondería  a la dimensión del alma, de origen divino, que tiene que sufrir la calamidad de vivir atrapada dentro de un cuerpo material, sujeto a necesidades materiales. La racionalidad sería  interpretada como lo propio del alma; pero el cuerpo seguiría siendo animalidad despreciada.

 

El hombre es concebido como un alma que sufre un castigo, un encierro dentro de los límites del cuerpo, en donde la conciencia de este destierro involuntario, de este sufrimiento, se convertiría en una energía que impulsaría  a la búsqueda de la verdad y al encuentro del hombre con su propia naturaleza metafísica en sí.

 

El hombre vulgar, se cree un ser corporal y vive esclavo de su cuerpo. El hombre sabio desprecia su cuerpo, si es necesario, con el fin de buscar metas más altas que lo llevarían a identificarse consigo mismo, dentro de sí, como un ser inmaterial y eterno, y totalmente superior al vulgo.

 

El cuerpo es concebido como la condición sufrible y lamentable, “una prueba”  no deseable, infame, que limita al hombre a presentarse como  una sombra de lo que realmente es en sí. El ser estaría en el alma, un alma que tendría  que conformarse con mirar la realidad a través de las ventanas del cuerpo, los ojos.

 

Supuestamente el cuerpo es la apariencia, la condición desgraciada de la vida pasajera. De tal manera, que la misma vida,  en cuanto afán de materialidad y de goce sensual carece de sentido, solamente los valores inmateriales y espirituales  podrían satisfacer plenamente la sed de infinito del alma. Buscar lo trascendental, lo espiritual en sí mismo se presenta como  el horizonte de toda felicidad y el fundamento filosófico de la Ética. Pero este afán de buscar lo trascendental, lo espiritual, se haría  desde el desprecio por lo material y todo lo que tenga que ver con la supervivencia biológica.

 

En esta concepción antropológica, basada en el dualismo cuerpo y alma, que se caracteriza por el sentimiento de dolor y de prueba de un alma encarcelada en un cuerpo material e indigno, el ser del hombre se reduce a su esencia “alma”, de carácter totalmente inmaterial, espiritual, con deseos y necesidades distintas a las de un cuerpo material. Por lo tanto, desde su misma naturaleza y condición de existencia, el alma sería  contraria al cuerpo, a todo rasgo de animalidad que se le pueda atribuir al hombre. El alma sería  la esencia encerrada del hombre, es el hombre como individualidad, que tiene como meta su propio destino, su propio desarrollo espiritual, sus propias necesidades, sus propios gustos, su propia transformación..., su propia felicidad. Lo demás importa muy poco.

 

De tal manera, que el desprecio por el cuerpo, por ese elemento de animalidad, por esa condición despreciable de nuestra vida pasajera por este mundo, tendría  justificación metafísica. Es decir, el desprecio a todo lo que suene a animalidad, a vida sujeta a las necesidades corporales se convierte en una virtud espiritual. Según esta concepción antropológica, el hombre  posee un sentimiento naturalmente metafísico, que le es propio  en cuanto es fiel a su  naturaleza espiritual, a tal punto que los iniciados en el camino de la “sabiduría” deben sentir un desprecio natural a todo lo que huela a esa asquerosa animalidad.

 

En esta antropología dualista, ni siquiera existen lazos de sangre, no existe familia propiamente dicha. El alma no tiene sangre, transciende cualquier expresión de corporeidad. La familia solamente es la condición biológica de la reencarnación del alma. De ahí que siempre se haya tratado de una ética del logro personal.

 

De tal manera, que la antropología dualista presenta la vida como un proceso de parto, un camino de dolor, un valle de lágrimas, una caverna, una prisión.  Algunas almas elevadas o más desarrolladas que la mayoría, les toca sufrir la  terrible prueba de andar de “banquete en banquete”, compartiendo el anhelo de encontrar la verdad y tratando de entender la vida de aquellos miserables, poco evolucionados y condenados a la esclavitud, que esperan  la próxima reencarnación, en donde el Destino, de seguro, si estos miserables logran desarrollar un poco el deseo  espiritual de salvación del alma, podrían ser   considerados dignos de sentarse con las almas sensibles a sufrir el mal ajeno.

 

La visión antropológica del “alma encarcelada”, resulta ser una forma distinta del “animal racional” de hacer política, pero con la misma finalidad, de favorecer el estado social en donde unos pocos “elevados” viven todos los privilegios, de banquetes en banquetes, mientras que la mayoría son reducidos a la esclavitud.

 

Nace una especie de ética de la enajenación, donde en nombre de una realidad espiritual, lo único que se propone es el escape de la situación concreta de la existencia del hombre.

 

Se trata de huir de la responsabilidad de la existencia corpórea y social. Una vida encerrada en sí y preocupada por sí. Pretendiendo no tener ataduras con la existencia, lo que es un engaño.

 

Las consecuencias en el plano político son terribles, porque las razones que justifican la situación de injusticia son de carácter metafísico,  lo que hace mucho más poderoso el veneno ideológico. La esperanza metafísica se convierte en enajenación de la misma situación concreta. Ya que toda existencia se define como sufrimiento en sí. Algunos sufrirán más que otros, según sus necesidades espirituales. El sufrimiento y la miseria se convierten en signos de la misericordia de los dioses. Todos sufrimos. “Los ricos también lloran”. La miseria es interpretada como una prueba purificadora del alma.

 

El esclavo debe tener un poco de paciencia y soportar con dignidad el sufrimiento de esta vida; total, en su futura existencia gozará de todos los beneficios que le esperan en la próxima reencarnación. Y tal vez, con un poco de esfuerzo y paciencia, puede ser que en unas cuantas reencarnaciones alcance el nivel espiritual que en la actualidad posee el amo, y así podría disfrutar de los placeres de la clase culta. Se propone una “nueva ética metafísica”. Brian Weiss (1999), en su obra “científica”, “Muchas vidas Muchos sabios”, plantea claramente en qué consiste esta ética metafísica:

 

__Tengo una pregunta que hacer.

__ ¿A quién? __ preguntó Catherine.

__ ¿A quién? A ti o a los Maestros__ contesté saliéndome por la tangente.

Creo que nos ayudará a comprender esto. La pregunta es: ¿Elegimos el momento y el modo de nuestro nacimiento y de nuestra muerte? ¿Podemos elegir nuestra situación? ¿Podemos elegir el momento de nuestro nuevo tránsito? Creo que, si comprendiéramos esto, muchos de tus miedos se aliviarían, Catherine. Hacía frío en el cuarto. Cuando Catherine volvió a hablar, su voz fue más grave y resonante. Era una voz ¿Hay alguien ahí que pueda responder a esas preguntas?, que yo nunca le había oído.

__ Sí. Nosotros elegimos cuando entramos en nuestro estado físico y cuándo lo abandonamos. Sabemos cuando hemos cumplido lo que se nos envió a cumplir: Sabemos cuando acaba el tiempo y uno aceptará su muerte. Pues uno sabe que no obtendrá más de esa vida. (p 88)

 

 

El amo posee un alma más desarrollada, por eso es un ser superior y especial, quien tiene todos los derechos, hasta el de tener esclavos. Los esclavos poseen un alma menos desarrollada que la del amo, es menos persona en su ser más íntimo: el alma. Y tanto amo y esclavo han elegido desde el más allá su “tránsito”  por este mundo. Cada cual ha elegido el destino que mejor le conviene para su desarrollo espiritual. Total, lo material carece de sentido. Hasta aquí la profundidad de la “nueva ética metafísica”.

 

Desde el punto de vista de la acción política de la clase dominante, el desarrollo gradual del alma es la causa de la situación social y existencial de todos los individuos, unos serán más felices que otros, gracias a las leyes eternas del espíritu, dictadas por el dios del universo, o por la gran conciencia universal que mantiene todo cuanto existe en armonía según sus principios divinos, que solamente el hombre de alma desarrollada puede captar en el éxtasis del saber propio  de todos los sabios, vivir su ser en el espíritu que mantiene a todos unidos y que a cada cual le ha dado, de manera justa, su puesto en la vida.

 

III

 

El alma del ser humano se concibe, desde estas posturas filosóficas, como la esencia misma de la naturaleza del hombre, como la causa metafísica de la racionalidad, como el fundamento de la racionalidad entendida como producto del desarrollo del alma. El nivel de racionalidad es interpretado como  el criterio con el que se mide el nivel de desarrollo del alma. De tal manera, que es el alma la fuente de todo conocimiento humano, aunque también sería  un alma sufriente de carácter existencial. El alma que conoce y evoluciona en una serie de existencias espirituales y de sucesivas reencarnaciones, se convierte en la fuente de una ética personalizada de fundamentos metafísicos.

 

Esta antropología dualista del alma, define al hombre como  un ser sufrido por esencia que se desarrolla en lo espiritual, en la misma medida en que logra progresar en conocimiento y cultura. Sufrir y conocer se convierten en actividades del alma divina y universal de todo ser humano, cuyo premio evolutivo y espiritual se captaría  en cuanto logra desprenderse de las necesidades de su cárcel corporal a la que ha sido condenado y trascender hacia una conciencia cósmica

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 María Eloisa Álvarez (1989)  en su obra “Gane amigo y triunfe en la Vida”, en donde expone todo un tratado de la ética de la manipulación, tal cual como el título del libro lo sugiere, describe su concepción de “conciencia propia”, que tiene como fundamento una supuesta energía cósmica:

 

Cada uno de nosotros es agente activo de todas nuestras experiencias conscientes, que tienen por centro aquel íntimo elemento de nuestro ser, aquel “algo” de conciencia propia, cuya existencia efectiva afirmamos al decir “YO SOY YO”, y que es la única realidad de nuestra presencia en este mundo, de la cual estamos siempre absolutamente seguros, sin que podamos abrigar ninguna duda al respecto. Cada vez que decimos o pensamos en el “yo”, afirmamos la existencia de nuestro Ser y su realidad consciente (...)

Hemos analizado que el “poder” consciente es el reconocimiento de un poder, del cual el “YO SOY YO” es su centro de manifestación o expresión. A continuación, veremos que ese poder primordial es, en su fundamento y esencia, la energía cósmica. (p.140)

 

 

Desde esta filosofía del  “más allá”,  el desarrollo de la  persona consiste en saber negar la dimensión corporal, en escapar de todo lo material con lo que se identifica el cuerpo, con la intención de favorecer el crecimiento espiritual, o el conocimiento y vivencias de las realidades espirituales, que conforman lo metafísico  en estado puro. Ni siquiera nos pertenecería  en esencia nuestra propia conciencia. Somos, en cuantos seres espirituales manifestación pasajera de una conciencia o de una energía cósmica. Con lo cual desaparece cualquier responsabilidad. Si no existe el sujeto, no existen responsables.

 

Desde estas “metafísicas”, el hombre sufre para conocer lo verdadero, lo que no es apariencia, lo espiritual. El hombre sabio, el verdadero hombre, el que por ley universal y trascendental goza del privilegio del saber es aquel que está destinado a la búsqueda de la verdad y rechaza toda tarea física. El animal trabaja, el verdadero  hombre conoce.

 

Si la existencia  del ser humano consiste en trabajar sin descanso, se parecería a la vida de una hormiga. La vida del hombre común consistiría, por lo tanto, en trabajar para  producir lo necesario para que los elegidos puedan dedicarse a la búsqueda de la verdad divina. Si la vida la puedes dedicar a la ciencia verdadera, los dioses te han beneficiado, porque en vidas anteriores superaste vivir como las hormigas. Así se mantiene el orden y el equilibrio universal, se trata de una ley metafísica impuesta por el Destino, que nos impone su “ética laboral”.

 

De esta manera, al reconocer el sufrimiento como  manifestación del alma que busca el saber, a través de la superación de lo corporal, que generalmente se manifiesta en una existencia llena de desgracias, el conocimiento se convertiría  en el sentido y justificación de la vida plena, que solamente el sabio lograría superar adecuadamente reduciendo el mal a la apariencia del ser, que siempre es bueno en sí, desde su intimidad metafísica. El mal no existiría en sí, solamente sería  apariencia: el hambre, las enfermedades, las injusticias, la violencia, la miseria... todo sería apariencia. No hay sujeto, no hay mal, no hay responsabilidad. ¡Viva la ética metafísica!

 

Desde los verdaderos anhelos del saber, se llega a la negación absoluta de lo inmanente, que se reduciría  a lo aparente, a lo que no es en sí, sino en cuanto es sombra, o “potencia” de lo que es en sí el ser metafísico, verdadero y “sumo bien”.

 

 Se desprecia cualquier síntoma corporal o animal, en aras de lo espiritual, la perfección del alma, que sería la esencia eterna del hombre espiritual.

 

 Benito Espinoza, en su libro “Ética”, ha sido, sin duda, un representante de la reducción del universo a la única Sustancia: Dios. De tal manera, que el universo sería el conjunto de manifestaciones existentes de la única sustancia, la cual sería el fundamento ontológico y metafísico del sentido de la existencia del hombre: “en que consiste nuestra más alta felicidad o beatitud, a saber, sólo en el conocimiento de Dios” (p.169)

 

El hombre se concibe como  un pasajero que va de menos a más. El dominio de  lo corporal, el deseo del verdadero saber, de lo espiritual, indican el grado de perfección que se posee en la vida concreta.

 

La vida cotidiana se considera como  una prueba, que puede ser superada en el momento de morir. Michael  de Montaigne, presentaba  la muerte como la piedra angular del pensamiento filosófico. La muerte se convierte en una especie de “escuela de la vida”:

 

No sabemos dónde nos espera la muerte; esperémosla en cualquier lugar. La premeditación de la muerte es premeditación de la libertad. El que aprende a morir, aprende a no servir. El saber morir nos libera de toda atadura y coacción. No existe mal alguno en la vida para aquel que ha comprendido que no es un mal la pérdida de la vida.

No hay nada de lo que más me haya ocupado desde siempre que de la imaginación  de la muerte: incluso en la época más licenciosa de mi vida, entre damas y juegos, alguno me veían encerrado en mí mismo, incapaz de digerir ciertos celos o la incertidumbre de alguna esperanza, mientras yo pensaba en no sé quién al que habían sorprendido días atrás en unas fiebres altas, y en su fin al salir de una fiesta igual, con la cabeza llena de pájaros, de amor y de buen tiempo, como yo, en tanto que pensaba: “Esta primavera pasará, y pasará para siempre sin vuelta”. (p. 58)

 

 

Para este filósofo  la  muerte se espera como el momento de evaluación de la existencia, en donde se determina el grado de vida espiritual alcanzado a lo largo de la vida. Si se ha llevado con dignidad la carga de sufrimiento y se ha logrado despreciar los sufrimientos corporales, en virtud de logros espirituales, probablemente seríamos  recompensados con nacer en la próxima vida dentro de una clase social un poco más aventajada por los dioses. De esta manera, la muerte es vista, no como un mal, sino como la puerta a una próxima reencarnación más feliz.

 

 En el libro “Política para Amador”, Savater (1997), comenta al respecto:

 

A diferencia de los demás animales, benditos que son, el hombre tiene experiencia de la muerte y premoción cierta de la muerte. Por eso los animales “corrientes” procuran evitar la muerte pero esta suele llegarles sin esfuerzo y sin alarma, como el sueño de cada noche; en cambio, los humanos no sólo tratamos de prolongar la vida, sino que nos rebelamos contra la muerte, nos sublevamos contra su necesidad, inventamos cosas para contrarrestar el peso de su sombra... pretendemos la inmortalidad (p.29.)

 

 

 

Resulta que la felicidad, fuente de la misma ética individual y social, en cuanto causa final de la existencia, es transformada en una dimensión que transciende lo material y corporal, lejos del espacio y del tiempo, como recompensa de la vida virtuosa, que solamente se alcanza después de muchas reencarnaciones y tal vez fuera de este mundo. Pobres y ricos  están unidos en el sufrimiento de la vida corporal, que sería superada a la hora de la muerte. Si se quiere, la muerte es entendida como un beneficio, de qué se quejan...

 

El sufrimiento en todas sus dimensiones, el anhelo de la libertad nunca alcanzada, la felicidad cada vez más lejana, la pobreza, la miseria, el mal, la enfermedad, las guerras..., no son considerados verdaderos motivos para sublevarse en contra del sistema social de injusticia; por el contrario, son  interpretados como síntomas de un despertar cada vez más espiritual, en un cielo nuevo, distinto a la realidad material y “enfermiza”. El que padece las consecuencias de la injusticia social, realmente estaría purificándose. Debería, por tanto, dar gracias a los responsables. Hasta estos límites del absurdo nos puede llevar “la ética metafísica”.

 

 Para estos “metafísicos” todo es apariencia. Por lo tanto, sería necio oponerse. Solamente el débil y el ignorante morirían por tales motivos. El hombre sabio busca la plena felicidad más allá de lo aparente, en el ser espiritual al que está destinado. El alma del verdadero hombre se desarrollaría  más allá del bien y del mal.

 

IV

De tal manera, que en pocas reencarnaciones, el esclavo, el débil, el marginal, llegarían  a ser como el amo que lo explota y domina.  Se trataría de tener un poco de paciencia para luego sentarse en el banquete. La vida consistiría,  ahora y por siempre en ser esclavo o amo. No se presentan  más alternativas posibles. En esta dialéctica, estos pensadores   definen el sentido de la existencia de la humanidad, se trata de una ética sin escape. Es el destino de la raza humana. Es la verdadera ley del materialismo histórico. La moral del guerrero. La genealogía de la moral del hombre débil.

 

Todas las propuestas sociales, de estos nuevos metafísicos, nacen y mueren en la dialéctica infinita del esclavo y del amo. Por lo menos, eso es lo que hasta ahora han afirmado la mayoría de los filósofos de cualquier lado, derecha, izquierda, no alineados y  libres pensadores.

 

 De esta forma, desde una filosofía “del alma y del sufrimiento”, supuestamente  distinta a la racional, el amo sigue siendo dueño del esclavo por toda la eternidad, lo que hace que la propuesta ética siga siendo siempre la misma. Al pobre solamente le ha quedado la esperanza de las futuras reencarnaciones para convertirse en amo, y así ser feliz. Este  es el sentido que se le ha dado a la eternidad. La eternidad de lo mismo, del sin sentido, del absurdo.

 

He aquí el contenido de la “ética metafísica”. Una ética donde el único culpable es el esclavo.  Federico Nietzche, en su libro “Genealogía de la Moral” nos muestra al esclavo como responsable  de las injusticias sociales:

 

Mientras que toda moral aristocrática nace de una triunfante afirmación de sí misma, la moral de los esclavos opone un “no” a todo lo que no es suyo; este “no” es un acto creador. Esta mudanza total del punto de vista, es propia del odio: la moral de los esclavos necesitó siempre de un mundo opuesto, exterior; necesitó de estimulantes externos para entrar en acción; su acción es una reacción: (p.26.)

 

 

Nietzche afirmaba en otro párrafo de la misma obra otra acusación contra el débil. Como se sabe, para este filósofo la “víctima de la historia” ha sido el guerrero. Y el malo, por supuesto, el hombre débil:

 

¿En qué fe, en qué amor, en qué esperanza? Estos débiles quieren ser algún día los fuertes; “su reino” llegará un día; y son tan humildes, que lo llaman “reino de Dios”. Para ver este reino es necesario vivir mucho, vivir más allá de la muerte; es necesario la vida eterna para indemnizarse en el “reino de Dios” de esta existencia terrena basada en la fe, en la esperanza y en la caridad. (p.35)

 

 

Tal vez, en una sociedad como la actual, que se manifiesta por lo menos, en la superficie como materialista y consumista, los fundamentos metafísicos y transcendentales suelen ser negados, en nombre de una objetividad inmanente y científica, desde donde se fundamenta una “moral objetiva”.

 

Sin embargo, más allá de lo aparente, más allá del discurso, el orden metafísico es el dominante, lo que define la ética y la moral. No hay separación, siempre hay coherencia y dependencia, ya sea consciente o inconsciente.

 

Todo el orden actual de la vida social, en donde existen pocos amos y muchos esclavos, sigue siendo justificado desde lo metafísico, como proyección del paradigma griego, muy pocas cosas han cambiado, solamente el estilo literario de expresión del pensamiento, pero la esencia es la misma. No puede existir ninguna política sin dioses, o sin justificación divina y nuestra época no es la excepción, todo sigue igual.

 

Una política sin dioses nunca ha sido real. Y la herencia es actual y permanente. La realidad de las relaciones sociales se mantiene en cuanto respondan a leyes universales religiosas, filosóficas o de “nuevas eras”. ¿A cuenta de qué existen países del “tercer mundo?” El orden es el mismo de los griegos, “nosotros y los bárbaros”. Y el dios es el Destino, la ley universal, o cualquier otro nombre. Hasta la misma “muerte de Dios” es un dios sustituto. Cualquier dios ha sido útil, si sostiene la ética de la dominación.

 

Pero en el orden ontológico se ha dado la mayor de las tragedias. La pretensión de la racionalidad, la apariencia, el deseo delirante, la sombra, la locura, la ilusión, la imaginación y el engaño de los griegos se ha convertido en el fundamento de la realidad social. Hasta el punto de que la creación filosófica ha sido sierva de la Política.

 

Todo el conocimiento, independientemente de las intenciones de los diferentes autores, ha servido siempre y para siempre a los mismos amos y ha  mantenido en la esclavitud a los mismos bárbaros. Si el resultado político ha sido el mismo, todo el saber humano ha estado al servicio del dominio. Así de sencillo.

 

  María Eloísa Álvarez (1989), en su obra citada, “Gane amigo y triunfe en la vida”, sin ser muy docta en filosofía, expone la importancia de la política en el pensamiento de nuestra cultura, y cuando se habla de política se quiere expresar lo referente a la ética de la dominación; es decir, a una práctica política muy concreta y particular:

 

Pero, al parecer, hay un bien propio del hombre, y ése es el que tiene que ver con la política.

Esta perspectiva que Aristóteles abre, en el primer y más detenido análisis del obrar humano que se hizo en el mundo griego, concuerda con todos los planteamientos de su filosofía práctica. Efectivamente, si el hombre  es esencial y fundamentalmente un animal que habla y un animal que, que por naturaleza, tienen que convivir, su “bien” especial será aquel que contribuya a facilitar esa comunicación y hacer posible la convivencia. (p. 147.)

 

 

 

La convicción de que la realidad social de injusticia responde a leyes divinas es tan existencial, que lo “metafísico” se presenta como  más objetivo que lo realmente físico. Es decir, de lo lógico se saltó a lo metafísico, ignorando el verdadero orden ontológico, para favorecer, con o sin intención, la dimensión política, la cual siempre ha sido considerada como la razón de ser de la filosofía occidental. Pero no se trató jamás de una política  a favor de la convivencia justa, sino de una convivencia favorable al dominador, a la raza de los elegidos, a la ética del dominio.

 

 En esto ha  consistido  el sentido de la evolución de la humanidad, propuesta por la filosofía occidental.  Estar en contra de lo que se ha entendido por humanidad, ha sido considerado como un atraso. Así lo insinuó Adler Alfred (1935), en su obra “El sentido de la vida”, en cuanto que lo que responde al verdadero sentido se encuentra en el anhelo de colaboración con el orden social, o con la evolución natural  de la sociedad “ideal”, concebida para mantener el dominio eterno de la raza de  los guerreros:

 

 Si la humanidad no se hubiese constituido en una gran comunidad y sino hubiera anhelado conseguir en su afán de perfección una comunidad, la evolución de nuestra especie no habría sido posible.

Todas nuestras funciones corporales y anímicas son justas, normales y están sanamente desarrolladas si llevan en sí la suficiente cantidad de sentimiento de comunidad y se hallan dispuestas para la colaboración.

Solemos hablar de virtudes y comprendemos a veces por ellas que uno participa en la tarea; hablamos de vicios, y esto quiere decir que alguien perturba la colaboración. (p. 239)


 

 

De hecho, los avances en el conocimiento científico han surgido gracias a las dudas en el orden de las leyes físicas, pero nunca se ha dudado realmente del orden metafísico, cuando mucho se le ha cambiado de nombre a las mismas leyes, pero poco o nada se ha avanzado desde Aristóteles hasta nuestros días. La Ética y la Política no han variado en su esencia.

 

De tal manera, que se puede dudar de cualquier conocimiento alcanzado dentro del campo de la ciencia, en cualquiera de sus ramas o dimensiones del saber, pero nadie dudará jamás de la existencia del bárbaro, y por lo tanto, del amo. Imaginarse un mundo en donde todos realmente seamos iguales, causaría risa. Ya que lo natural, lo divino, lo metafísico, lo más evidente que cualquier dato objetivo que la ciencia  pueda afirmar es el hecho de que los hombres son diferentes y nadie es culpable de esa diferencia.  Y la ética consecuente sería la del dominio del amo, como lo más natural del mundo. Así es la sociedad actual.  Así ha sido su historia: “lo más natural del mundo”.

 

Solamente el casi animal, el poco evolucionado, no sería capaz de aceptar el orden del universo.

 

El orden del universo se presenta como fundamento de lo “natural” ¡Qué culpa tiene el tiburón de estar destinado a alimentarse de los peces pequeños! Es una ley natural y divina. De la misma manera, como se presenta en el orden del reino animal la superioridad de unos que están destinados a vivir de la sangre de los otros, así debe ocurrir con los seres humanos en el orden social, pero con la diferencia, de que los hombres evolucionan a través de reencarnaciones y logran hacerse tiburones en el futuro. Nadie tiene la culpa de que existan peces grandes y peces pequeños. Estos metafísicos siempre terminan justificando desde lo “natural”, la ética del dominio y de la esclavitud.

 

La conciencia universal sería  la sabiduría inscrita en el alma del hombre sabio. Esa es la ética de la cual nos hemos alimentado y la que hemos justificado a lo largo de nuestra historia. No han existido alternativas reales.

 

V

 

La antropología de esta nueva metafísica eternamente dualista,  enseña que solamente el hombre sumergido en el torbellino de las necesidades corporales puede sentir rebeldía ante las leyes divinas. El rebelde lo es por su animalidad, por su poco desarrollo espiritual. Todos los  verdaderos cambios revolucionarios  han  favorecido  a los elegidos. Los  elegidos siempre han sido los protagonistas de las verdaderas revoluciones que han desarrollado las formas de ser siempre fieles a las leyes divinas que han marcado el rumbo de la humanidad y todo a la luz de la ética del dominio.

 

Según los “nuevos discípulos de Platón”, todo lo negativo que se oponga al desarrollo de la humanidad debe morir. La rebeldía es animalidad. La sumisión, la obediencia al orden ha sido la clave del verdadero camino. La “Hermandad Blanca” se impone. La Libertad, La Fraternidad y La Igualdad nunca fueron para el esclavo, solamente para los nuevos elegidos y más evolucionados en su capacidad de dominio. Solamente los amos fueron “hermanos”.

 

Es posible creer que la realidad en sí, la verdadera Ontología ha sido despreciada o ignorada. Y así las sombras se han convertido en luces, en la mayor creación de la claridad de la cultura occidental. El absurdo mortal, la cultura de dominación y de muerte, la real “contra razón” se ha colocado como el punto de partida de los distintos sistemas filosóficos, éticos  y políticos.

 

Lo que  ha sido abarcado con muy poca profundidad en la cultura occidental es el análisis del ser en sí, en cuanto es posible al conocimiento humano. Lo dado en la conciencia se ha tomado como lo real, como lo ontológico,  como el dato objetivo del cual se debe partir para ser sabios y construir y justificar el orden ético y  político. Sin saber en realidad la verdadera esencia del ser y de el hombre. La Ética y la  Política pudieron haberse basado en lo que no es el ser y en lo que no es el hombre, de ahí su fruto: la ideología de la muerte.

 

No darse cuenta, no tener la capacidad histórica de captar la realidad, no conocer la razón de ser  del hombre en cuanto tal, sino conformarse con lo impuesto, se ha convertido en la condición esencial del saber en sí mismo, al punto de no poder encontrar alternativas al paradigma de la filosofía griega.

 

Por lo tanto, la reflexión de lo que realmente se puede conocer llevaría a la reflexión de lo que realmente es el ser y de lo que realmente es el hombre en sí. La Filosofía sería amor a la sabiduría o al verdadero conocimiento. Se tendría que levantar la cortina política que siempre ha velado al verdadero conocimiento. Se trataría  de ser humildes, en cuanto a lo que se es en realidad, y tal vez, la Ética y la  Política lleguen a ser el ejercicio de la justicia.

 

La Filosofía nunca es neutra, o es real, o es alienante. El conocer establece la relación entre el ser y el hombre, o es simplemente una ilusión. No hay alternativas.

 

Puede ser que se hayan confundido las sombras con la verdadera luz.  Nunca se ha aceptado que la realidad “objetiva” ha podido ser  siempre subjetiva, sin otra posibilidad. Y como el saber ha sido cómplice del poder, las sombras han sido la única luz real, física y metafísica.

 

El error pudo haberse convertido en la piedra angular del pensamiento filosófico y en justificación de la verdadera animalidad de la historia, hasta llegar al absurdo de pensar que la esclavitud, o trama de la muerte de los más débiles, es una ley divina proclamada por el Destino, dios de todos los dioses, verdadero príncipe de las sombras eternas.

 

¡Dios ha muerto! Expresión que se hizo sinónimo eterno, esencial, perenne de la muerte del esclavo. El futuro lógico de la humanidad, en verdadera lógica coherente ha sido el guerrero, enemigo de lo débil. ¡Dios ha muerto! El esclavo también. Sin embargo, nunca podrá haber guerrero o “superhombre”, sin esclavitud.

 

Desde la cultura del engaño ontológico se ha interpretado la muerte del débil como signo del progreso de la humanidad. Lo que se diga al favor del débil siempre suena a poesía inspirada en la culpabilidad, o a “refritos” de añoranzas de falsas libertades. Sin saber que el engaño pudo haberse convertido en la mayor fortaleza de la cultura occidental. Y no se ha tenido  la capacidad de salir de la ilusión por simple conveniencia política. Lo diferente al engaño debe morir desde la raíz, en honor a la “justicia”. La justicia verdadera no ha sido el horizonte de la Ética.

 

En la conquista de la razón, el sentido de la vida se ha transformado  en el discurso de la racionalidad  aristotélica, el único punto de partida de la reflexión y la base absoluta del verdadero saber, en donde la palabra “misterio” carece de sentido, logrando una sabiduría donde la mayor oscuridad es el hombre mismo. Sin embargo, el conocimiento se ha considerado como un logro objetivo de la manera más dogmática posible. La capacidad de la objetividad del conocimiento humano nunca ha sido puesta en duda realmente.

 

Y en la búsqueda de la verdad, en la discusión sobre el sentido de la vida, la  supuesta objetividad ha dominado, aunque las sombras del absurdo siempre han estado presentes de manera incoherente. Si el conocimiento es objetivo, la realidad social también lo es. Y es así como realmente se ha vivido la Política, como la ciencia más objetiva que el hombre haya alcanzado, hasta con fundamentos eternos y metafísicos. La muerte del débil siempre ha sido el contenido de la Ética del dominio.

 

¿Qué existe más absurdo que un rancho lleno de miserias? Sin embargo, toda la realidad es consecuencia del orden universal, de la ley del Destino. Se ha convertido lo absurdo, la muerte sistemática del esclavo en un conocimiento objetivo en cuanto sería una necesidad  del orden universal. Probablemente, la realidad en cuanto es en sí ha escapado a la filosofía occidental. Probablemente no es tan cierto que la miseria de la mayoría sea el deseo de la supuesta conciencia universal. Algo puede estar fallando.......         

 

 

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA

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ALVAREZ. M. “Gane amigos y triunfe en la vida”. Ed. América. Panamá. 1989.

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MONTAIGNE. M. “Michel de Montaigne”. Ed. Debate. Barcelona-España. 2000

NIETZCHE. F. “Genealogía de la Moral”. Ed. Bedout. Medellín 1974.

SAVATER. F. “Política para Amador”. Ed. Ariel. Barcelona-España 1997

___________ “Ética y ciudadanía”. Ed. Monte Ávila. Caracas 2000

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SPENCER. J. “¿Quién se ha llevado mi queso” Ed. Urano? Barcelona-España 1999.

SPINOZA. B. “Ética”. Ed. Aguilar. Buenos Aires 1963.

WEISS. B. “Muchas vidas Muchos Sabios”. Ed. Urano. Barcelona-España 1998.

 

 

 

 

 

LA ETICA  DEL ELEGIDO

 

I

 

A veces pienso que la vida real es todo lo extraño al dominio de la mente. La vida se escapa, se transciende en un eterno fluir constante  y lejano. La locura es la  aventura de esa transcendencia y nosotros le inventamos una razón, una ética para poder soportar la convivencia en este manicomio que llamamos sociedad. Todos estamos locos. Yo no soy la única víctima. Yo no soy el único “paciente”. Los que están del otro lado son iguales a mí, cada cual vive creando su propia realidad, su reino relativo a sus propios intereses. ¡Somos hijos del Creador de las sombras!

 

Los otros sólo existen durante los días de visita, cada sábado en la tarde, o cada domingo, pero hasta allí. Luego todo queda en silencio y mi cerebro es invadido por la soledad profunda, y vuelvo a ser libre para transformarme en el elegido, en el ángel creador de la nueva sociedad. Cuando la enfermera se retira vuelvo a ser el profeta de la nueva era.

 

Quién iba a pensar que yo, el elegido, el iluminado se convertiría en un vulgar “paciente”. ¡Cuántas personas alcanzaron la paz espiritual y la salud de sus cuerpos gracias a mis poderes espirituales y especiales! Y ahora tengo que vagar oculto dentro de estas batas blancas encerrado en este cuarto húmedo y oscuro, soportando baños de agua fría, calmantes y drogas de todo tipo. Pero esto es solamente una pequeña prueba, un descanso mientras me recupero. Estoy seguro de que habrá otra oportunidad, y no volveré a fallar. ¡Lo juro!, en honor a mi Maestro no fallaré.

 

Ahora estoy solo, sin amigos, sin discípulos, sin grupo, sin secta, sin iglesia. Pero no estoy vencido…

 

A veces recuerdo la última reunión, o la última cena como la habíamos llamado. Doce hermanos, todos de raza blanca y de ojos azules. Éramos los dignos representantes de miles de hombres y de mujeres   de ojos azules. La nueva generación creando su propia ética para el tercer milenio, la ética de la nueva era, de la nueva sociedad, de la nueva raza, del verdadero dios. Todo encajaba perfectamente en la razón, el cielo es azul, el mar es azul,  el espíritu de los elegidos es azul; en nuestra era no habría lugar para ningún tipo de impurezas.

 

Ya uno de los elegidos de la antigüedad enseñaba que los ojos son las ventanas del alma. Esa era  una de las primeras lecciones del Amo, del Maestro, el Gran Espíritu que siempre nos guiaba y era escuchado solamente por los elegidos, por aquellos de ojos azules y forjadores de la verdadera ética de la liberación integral y total, la ética de la nueva raza, que ya existía desde los tiempos de los constructores de las grandes pirámides y del templo de Salomón.

 

Cada hermandad estaba compuesta por doce discípulos y por un espíritu guía, trece miembros en total.  El primero en morir se convertía en el nuevo espíritu guía del grupo y otro elegido de ojos azules ocupaba su lugar, y  el antiguo espíritu guía pasaba a otro plano superior en la dimensión de la existencia astral, o reencarnaba en un nuevo profeta elegido de nuestra raza.

 

 Todo era lógico. La Gran Conciencia cósmica era racionalidad lógica en sí misma, y maestra de toda la nueva ética que se desarrollaba para alcanzar el triunfo final.

 

Las reuniones se realizaban a la media noche, cuando la oscuridad era espesa y húmeda. Los espíritus necesitan de la humedad para comunicarse en el espacio y en el tiempo, y necesitan la oscuridad para ser vistos. Aquella noche era preciosa y especial. Todos los miembros de la hermandad estaban presentes, preparados para comunicarnos con el Amo.

 

El Amo nos había guiado con su sabiduría a lo largo de tres años de preparación para la gran misión.

 

Nuestra hermandad era el grupo de profetas elegidos para ser los nuevos sacerdotes de la era de acuario.

 

El Maestro Jesús de Nazaret, de espíritu azul, resultó ser un traidor, no escuchó la voz del Amo en el desierto, quien puso a sus pies el reino de la nueva era, de la nueva ética de la raza eterna de los hermanos albañiles, constructores del templo de Salomón. Y prefirió seguir el ejemplo de los profetas malditos y quiso construir un “Reino de Dios” basado en la ética del amor a Dios y al prójimo, por eso tuvo que morir, para colmo eligió a once hombres vulgares, de ojos vulgares  y  de espíritus perdedores y poco evolucionados, pescadores y obreros del pueblo. Solamente uno de ellos se mantuvo fiel al Amo y  entregó al verdadero traidor de nuestra raza.

 

 El traidor fue Jesús, no Judas. El Amo siempre triunfa, y Jesús murió en la cruz. Judas fue asesinado por aquellos malditos quienes lo lanzaron en un cementerio abandonado y luego inventaron la historia del suicidio.

 

Judas es uno de nuestros líderes espirituales que siempre ha estado al servicio de la nueva era y como premio a su lealtad  reina a la derecha del Amo. El maestro Judas siempre pregonó la ética verdadera basada en el “yo quiero, yo puedo”, la ética basada en el “yo soy”. En su última reencarnación estuvo muy cerca del triunfo. ¡ Hitler!, me siento orgulloso de llevar la marca de Judas en mi carne.

 

El día de la gran misión y de la venganza estaba cerca. Todos los hermanos estábamos ansiosos de terminar el período de formación y lanzarnos como los nuevos albañiles de la construcción de la nueva era, bajo el imperio y la ética del Amo.

 

Estábamos seguros de que uno de nosotros era la nueva reencarnación de Judas, uno de nosotros sería el líder, el nuevo Juan el Bautista, el nuevo anunciador de la llegada del Amo. El reino del Amo había llegado.

 

La misión tenía un nombre clave: ¡La revolución de acuario! La  época definitiva  que vendría con la llegada del nuevo siglo. El período de noviciado de la hermandad estaba a punto de llegar a su fin.

 

Los doce hermanos: Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Mateo, Felipe, Tomás, Tadeo, Simón, Matías, Marcos y yo, el elegido. Nombres muy parecidos y bien escogidos, pero esta vez no cometeríamos ningún error, todo estaba perfectamente planeado.

 

Uno de nosotros cambiaría de nombre aquella noche: ¡Judas!, así llamaríamos a la nueva “piedra” de la iglesia de la revolución de acuario, el nuevo Judas sería el verdadero “Papa” de la nueva iglesia, mucho más perfecta, a la medida de cada fiel, basada en el “yo soy” de cada uno de sus creyentes de ojos azules.

 

Recuerdo que mi última reencarnación fue en la Alemania del siglo XIX. Yo era un filósofo fiel al Amo. Siempre luché contra la raza de los malditos, preparé lo mejor que pude el camino a Hitler. Yo sabía que estaba cerca la llegada del apóstol fiel. Y grité a viva voz: “¡Dios ha muerto!”. Y anuncié la llegada de la nueva raza blanca y pura. Y como siempre los malditos débiles me encerraron en un manicomio. Ya estoy acostumbrado, pero no me rendí y no me rindo ahora, todavía tengo voz y la fuerza del espíritu en cada célula de mi cerebro.

 

Me llamaban el filósofo de la hermandad, siempre lo había sido, yo formé a Nerón con mis enseñanzas éticas y estoicas. Yo enseñé a los príncipes y gobernantes, la ley de  que el fin justificaba los medios, que el hombre no existía,  sino el Estado, y que la revolución se alimenta de la muerte de los débiles y que los esclavos son el alimento de la raza blanca, les enseñé la ética de mi Amo, yo tenía que ser el elegido, el nuevo Judas, el verdadero profeta de la nueva era.

 

Los débiles tenían que morir como pasto fértil para el surgimiento de la nueva era. En el reino del Amo sólo habría lugar para la raza guerrera, para los verdaderos revolucionarios de ojos azules  y sedientos de la sangre de todos aquellos reacios a aceptar el reino del Amo.

 

 Los únicos débiles que sobrevivirían estarían destinados al servicio, para ellos el mundo sería un campo de exterminio y de esclavitud.

 

 Todos los discípulos de la hermandad teníamos nombres simbólicos, elegidos al azar. Aunque en realidad esa elección la hicimos antes de nuestro nacimiento en la era actual, recuerden la Biblia: “antes de que te engendrara en el vientre de tu madre, yo te llamé, para ser profeta entre las naciones  te elegí”.

 

El Amo es la Conciencia Universal, la ley racional de la materia, la materia misma, el único sentido de la ética y de la existencia de la nueva y verdadera raza. El Amo es el destino y nosotros sus profetas. La misión consistía en destruir la religión de los débiles basada en el amor a su Dios y a sus prójimos…, si supieran los malditos las desgracias que les habíamos preparado temblarían de terror…

 

II

 

A la media noche, la presencia del Amo siempre era más hermosa, él era la “Luz Bella”, la sabiduría más perfecta, el verdadero creador, el gobernante del destino de los hombres, el dios del nuevo reino, ese reino verdadero y sin miserias, el reino revolucionario de los guerreros, el reino sin defectos de la verdadera vida. El Amo siempre ha sido la “Luz Bella” que ilumina la razón, la verdad, la ética, la ciencia; todo el universo entero está bajo su voluntad.

 

Así ha sido siempre y así será por los siglos de los siglos.

 

No había nada más sublime  que sentirse iluminado por la luz del Amo justo a la media noche. La Luz Bella nos invadía y nos animaba, la inspiración y el éxtasis eran de otro mundo. Era una experiencia total de la verdadera espiritualidad, en donde la noche penetraba lentamente en los corazones de los discípulos de la hermandad. Los ojos azules se convertían en llamas vivas, en las verdaderas lenguas de fuego del nuevo Pentecostés que nos lanzaban hacia nueva misión.

 

La presencia de la Luz Bella no podía ser sentida con la misma intensidad por los hombres débiles. Los hombres débiles sentían la inspiración de la Luz Bella para comportarse como animales irracionales. Los elegidos de ojos azules sentíamos la inspiración para la construcción del nuevo reino del Amo, los niveles eran distintos, los destinos eran distintos, los débiles eran guiados hacia la traición y la muerte, los discípulos estábamos destinados para ser los líderes de las destrucciones verdaderas y revolucionarias. No se trataba de robar o de matar al vecino, sino de destruir el “amor al prójimo”, he aquí la esencia de la ética de la nueva era, del reino del Amo.

 

Solamente nosotros, los elegidos teníamos la suficiente voluntad, la suficiente fe y el suficiente valor de sentir a plenitud la presencia del Amo viva  en nuestras venas, un leve pinchazo nos daba el privilegio de sentir  un viaje astral hacia mundos nuevos, en donde no existían los mismos colores y sonidos de esta dimensión espacio-temporal y marchita: se trataba de una relación mística distinta a cualquier vulgar experiencia religiosa de los débiles, era algo indescriptible, algo realmente nuevo, sensual y superior.

 

 Todavía siento esa fuerza hermosa en todo mi ser que se llena plenamente con tan sólo mencionar el nombre del amo: ¡Luz Bella! ¡Ven a mí, lléname que sin ti muero!

 

No crean que estoy vencido solamente por el hecho de que me encuentro prisionero en este manicomio, todavía siento la presencia de esa fuerza hermosa y sublime dentro de mí como aquella noche de diciembre. De nada han servido los baños de agua fría para calmar mi furia. El amor de la Luz Bella está en mí y volveré a gritar a todo pulmón mi lema filosófico: ¡Dios ha muerto! ¡Viva la nueva era! ¡Mueran los débiles! ¡El reino del Amo ha llegado! ¡Dios ha muerto! .

 

Yo puedo vivir sin ese Dios, yo sé la verdad, yo soy el nuevo profeta y mi voz será escuchada, todo es cuestión de  tiempo…

 

III

 

 

Aquella noche, el Amo nos iluminaba. La Luz Bella inspiraba cada palabra y cada silencio. La Luz Bella nos daba la fuerza para ocultar nuestras verdaderas identidades y fingíamos una vida normal entre el mundo de los débiles. La Luz Bella nos guiaba en la lectura de la bibliografía adecuada, sobre todo lo referente a la nueva era, su nueva metafísica y su nueva ética del “yo soy”.

 

Leíamos todo lo referente a la psicología basada en vidas anteriores para encontrarnos con la verdadera esencia de nuestra misión a lo largo de la historia, y podíamos ver el papel que habíamos jugado en aquellas sociedades secretas de siglos anteriores.

 

 En vidas anteriores  muchos de nosotros fuimos astrólogos, adivinos, filósofos, religiosos, albañiles constructores de grandes templos, y especialmente, destructores del reino de los débiles o de la hipocresía cristiana del amor al prójimo. ¡No a esas malditas religiones inspiradas en un Mesías justamente crucificado! Destino que han merecido todos sus seguidores. ¡Dios ha muerto! ¡Que brille la Luz Bella para siempre! ¡Preciosa Luz Bella! ¡Ángel eterno! ¡Fuente de la felicidad! Traicionado   por aquel primer grupo de débiles, ha llegado la hora de la venganza.

 

Mi tarea a favor del Reino del Amo consistía en aparentar ser un simple profesor, un “educador de la juventud”, siempre tuve que soportar la presencia de la raza marginal, se trataba de un pequeño sacrificio personal, mi misión  era envenenar la mente de los débiles  con mi “sabiduría”.

 

De manera sutil fui transmitiendo todos mis mensajes  para la destrucción  de la raza  maldita de los débiles, les enseñaba “el camino de la felicidad eterna”: “¡Tú eres la persona más importante de tu vida!”, “¡El poder está dentro de ti!”, “¡Autoestima, la clave del éxito!”, “¡Gane amigos y triunfe en la vida!”, “¡El arte de la comunicación eficaz!”, “¡Vive tu vida!”, “¡La vida es una sola, gózala!”, “¡Comunícate con tu fuerza interior!” “¡El éxito es lo que importa!”, “¡Desarrolla tu poder mental!”, “¡Tu poder mental no tiene límites!”, “¡El poder infinito de la mente!”, “¡Tus poderes súper sensoriales!”, “¡Tú eres como Dios!”, “¡Dios ha muerto!”, “¡Recuerda el mensaje de la  serpiente!"…, el mensaje siempre  ha sido el mismo, la misma tentación, el mismo Adán, la misma Eva, la misma serpiente, el mismo mensaje  “serán como dioses…”.

 

Gracias a mis esfuerzos como “educador de la juventud”, fui elegido como miembro de la nueva hermandad y profeta del Reino del Amo, profeta de la nueva era. Mi grito siempre ha sido el mismo ¡Dios ha muerto! ¡El débil debe morir! ¡Viva la nueva era de acuario!

 

 Y estas enfermeras pretenden apagar la luz del Amo en mi corazón con simple baños de agua fría, si supieran con quien están tratando, temblarían de terror al saber que la muerte está más cerca de lo que creen…

 

Si hasta recibí muchas veces el premio “Al profesor del año”. Recuerdo que en uno de mis trabajos de ascenso propuse la realización de un “taller del desarrollo del autoestima, como condición esencial para alcanzar el éxito en todas las dimensiones de la vida, especialmente para superar la situación social de la marginalidad”. Todos me creyeron.

 

De esta manera fui sembrando la semilla de la culpabilidad en las clases marginales, ellos eran los únicos culpables de tener un “rancho mental”, que era la causa de sus propias miserias, yo les ofrecía “la solución” con mis talleres de autoestima, toda la miseria se podía superar a través de ejercicios adecuados de control mental y de autoestima, el remedio a todos sus problemas estaba dentro de la mente de cada uno de ellos, cada cual era responsable de sus éxitos y de sus fracasos.

 

Peor para ellos si no aprovechaban los talleres de autoestima que se impartían por todo el país. Yo había cumplido con anunciarles que el reino del Amo estaba cerca, y que sus secretos de profunda sabiduría estaban al alcance de todos, el reino del Amo estaba dentro de ellos, solamente tenían que descubrir dentro de sus corazones el mensaje de la Luz Bella, ¡Somos como dioses! ¡La verdadera fuerza de salvación se encuentra en el yo soy de cada cual, iluminado por la luz eterna del Amo!.

 

Recuerdo perfectamente que los doce elegidos de nuestra hermandad hicimos el juramento de ser como dioses, de vivir sin el obstáculos de una falsa conciencia hipócrita fundamentada en la religión de la raza débil, nuestra felicidad sería la de los dioses, sin límites, una felicidad tan amplia como el universo.

 

Juramos combatir las enseñanzas de aquel primer grupo de traidores y sus seguidores, seríamos los constructores de la raza eterna del templo de Salomón. Proclamaríamos el reino del Amo, la vida profunda y centrada en todo lo que produciría placer hasta las últimas fibras de la sensualidad, en esto consistía la verdadera felicidad, el sentido de la existencia. La vida llena del placer prometido por la Luz Bella.

 

La vida consistiría en alcanzar el éxito sin importar los obstáculos, solamente el éxito, el dominio del otro causaría el verdadero placer, solamente aquellos que alcanzaban el éxito, el poder, serían como dioses, miembros de la nueva era de acuario, los verdaderos herederos de la raza de constructores, solamente ellos podrían llevar la escuadra y el compás como signos de la nueva raza de los espíritus de ojos azules.

 

La raza nueva se alimentaría de la sangre de los débiles, he aquí el verdadero mensaje de la metáfora del vampiro, “el que tenga oídos, que escuche…”. ¡Viva la vida plena! ¡Viva el Amo! ¡Ha llegado la hora de su reino! ¡Dios ha muerto! ¡Muerte al débil! ¡Viva la revolución de acuario!

 

IV

 

La reunión tenía que comenzar con la invocación sagrada para aclamar la presencia real del Amo.

 

Unimos nuestras manos hasta formar un círculo alrededor de la mesa. Era exactamente la media noche, la humedad era perfecta. A lo lejos se escuchaba el lamento de la tormenta, la neblina se colaba por las rendijas de las paredes del galpón, el reino del Amo se estaba encarnando en nuestros corazones.

 

Pedro era el encargado de hacer la invocación inicial. Este hermano era extremadamente silencioso, calculador; demasiado frío en el trato, de mirada rojiza y profunda.

 

Pedro había sido el primero en escuchar el llamado del Amo, y siempre había sido considerado el hermano mayor. Sin embargo, en lo personal nunca me agradó del todo, me parecía que el hermano Pedro se creía el elegido solamente por el hecho de haber sido el primero en ser llamado. A mí siempre me pareció un engreído superficial. Su silencio me parecía una cortina de humo para ocultar su falta de cultura, su mayor virtud era el dinero que poseía. En la vida cotidiana, el hermano Pedro era dueño de una compañía de telecomunicaciones, y tenía inversiones en las compañías petroleras, y en muchos “negocios” que nunca mencionaba.

 

A decir verdad, yo fui el último hermano en ser elegido para conformar la fraternidad de los profetas de la revolución de acuario. Pero deseaba con todo mi corazón ser elegido como la nueva reencarnación de Judas. Yo deseaba ser el profeta del Amo, llevar la marca de los constructores tatuada en mi pecho y gritar la llegada del reino de la Luz Bella.

 

Recuerdo cada paso de la última cena de la hermandad:

 

Pedro: “… Luz  Bella, Luz de la vida plena, presencia arrojada al mundo para ser adorada por tus elegidos. Adorada Luz cuyo nombre aterra a la raza de los débiles, Amo del gozo y del placer, toma nuestras vidas. ¡Ven Luz Bella, amo del placer!”.

Todos: “¡Ven Luz Bella, amo del placer!”.

Pedro: “¡Amo arrojado al mundo!”

Todos: “¡Te adoramos y te esperamos!”.

Pedro: “¡Ven energía vital del gozo y del placer!”.

Todos: “¡Fortalece el deseo de venganza en nuestros corazones!”.

Pedro: “¡Tú, Señor de la guerra!”

Todos: “¡Danos el placer de vengarte!”

Pedro: “¡Tú, que amas a tus elegidos!”

Todos: “¡Ven a nosotros, ilumínanos con tu luz!”

Pedro: “¡Tú, padre y amo de los siglos!”

Todos: “¡Danos el éxito y el poder eterno sobre la raza de los débiles! ¡Amén!”.

 

Recuerdo que después de la invocación inicial algo extraño comenzó a pasar entre nosotros. La respiración comenzó a ser lenta y profunda, hasta que una excitación especial surgió de manera espontánea.

 

La excitación se hacía más intensa y la respiración se aceleraba. Algunos comenzaron a gruñir, a gritar. El sudor recorría nuestros rostros totalmente transportados hacia gozos indescriptibles, y un solo sentimiento, como si se tratase de un solo espíritu, nos guiaba aquella noche.

 

 Alzábamos las manos hacia el universo y la expresión total era un alarido feroz: “¡AMEENN!”. Luego, una calma intensa recorría nuestros cuerpos en forma de cosquilleo, hasta que lentamente la paz fue regresando, y la presencia del Amo comenzó a sentirse en aquella última cena.

 

De pronto, ocurrió lo extraordinario, lo que siempre habíamos deseado, lo que por años habíamos invocado con tanta fe. En la silla vacía, en la silla número trece apareció lo que parecía una sombra, una presencia oscura, sin forma definida; pero sus ojos eran de un azul hermoso, fuera de este mundo, más allá de esta realidad. La sombra tenía los ojos azules…, ¡era la Luz Bella!

 

Al principio, un terror se apoderó de nosotros, quedamos mudos, sin saber cómo reaccionar.

 

La Voz: “No teman, ustedes son mis elegidos”.

 

El miedo fue desapareciendo con la misma rapidez con que había llegado, y una alegría inesperada nos invadió. Del terror pasamos al frenesí, sentíamos el placer a su máxima expresión, y nuestros corazones ardían de gozo.

 

La Voz: “Ustedes son mis elegidos. Y hoy nacerá mi profeta. Uno de ustedes me anunciará a las naciones. Pero habrá traición, y los traidores no verán la luz del nuevo amanecer de la era de acuario, hoy mismo morirán los traidores que se encuentran en esta cena, no cometeré el mismo error dos veces”.

 

Pedro: “No Amo, no lo permitas. Todos somos fieles a ti, de ser necesario daríamos la vida por tu causa”.

 

Todos: “Sí Amo, moriremos por ti de ser necesario. Nadie sería capaz de traicionarte. ¡Nadie!. Todos somos guerreros de ojos azules. Tu espíritu está en nosotros. Amo, todos juramos morir por honrar a la Luz Bella de ojos azules”.

 

La Voz: “Esta noche habrá traición. Yo lo sé, y mi palabra es eterna. No todos son fieles. No todos me aman verdaderamente. No todos darían la vida por mí cuando llegue la hora de la prueba definitiva de fidelidad. Pero esta noche, 21 de diciembre de 1999 cuando mi energía se encuentra en su nivel más alto, uno de ustedes será elegido mi profeta, y aquel que se atreva a traicionarme morirá”.

 

La voz del Amo era firme, espiritual, pero terrible. Desde aquel momento la hermandad dejó de ser la misma, todos nos preguntábamos quién sería capaz de traiciona a la Luz Bella, quién de nosotros estaría en contra del reino de la nueva era de acuario.

 

 Pero en algo estábamos de acuerdo, los traidores tendrían que morir. El perdón es de los débiles, y nosotros éramos los profetas, los pilares de la raza guerrera, no había ninguna posibilidad de vida para los traidores.

 

El Amo se dirigió a mí:

 

La Voz: “Tú sabes lo que tienes que hacer. Hazlo pronto”.

 

¡Claro que lo sabía!, me fue revelado por la misma Luz Bella en la primera reunión de la hermandad. Recuerdo la fecha, fue el mismo día de mi llamado y bautizo. La noche del nacimiento misterioso del Hijo del  Amo hecho hombre entre nosotros, el día 06 de junio de 1996 en Bogotá. Los débiles estaban orando tratando de impedir la llega del reino de la nueva era. Recuerdo que muchos diarios trataron el hecho, pero casi nadie le hizo caso, todos pensaron que se trataba de un amarillismo propio de la fecha para vender la noticia, ¡qué equivocados estaban!...

 

¡Claro que lo sabía!, aquella noche presencié el primer sacrificio humano. Se trataba de un mestizo miserable. Recuerdo que bebimos su sangre y comimos su corazón en señal de mi bautizo, de nuestra sed de venganza, y de fidelidad a la Luz Bella.

 

Lo demás fue siempre sencillo: el cadáver de un indigente arrollado por varios vehículos no dejaba ninguna huella. ¡El débil debía morir! ¡Dios ha muerto! ¡Había llegado el reino del Amo! ¡Nosotros éramos sus profetas!

 

¡Claro que lo sabía! Era un secreto que el Amo me había confiado. Salí en silencio a cumplir mi misión. Aquella noche sería especial, y si tenía éxito, yo sería el profeta del nuevo reino, yo compartiría el poder con el Amo, yo sería el protector de mi Amo encarnado en Bogotá. Todo estaba escrito. Había llegado la hora de la prueba definitiva, y yo sería fiel hasta la muerte.

 

Nadie sospechaba lo que iba a hacer. Era mi turno de conseguir la víctima para el sacrificio, ya lo había hecho antes,  ninguno de los hermanos sospechaba nada acerca de mi misión especial de aquella noche.

 

Esta vez no se trataba de cualquier sacrificio. Había llegado la gran noche. La víctima tendría que ser  especial, un verdadero sacrificio, una prueba definitiva de fidelidad. La víctima tenía que ser perfecta, un miembro de nuestra raza, un regalo perfecto y sin manchas para el Amo.

 

La voz del Amo me guiaba, sus ojos azules estaban fijos en mi mente y la orden se repetía constantemente: “tú sabes lo que tienes que hacer…”, “tú sabes lo que tienes que hacer…”, ¡claro que lo sabía!

 

Tardé dos horas en cumplir la misión. Fue más difícil de lo que me había imaginado. Sentía la sangre recorrer todo mi rostro. La bala me había arrancado la oreja derecha. Sentía la sangre recorrer todo mi cuerpo.

 

La víctima elegida tenía tres años de edad. El niño tenía los ojos azules más aterrados que yo recuerde haber visto en toda mi vida, le había sellado la boca con cinta plástica. La víctima simplemente era perfecta.

 

Los últimos minutos fueron muy confusos, realmente no recuerdo con claridad los detalles de aquellos momentos finales. Recuerdo que con mi auto destruí el portón de entrada, todos quedaron sorprendidos, menos el hermano número trece que me miraba con satisfacción, y yo sentí su mirada de gratitud en mi corazón.

 

Cuando abrí la puerta del auto con la víctima entre mis manos, comenzaron los gritos de los traidores. Pedro fue el primero: “¡Mi hijo no, maldito!”. Luego siguieron algunos otros, “¡maldito perro, suelta al niño!”, “¡eres un loco, desgraciado!”…

 

Algunos intentaron detenerme, pero otros me defendían, y en medio de la confusión logré colocar a la víctima en la mesa de sacrificio, y como pude saqué el puñal de la chaqueta, lo alcé con un deseo de sangre inspirado por la voz de la Luz Bella que se repetía en mi mente..., y en aquel preciso momento llegaron mis perseguidores, las balas y el humo llenaron todo el ambiente…hasta que perdí la razón, algo había quemado mi pecho, y mis últimos recuerdos de aquella noche fueron los alaridos de los traidores muertos…

 

Nunca supe con exactitud si cumplí con el deseo del amo…No importa, el “yo soy”, “yo quiero”, “yo puedo”, son las leyes que el Amo me enseñó para alcanzar el éxito y el poder para ser feliz, y si no pude alcanzar la meta aquella  noche, vendrá otra hermandad, otras víctimas, hasta que el reino del Amo, de la nueva era de acuario se haga realidad…y yo seré su profeta ¡Lo juro!.

 

 

 

 

 


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